DE VERDAD, ¿COMPRENDES LO QUE LEES?
La
comunicación escrita es una de las formas de expresión más utilizadas por el
ser humano. Es un medio por el cual mucha gente se relaciona con otros.
Evidentemente, requiere de un receptor que cuente con la habilidad lectora,
primero, para captar el mensaje escrito y, segundo, quizá lo más complejo, para
comprenderlo.
La
lectura, como simple ejercicio visual y receptor de palabras, frases y
oraciones, se presenta en cualquier persona alfabetizada. Sin embargo, este proceso
va más allá del sólo entendimiento superficial de algún texto.
La
mayoría de la gente que sabe leer encuentra barreras constantes en el momento
de aprender, comprender o, incluso, interpretar lo leído. Esto se debe a
diversos factores; los principales son: escasez de vocabulario, falta de
concentración, falta de conocimiento sobre el tema elegido para leer,
distractores ambientales –ruido, luz inadecuada, tipografía inusual,
etcétera--, malas posturas corporales y, por supuesto , un estado de ánimo no
apropiado para realizar una lectura.
Además,
no en todo lo que se lee se presta la misma atención. Ello dependerá del
interés del lector o de la situación en que se encuentre. Aunque debido a los
adelantos tecnológicos, esta herramienta se ha estado quedando atrás, en lugar
de ir de manera paralela.
Toda
lectura está conformada por una suma de oraciones que deben cumplir ciertas
funciones y en conjunto dan vida a un escrito. Básicamente, cualquier tipo de
texto debe parecerle al lector atractivo, interesante y placentero, además de
generarle enriquecimiento en algún ámbito de su vida.
Cuando
una lectura se realiza por obligación, esto se convierte en una primera barrera
de entendimiento y comprensión, así que, opta por una actitud positiva y
relajada si lo que vas a leer lo tiene que leer.
Existen,
esencialmente, dos tipos de lectura: la conceptual y la narrativa; también dos
formas para leer: la superficial y la profunda.
En
lo concerniente a la lectura conceptual y narrativa, la diferencia radica principalmente
en el lenguaje, es decir, las palabras que se emplean en la redacción de los
textos. Ambas tienen un título y una estructura adecuada para relatar los
hechos, pero el contenido es totalmente distinto, así como la información que
se pretende llegue al lector.
La
mayoría de las veces que leemos, lo hacemos de manera superficial, es decir,
solamente decodificamos lo escrito gracias al conocimiento de nuestra lengua;
tenemos contacto con un texto únicamente de vistazo. Almacenamos la información
recibida pero no la procesamos debidamente para dar paso a la comprensión.
Desafortunadamente,
la lectura profunda, de comprensión, no se enseña desde una temprana edad, ya
que en la escuela o en casa enfocan nuestro aprendizaje en el sentido visual
más que en el cognitivo o intelectual y ello impide que nuestro cerebro procese
adecuadamente lo aprendido y logre interpretarlo.
Claro
es que no siempre deseamos hacer una lectura profunda, ya que la lectura
superficial se presenta cuando vemos casualmente algún anuncio o viajamos en
transporte público y nuestros ojos captan mensajes rápidos de carteles,
invitaciones, comercios, etcétera. O bien, de manera consciente, si buscamos
algún dato concreto o cierto detalle que nos interesa de un texto, aplicamos
una lectura superficial. La extensión del texto no determina que el contenido
sea más sencillo o más complejo, o que el mensaje sea más claro para su
comprensión; es decir, así como un breve texto puede significar un proceso
profundo de comprensión, un texto más extenso puede contener mensajes claros,
contundentes y sencillos de comprender.
Asimismo,
la forma en que el lector recibe un mensaje preciso, por medio de la
información contenida en ellos, puede ser superficial, profunda o ambas, ya que
el interés, la curiosidad y el estado de ánimo de quien lee, incluso el tiempo
y la situación en que se encuentre, son aspectos vitales para dar paso a la
comprensión lectora, desde un simple vistazo hasta un ejercicio lector pausado
y analítico.
Sin
embargo, es frecuente encontrar a muchas personas que no tienen la mínima
capacidad de análisis de leer un anuncio, un precio, una frase completa y solo
lo hacen con la primera palabra, cifra o mitad de la oración y eso provoca que
se tengan que estar repitiendo las cosas o que se den malos entendidos, sobre
todo en los negocios, porque la gente se queda, generalmente, con la idea de
una cantidad menor, además de otros vicios frecuentes que la mayoría cometemos,
por la falta de una mejor comprensión de lo que leemos.
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