El género Homo aparece en el periodo del Pleistoceno de la Era Cenozoica, introduciendo el ser humano anatómicamente evolucionado (Homo habilis) que derivaría en la línea de Homo sapiens. La posición bípeda de Homo habilis provocó una serie de cambios anatómicos entre los que se encuentra la poca adecuación al entorno debido a sus capacidades casi racionales y habilidades de creación. Las hembras, debido a su posición bípeda, desarrollaron una reducción en la pelvis que tuvo como consecuencia periodos de gestación más cortos, lo que implicó un mayor tiempo dedicado a la crianza del neonato y los inicios paleontológicos del culto hacia la figura materna.
En la sociedad de Homo sapiens nómada se establece el pensamiento mágico en una base empírica sin fundamentos reales. Se establece el culto totémico hacia las estructuras anatómicas dedicadas a la procreación; el culto hacia el útero (objeto de culto debido a su capacidad de retener al feto y su alumbramiento) y el culto fálico (considerado como "depositante de vida").[3] Los primeros modelos de rol de género en la mujer se asocian principalmente con la capacidad biológica de la maternidad (fertilidad, gestación y lactancia) y su papel determinante en la crianza de la descendencia.
En la sociedad sedentaria de Homo sapiens se establecen diversos modelos sociales que involucran las tareas sociales del género y edad dentro de la comunidad paleo-agrícola. La división de trabajo fue determinante en la construcción de roles de género, ya que normalmente, las mujeres eran asignadas al cuidado del hogar, la procreación, la recolección y otras tareas de bajo impacto. La idea del hogar y su espacio social femenino contribuyó a la noción de la maternidad en el poder social o matriarcado, en el que las sociedades del periodo materialista de la Barbarie giraban alrededor de figuras maternas debido a la noción de la formación biológica de la vida y su gestación. La idea del matronato es contrapuesta por el patriarcado del Modo Asiático de Producción y el Esclavismo, que establece el poder en la figura paterna. La mujer como símbolo de autoridad continuó en el periodo del antiguo Egipto, en donde sobresalen la figura femenina como símbolo mandatorial.
En la noción religiosa de la Antigüedad clásica se conserva la idea de la madre como progenitora y creadora de vida, por lo que la adoración solía estar centrada en figuras femeninas. El culto solar y el culto lunar formaban un antagonismo que representaba la figura paterna y la figura materna, respectivamente. La noción prehistórica de la fertilidad y capacidad materna de la mujer se conservan y se representan como la metáfora de la fertilidad de la Tierra. En distintas cosmovisiones de la antigüedad clásica se identifican dioses creadores de vida que suponen una pareja heterosexual matrimonial que concedió a la tierra y la humanidad ciertos dones para desarrollar la vida y distinguirse de las demás especies animales; en otras cosmovisiones se atribuye la creación únicamente a un deidad masculina o a una deidad femenina.
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