miércoles, 31 de diciembre de 2014


LA MASONERÍA.

El día 22 de febrero de 1985, el diario L´Osservatore Romano recogió el siguiente texto: “El aspecto esencial de la masonería es precisamente el de no imponer ningún “principio”, sino más bien el de reunir, por encima de los límites de las diversas religiones y visiones del mundo, a hombres de buena voluntad, fundándose en valores humanos comprensibles y aceptables por todos. El cristiano que aprecia su fe, percibe instintivamente que la fuerza relativizadora de semejante fraternidad reduce la firme adhesión a la verdad de Dios, revelada en la iglesia, a mera pertenencia a una institución, considerada como una forma expresiva particular, junto a otras formas expresivas más o menos posibles o válidas, de la orientación del hombre hacia lo eterno”.

Por otra parte, en su encíclica “In eminenti”, el papa León XIII explica que “la masonería es la actualización del paganismo antiguo y el gnosticismo”. En los primeros siglos de la Iglesia, el gnosticismo tomó los matices de una reacción pagana contra el cristianismo, y se ha venido reproduciendo a lo largo de la historia hasta hoy. La masonería es una organización que tiene como fin acabar con el cristianismo e implantar la secularización en la sociedad. La Congregación para la Doctrina de la Fe señala que el criterio de la Iglesia no ha variado en absoluto: se sigue considerando que los principios de la masonería son incompatibles con la doctrina de la Iglesia, y que los fieles que pertenezcan a asociaciones masónicas no pueden acceder a la Sagrada Comunión.

La palabra “masón” significa albañil, en inglés. Al masón también se le conoce como Rosacruz, que es un grado dentro de la organización. La masonería moderna presenta un conjunto heterogéneo de creencias de base gnóstica, integrando también algunos de los supuestos contenidos de las primitivas religiones precolombinas. Hoy en día, la escuadra y un mazo (compás) que presiden las Logias o Asambleas de los masones. Un lenguaje oscuro y conceptos cambiantes aderezan los heterogéneos textos masónicos que trastornan sutil e imperceptiblemente la estructura fundamental de la fe Católica. El “Gran Arquitecto del Universo”, concepto abstracto, ambiguo y de tipo deístico con él no se denomina ningún conocimiento objetivo de Dios como Persona cercana a su criatura; así ya no sería más un Padre (Mt 6, 9). El carácter esotérico –oculto-- de la masonería pretende nivelar todas las religiones, de lo que se deriva un teísmo vago y etéreo. Ésta es la “tolerancia masónica” que deriva en un indiferentismo o sincretismo religioso imposible de conciliar con la afirmación de Jesucristo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). Así, Jesús ya no sería el “centro del universo”, sino sólo un gran maestro, un gran iniciado, al nivel de Buda, Mahoma, Zoroastro, etc.

Para la masonería, la Revelación, o sea la Biblia, no tiene sentido. Con su sólo  esfuerzo intelectual y práctico puede vivir el hombre y conocer la verdad. La cosmología o visión del mundo en general es relativa y subjetiva entre los masones, y no se puede armonizar con la fe cristiana. La verdad, al ser relativa, impide la posibilidad de un conocimiento objetivo, ya que la razón es autónoma, lo que contrasta con la adecuada relación entre razón y fe de la Iglesia católica. Por esto mismo la moral masónica es también subjetiva. Pero la libertad, que para la masonería sería un valor absoluto, contrasta con los juramentos que se realizan en secreto para proteger a sus líderes, sus fines y sus medios, así como con las normas de sus ceremonias. La universalidad de la Iglesia, esa apertura a las personas de toda clase, inteligencia, raza o condición, es negada por la masonería, elitista y esotérica.

Esto y más son el eterno conflicto entre las logias y los católicos cristianos, pero lo importante debe ser el respeto y la tolerancia entre ambas partes, porque toda buena convivencia parte del respeto entre los involucrados, cada quien tiene sus ideas, pero mientras no se vulnere el ámbito espacial del de enfrente podemos vivir en un mundo dominado por las formas, pero teniendo como base la tolerancia y el respeto.

sábado, 27 de diciembre de 2014

Publicación.

La persuasión hacia otros…
Platón
El estudio de la persuasión ha sido una tradición distinguida a través de los años que se remonta más de 2,500 años a la antigua Grecia. Por aquellas épocas, Platón asesoraba a los futuros líderes para que aprendieran el arte de la persuasión y, a la vez, consideraran cómo las mismas palabras causarían una impresión diferente en personas distintas.
En lo que los fundadores de este arte hicieron énfasis, lo cual sigue siendo vigente en la actualidad, es en el hecho de que una persuasión efectiva no sólo consiste en tener buenas habilidades para la comunicación, sino también una firme estrategia para usar esas habilidades al tratar con otras personas.
Formar una buena estrategia para influir sobre los demás a través de las palabras y la escritura depende de que comprendamos que todos nuestros mensajes importantes son persuasivos (hasta cierto grado).
Todos hemos escuchado mitos acerca de la persuasión. Algunos intentan hacer que la persuasión parezca más sencilla de lo que realmente es, pero la mayoría hace que la persuasión parezca más complicada de lo que realmente es.
El término persuasión se refiere a cualquier intento (de preferencia exitoso) de tener influencia sobre las acciones y decisiones de los demás, ya sea hablándoles o escribiéndoles. Mucha gente usa la persuasión de un modo más amplio (incluida la fuerza física) o, en otros casos, cuando nos auto persuadimos.
Amable lector, no te engañes al pensar que la persuasión significa manipulación arbitraria o algo igual de negativo. Toda comunicación es hasta cierto punto persuasiva, lo que hace de éste término algo negativo, es la gente que utiliza los principios de una manera deshonesta.
El primer paso para ser un persuasor eficiente es poder anticipar por qué y cuándo necesitas persuadir. Si otras personas están tomando las decisiones que quiere o las acciones que siente que son apropiadas, tal vez no necesites influir sobre ellas a través de la persuasión. Pero esto no sucede de manera frecuente.
Es muy importante que sepas a qué tipo de público te enfrentas, porque es un error creer o pensar que todos son iguales, el público con el que te puedes encontrar es:
1.- Abierta o activamente hostil. Este público es el mayor reto para ti. Estas personas se oponen a tu posición tan fuertemente que están dispuestas a trabajar activamente en tu contra, tal vez hablando en forma opuesta o reuniendo apoyo contrario a tus ideas.
2.- Hostil. Éste público no está de acuerdo con tu posición pero no a tal grado de tomar medidas en contra. Por ejemplo, un público puede no votar por tu propuesta, aun cuando no hagan una campaña activa en contra de ella.
3.- Neutral. Un público neutral entiende tu posición, pero no está particularmente a favor ni en contra tuya. Tal vez éstas personas sienten que cualquiera que sea el resultado no las afectará en nada, así que no tienen una preferencia marcada por uno u otro.
4.- Indeciso. Este público entiende tu posición pero siente que las razones para apoyarte o no hacerlo están divididas. Un público indeciso no es neutral; aquí a la gente sí le importa el asunto en cuestión, pero aún no los convence ninguna razón para decidirse por uno o por otro.
5.- Mal informado. Si el público está mal informado no tiene una opinión sólida a favor o en contra de tu posición, por no estar familiarizado con ella ni con el proceso que la rodea. Un público mal informado no es lo mismo que un público neutral o indeciso. Éstos sí entienden tu posición, el público mal informado no.
6.- Que te apoya. A ti te gustará este público. Sí entiende tu posición y se siente positivamente inclinado hacia ella, pero no necesariamente al extremo de tomar acciones para ayudarte, no todavía.
7.- Que te apoya abiertamente o activamente. Este público te encantará. No sólo está de acuerdo con tu posición, sino que está dispuesto (quizá ya ha comenzado) a trabajar activamente para apoyarte.
Mucha gente se sorprende al pensar que hay siete diferentes tipos de público. Es un mito imaginar que todos los públicos son iguales. La realidad es que los públicos ofrecen diferentes cantidades de apoyo o resistencia. Lo que parezca claro o persuasivo para un público puede tener un efecto totalmente distinto en otro.
Para tener éxito en la comunicación lo único que necesitas es un mensaje claro.
Sólo los públicos hostiles requieren de una comunicación persuasiva, los que te apoyan ya están de tu lado.
Pero independientemente del público al que te enfrentes, es necesario que te presentes con valor, fortaleza y seguridad, y te darás cuenta que con esfuerzo, tiempo, dedicación y constancia, lograrás ir moviendo a los diferentes públicos al nivel que mejor te convenga a ti. Recuerda el dicho, siembra, siembra y nunca dejes de sembrar porque tarde o temprano vas a cosechar.
Feliz año nuevo para todos.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Tipos de actores politicos.

TIPOS DE ACTORES.





En la observación acerca de la política mexicana, se llega a la conclusión de que hay varios tipos de participantes en la escena política.


El político.


El técnico.


El seguidor.


El oscuro.


El actor político es aquel con carisma, un gran arraigo y popularidad entre el público y, consecuentemente, con liderazgo partidista además de una gran habilidad para la negociación y la concertación política. Sus cualidades suelen darle unas relaciones públicas de gran nivel, pues lo mismo hace amistad tanto con gente de la condición más humilde que con personalidades de elevados círculos sociales, empresariales, políticos y culturales. Mantiene una excelente relación con periodistas y medios de comunicación social, clérigos, líderes sindicales y otras tantas gentes de gran influencia y liderazgo. Generalmente, este tipo de actor es una persona con estudios elementales y, cuando más, con estudios medios o de nivel licenciatura. Así, no es una persona con gran formación técnica o profesional, y muchas veces, sin formación técnica en materia legislativa, gubernativa o, cuando menos, partidista.


No obstante, se trata de personas con muchos años de dedicarse a su actividad principal, y ya sea como promotor comunitario, dirigente de su partido u organización gremial, legislador o funcionario público, suele tener las mismas funciones y habilidades, entre otras:


La conciliación de intereses con grupos de presión, movimientos sociales e institutos políticos.


La solución de controversias derivadas del establecimiento o aplicación de programas públicos.


La selección de candidatos a cargos de elección popular o de dirección partidista.


La conducción de procesos electorales.


La implementación y seguimiento de programas públicos y mecanismos jurídicos dentro del ejercicio gubernamental.


Así, el actor político tiende a desplegar sus capacidades y utilizar todo el poder y fuerza de su imagen, influencia y relaciones en las actividades que se le encomiendan, dando, en la mayoría de los casos, resultados contundentes y efectivos. De esa manera, el actor político, cuando se encuentra en funciones, suele coordinar, conciliar y dirigir a su grupo de poder e incluso a otros grupos hacia fines específicos, bien determinados, programados y consensuados por todos los actores en juego.


Además, suele escuchar todas las opiniones, calcular todos los pasos y sus consecuencias, dirimir controversias, resolver conflictos, establecer acuerdos, distribuir responsabilidades, evaluar avances y resultados y todo aquello que implica ser gobernador, miembro de una junta de coordinación política, líder de una fracción parlamentaria o presidente de una Gran Comisión.


Pero además, el actor político presenta las siguientes variantes de acuerdo con su capacidad, estilo y preparación, así tenemos el líder, el combativo y el vándalo.


El líder es el actor con liderazgo político es, por lo general, el prototipo de los actores que se mencionaban, en donde su gran capacidad hace que otros personajes que también ocupan un cargo menor, estatal o municipal, lo sigan y acaten las directrices que él emita o dicte. Por lo regular, desde su despacho atiende los aspectos de interés para el gobierno surgido de su partido, de conformidad con los acuerdos que para tal fin celebre con el dirigente de otros partidos, con la dirigencia de su instituto político y, en ocasiones, con los miembros de más respeto de su comunidad. No obstante, esta retroalimentación entre poderes públicos, partido, comunidad y sectores, concluye en los resultados deseados y con beneficios para todos los involucrados en la función gubernamental y, por supuesto, para el electorado. Así, emplea todas sus capacidades y el peso de su imagen y liderazgo para conducir a su partido hacia los objetivos programados desde el principio de su ejercicio administrativo.


El combativo es el actor con actividad política es, por lo regular, colaborador de igual importancia al actor antes descrito, pues suele ocuparse de aspectos propios de acciones correspondientes a otras dependencias estatales como la de la Secretaría de Gobierno, la de Régimen Interno y Conciliación Política, Justicia, Puntos Constitucionales y otras de igual magnitud, o como presidente, Secretario o Prosecretario de alguna Mesa Directiva o la Gran Comisión del congreso. En ocasiones, el actor con capacidad técnica y un gran carisma, del que se darán más detalles en este mismo capítulo, también llega a desempeñar las mismas responsabilidades. Volviendo al legislador con combatividad política, suele desempeñar funciones de gran envergadura en correspondencia y complemento de las desarrolladas por el líder.


Ubicados en posiciones estratégicas –como ya se dijo-, tienen a su cargo la responsabilidad de suavizar los roces naturales provocados por el choque de ideas, intereses y conciencias propio de la actividad parlamentaria. Como tal, debe ultimar los acuerdos pactados por el líder de su partido, detallarlos, pulirlos y terminarlos, con lo cual, su actividad tiene un espectro muy amplio, pues por otra parte es el actor que, en caso necesario, defenderá con todo la postura de su instituto político, aunque ello signifique nuevos choques de postulados partidistas y de otros tipos. Eso lo convierte en una especie de ariete político que se emplea contra la coraza ideológica de otros grupos políticos.


El vándalo es un tipo de actor menos regular, pero es aquel que suele cometer diversas acciones con el fin de alterar el orden normal de la administración pública, tales como llegar con sus huestes a causar desmanes o provocaciones al recinto de que se trate, incitar a sus compañeros a abandonar las reuniones con otros partidos y actores con todo lo que ello implica y entorpeciendo los procesos de concertación política. Asimismo, el actor vándalo es aquel que comete fechorías o que establece cacicazgos regionales escudados en su condición de miembro de la clase política.


La actuación de esta clase de actores deriva en la deslegitimación de la labor política, la denigración de la personalidad de los actores en general, el entorpecimiento de las prácticas y los procesos de las acciones de gobierno por causa de interrupciones, la provocación de escándalos y alteraciones al orden público, etc.


Siguiendo con la clasificación de los participantes en la escena política, tenemos al técnico, quien  es el actor con especialidad, es decir aquel  que cuenta con preparación técnica o profesional orientada a los procesos gubernativos y legislativos, amén de que llega a presentar estudios no sólo de especialización sino incluso de nivel postgrado.


Este tipo de actor, por lo general, es gente formada después de sus estudios profesionales tanto en un postgrado u otro programa de educación continua –diplomados, cursos, seminarios, talleres, foros, congresos, etc...– que, normalmente, adquiere en institutos de educación superior o dentro de los centros de capacitación política de sus respectivos partidos. Por supuesto, el hecho de que tenga estudios profesionales no es garantía de que sea un especialista en técnica administrativa, pero si a esto se le agrega el valor de una capacitación dada por su instituto político, definitivamente el conocimiento teórico se ve reforzado por estudios de índole más práctica e incluso por actividades de simulación profesional –como los talleres o los diplomados, por ejemplo –.


Otro tipo de participante en la escena política es el seguidor, quien es el personaje que en este contexto se ubica como el actor encuadrado en el trabajo administrativo, y se da en seguir el liderazgo de otros actores relevantes. Comúnmente, los actores seguidores no suelen tener una gran actividad pública o como líderes de opinión en debates de comisiones o eventos diversos; sin embargo, no hay que olvidar que siguen siendo representantes y conservan el peso de su voto en la emisión de directrices y promulgación de leyes o mecanismos jurídicos y administrativos. Es ahí donde su presencia puede ser relevante, ya que el liderazgo, especialmente de sus partidos, puede determinar su posición y por ende su voto en tal o cual sentido de una iniciativa. En términos militares, este tipo de actores es la que integra el grueso de una columna de ataque y, en su cohesión, se encuentra la fuerza para llevar a cabo iniciativas, o bien, para rechazarlas.


Finalmente tenemos al actor oscuro, el cual no corresponde a la mayoría de los actores políticos, por supuesto, y mucho menos a la totalidad de aquellos que ocupan un cargo de elección popular. Es en la  legislatura, donde hay mayor competitividad entre actores, cuando acusa un padecimiento ciertamente grave para el lugar que ocupa: el síndrome de oscuridad política. Es el fenómeno en el cual un actor político tiene un desempeño que puede ser indiferente, mediocre, malo e incluso nocivo dentro del entorno en que se desenvuelve. Así, puede ilustrarse el caso de actores que, en el tiempo que duran como miembros de un periodo de gobierno, no tienen una presencia relevante, nunca proponen iniciativas ni proyectos y mucho menos buscan el bien común de los ciudadanos.


En resumen, tales personajes no figuran y "sólo viven del presupuesto”. Por otro lado, se tiene a actores que logran salir del anonimato, sólo que su actuación resulta más gris que intrascendente. Podríamos asociar estos personajes oscuros en determinadas tareas, que anteriormente, hemos clasificado de vandálicas (abandonar las sesiones plenarias o las reuniones de comisiones, o que introducen a sus huestes al recinto legislativo para agredir al personal camaral, a otros representantes o para causar destrozos al mobiliario). Esta clase de actores no suelen llegar a altos cargos.


Sin embargo, estas son sólo algunas de las formas en que puede darse la formación del actor político que, eventualmente, asciende –o tiene posibilidades de ascender– a un cargo del orden administrativo independientemente del nivel de gobierno en que esto se dé, o del órgano de que se trate.

 


 

martes, 23 de diciembre de 2014

El político mediocre.


El político mediocre:

Carece de ideología y por lo tanto no tiene ideales sino voraces apetitos.

Por carecer de ideología responde a intereses, o bien
personales, económicos o grupales.

Como responde a intereses económicos o a intereses grupales, una vez que está en el poder debe rendirle cuenta a sus socios.

Sirve a mezquinos intereses y se esfuerza por amontonar riquezas, deja de lado el patriotismo por afán personal y avaricia.

Está rodeado por hombres y mujeres desguarnecidos de virtudes quienes le besan la mano por las riquezas acumuladas con infamia, para luego arrojarles mendrugos a tales aduladores.


Ignora que el hombre y la mujer valen por sus saberes y no por las riquezas que poseen.

Es un ignorante contumaz, como consecuencia, es presa del fanatismo irracional e incapaz de un gesto digno.

Carece de dignidad y se destaca por su servilismo.

Está falto de ideas originales y por tal razón acata mandatos ajenos.

Es un cobarde sin mérito.

No se hace responsable de las decisiones tomadas ni de sus actuaciones, por lo general, siniestras.

Por carecer de ideas originales en sus discursos abunda palabras anodinas, con la certeza que toda la humanidad quiere escucharlas. Todos los
discursos son iguales.

Está presto para las alabanzas, pensando que tales elogios hipócritas lo convertirán en un individuo respetable.

Es incapaz de reconocer los logros de un semejante y hará todo por destruir los beneficios que de estos se derivan.

Se torna peligroso y nocivo al pretender que otros marchen al son de su música desafinada.

Una vez encumbrado, por lo general, olvida a quienes les llevaron a la cima.
Carece de alas para elevarse y necesita cómplices para remontarse.

Clava sus colmillos en la gloria de quien lo vence sin importar la vileza de tal conducta humana.

Esconde su comportamiento miserable detrás de la cortina de una abominable calumnia.

La envidia, el engaño y la hipocresía son sus procederes más r
esaltantes.

Apela a la traición para conseguir sus objetivos, por lo general, el triunfo de sus bellacas pasiones.

No le importa macular la probidad de un hombre o una mujer de honor, sólo para lograr indignos propósitos.

Utiliza la maledicencia y la infamia de forma subrepticia por temor a dar la cara. Bipolar.

Prefiere ridiculizar una buena acción de gobierno que imitarla.

Empaña la reputación ajena para disminuir su contrincante, pretendiendo por medio de un manipulador contraste elevar la suya.

Logra menguados éxitos reptando, doblegándose, a hurtadillas, a la sombra y disfrazado, en complicidad con otros similares a él.

Pretende conducir una colectividad para que lo acompañe en sus taimados propósitos.

Si alguna vez alcanza el poder no les importará oprimir, robar y despreciar a un pueblo, sólo por el afán de aumentar sus caudales.

Cada lector es libre de asignarle tales características al político que más aborrece, pero tengo una certeza: quien lea este artículo no tiene duda de que tales particularidades retratan a un personaje vinculado a una
alcaldía.

Para concluir, el político mediocre busca el éxito o la fama, que es efímera, momentánea y por lo general, no le pertenece a él sino a quien lo aplaude y lo lisonjea. Contrariamente, el político superior busca la gloria dado que ésta es inmarcesible y de su pertenencia.
¿Conoces alguno así?

sábado, 20 de diciembre de 2014

Publicación.

La diaria realidad mexicana…
Hoy aprovecho este espacio para señalar, pequeños detalles, para algunos, de la personalidad mexicana, pero que en realidad si analizamos con detenimiento y a conciencia, nos habla de cómo somos en nuestra verdadera personalidad.
Reza un dicho. "El cliente siempre tiene la razón", con el cual jamás he estado de acuerdo, porque quizás quien lo expresó no tuvo negocio, fue un cliente, o tuvo validez en su momento, pero en la actualidad, está lejos de la verdad.
A lo que voy es, a indicar las facetas que observamos del ser humano en los distintos lugares donde concurre y que así como se comporta en esos sitios, se comporta, invariablemente en todo.
El ser humano carece del mínimo respeto a lo ajeno, tanto en lo material, como en lo relacionado a los valores morales, generalmente, no sabe lo que quiere, lo que busca o lo que necesita, por lo que es frecuente y común encontrar individuos que destruyen lo que no es suyo, lo ensucian, lo mueven del lugar asignado, etcétera.
Cuantas veces, amable lector, has observado en los centros comerciales frascos o botellas rotos en el piso; muchas, y el responsable de haberlo tirado, desaparecido y cuando algún empleado logra darse cuenta del culpable, éste lo niega, se enoja y se aleja indignado sin hacerse cargo de sus actos. Porque es falso que las cosas se caigan o se muevan solas, tampoco existen los fantasmas o seres irreales que destruyan los productos, todo es provocado por alguien, grande o chico, pero real.
Asimismo, hemos observado bolsas con carne o embutidos cortados y abandonados en cualquier lugar de la tienda, porque el que pidió lo hicieran, decidió no comprarlo y no tuvo el valor de ir al área respectiva y dejarlo ahí, lo mismo sucede en los negocios de mercería, textiles, carnicerías, fruterías, ferreterías, y todo aquel negocio donde se venden artículos a granel, por metro, litro, kilogramo, y que junto con el robo hormiga de algunos desleales empleados, resulta en grandes pérdidas económicas para grandes, medianas y sobretodo pequeñas empresas, que ese tipo de gente desconoce y muchas veces lo hace con el propósito de afectar, porque, sin importar, el estrato social, tienen un complejo de inferioridad y sienten envidia, coraje o cualquier malsano sentimiento frente a las personas trabajadoras, triunfadoras y con dinero.
Todos, alguna vez, hemos visto cómo se mueve la gente, algunos llegan con su máscara de autosuficientes, con la mirada altiva, mirando todo y a todos como si algo oliera mal, no miran a los ojos a nadie, tratando con despotismo a los empleados, pidiendo muestras de casi toda la mercancía y al final poco o nada compran. Otros actúan distinto, solo que al momento de pagar tallan y tallan el billete como queriendo que salga más y al entregarlo al cajero, lo hacen con miedo y no se animan a soltarlo, porque sienten temor de gastar.
Ambas acciones y tantas otras que hemos observado desde niños, aunque en su contexto son distintas, en el resultado son iguales, como dije antes, denotan una serie de miedos, inseguridades, temores, y principalmente, constituyen un fuerte complejo de inferioridad que afecta al ser humano que lo posee en todas sus actividades diarias, tanto personales, como profesionales, sociales, culturales, morales, etcétera.
Considero que no existe un ser humano sano completamente, pero hay parámetros y estándares que van delimitando quien está más y quien está menos afectado en su personalidad, los que están más afectados actúan con coraje, envidia, prepotencia, hacia los demás, los que están menos afectados, actúan normal, sin aspavientos ni exageraciones de ningún tipo y sobretodo actúan de una manera justa y tolerante hacia los demás.
Muchos, quizás alguna vez nos ha tocado estar en ambos lados, pero lo hicimos por seguimiento, por copiar las conductas de los mayores y aunque no es un atenuante, fue por desconocimiento de las cosas, lo que fue cambiando conforme hemos ido creciendo, pero quien a pesar de saber que actúa mal, lo sigue haciendo, no hay manera de poder ayudarlo, está grave y lo que es peor, su conducta va arrastrando a los que conviven buena parte de su vida con ellos, y como se dice coloquialmente, no los quieren ni en su casa, porque una persona que no respeta el espacio de los demás, que no sabe lo que en realidad desea, que mira por arriba del hombro a los demás, que presume lo poco, mucho o nada que tiene, que vive siempre o casi siempre detrás de una máscara, no es querida por nadie, simplemente, es tolerada, porque así lo dictan las normas sociales y de la buena convivencia humana, pero definitivamente, simpatía o cariño, no los hay. ¿En qué extremo quieres estar?

viernes, 19 de diciembre de 2014


EL SILENCIO DE LOS PADRES.

“El hijo llega tomado a la casa, y los padres callan. La hija se encuentra a diario con el novio, y los padres callan. El hijo llega a altas horas de la noche sin justificación, y los padres callan. La adolescente sube sola al coche con un hombre, y los padres callan”.

El miedo de los padres es una  de las causas de desviación de los hijos. Muchas mamás dicen: ¡Pobrecito mi hijito! Y no corrigen al hijo. El silencio posee su propia elocuencia. Antes, los padres de familia educaban, con mayor o menor acierto, pero educaban. Podemos decir que en la actualidad existen muchos casos de miedo a ejercer el mando; y ese miedo tiene una estrecha relación con el deseo de no sufrir por un lado, y con la falta de información por otro. Me explico: existe un miedo generalizado al sufrimiento propio y ajeno; así va ganando terreno una política de concesiones y de claudicaciones en la educación. Aristóteles dijo que el hombre feliz actuará conforme a la virtud y llevará los cambios de fortuna con sumo decoro. Escribe “se difunde el resplandor de la hermosura moral cuando un hombre lleva con serenidad muchos y grandes infortunios, no por insensibilidad al dolor, sino porque es bien nacido y magnánimo".

En vez de ofrecer una vida fácil al hijo, conviene capacitarle para una vida dura y áspera. Hay que iniciarlo, sin miramientos de falsa compasión, en los esfuerzos que probablemente tendrá que desarrollar un día. Mientras la conducta de los jóvenes se encuentra en estado plástico, es necesario que adquieran buenos hábitos: cada pequeño acto, vicioso o virtuoso, deja cicatriz en ellos. El miedo también se da en los padres por falta de información: no se sabe qué hacen los hijos en el tiempo libre o cuando no se está con ellos, y no se sabe qué se debe hacer en un mundo en constante transformación. Paternalismo es "dar el pez y no enseñar a pescar”.

Los padres tienen autoridad por el hecho de ser padres; pero la autoridad se mantiene, se pierde o se recobra por el modo de comportarse. No será real si falta prestigio. La palabra “prestigio” puede resultar ambigua. No es lo mismo el prestigio de un deportista, de un profesor o de un padre de familia. ¿Cómo se tiene prestigio con los hijos? Por el modo de ser, esto es, por el buen humor, la serenidad y la naturalidad. El optimismo, la serenidad y la confianza aseguran las mejores condiciones para actuar con firmeza y con flexibilidad, con suavidad y con fortaleza: suaviter et fortiter, como decían los romanos. Y no hay que perder de vista que la autoridad vista como servicio debe gastarse, en primer lugar, en fomentar el prestigio del otro cónyuge. La vida matrimonial no es una competencia donde al final se verá quién gana. No. Es armonía, colaboración, o al menos así debe serlo. Cualquier delicadeza es poca en este sentido.

Existe una sobreestimación exagerada de las frustraciones infantiles. Por miedo a que el niño se traume se le evitan esfuerzos, sufrimientos y obstáculos, que forjan su carácter. Más adelante la vida por si misma se los presenta, no saben enfrentarse con ellos… y es entonces cuando en verdad corren el peligro de traumarse. Lo normal es que en la vida humana haya dolor; sobreproteger a la persona es un acto cruel, pues cuando a un niño se le protege en exceso, es difícil que sea maduro y que se valga por sí mismo. Lo que origina mentes débiles que no saben responder a lo que les plantea día a día la vida. Más vale educar con deficiencias que no educar.

sábado, 13 de diciembre de 2014

Publicación.

Analiza lo que lees, escuchas y ves…
Un día sí y al otro también, al leer los periódicos, ver y escuchar los noticiarios, nos enfrentamos con un tipo de discurso distinto. Y, sin embargo, no tenemos tiempo para analizar su forma y contenido o simplemente no nos interesa y debería interesarnos. Si observamos con cuidado lo que nos comunica a diario, la dirección de esa comunicación y la intensidad con que sentimos su influencia, nos podríamos percatar de que muchas veces se afirman numerosos asuntos como positivos, pero al mismo tiempo se censuran considerables temas, unos triviales pero otros de gran importancia para el destino social.
Cada vez este orden de cosas nos hace dudar, incluso sospechar, que detrás de todo esto existe algo más: la decisión de ocultar lo trascendente que se nos presenta vacío de contenido, en forma de espectáculo, y que a la vez corresponde a un tipo de lenguaje privado que se trata de preservar como territorio sagrado, a pesar de su intento de calificarse como de interés público.
La importancia de esta situación no se limita sólo al discurso de hoy, mañana y pasado. Cuando pasa el tiempo y volvemos de nuevo a revisar la memoria social que había quedado en la prensa escrita, revelamos hasta qué punto lo que en un momento nos pareció una verdad cuestionable, en otro nuevo instante, la narración que congeló la historia nos ayudó a percatarnos de que el lenguaje del poder persuasivo estaba presente en aquel y en este contexto. No obstante, rara vez son estos asuntos tema de reflexión popular. Para la mayoría de las personas, la lectura ingenua y a veces veloz de la prensa diaria es suficiente para estar bien informados, y luego hacer comentarios personales.
Mi objetivo con este comentario y en algunas oportunidades anteriores es invitarte amable lector a ir más allá de esa lectura superficial del discurso del poder, explorando no sólo su forma sino también su contenido. Lo que en apariencia constituye nada más que narraciones, para saber lo que acontece son, desde otro punto de vista, discursos ideológicos y muchas veces míticos que nos tratan de persuadir con una retórica trabajada, con cuidado consciente o inconsciente; ¿cómo podemos mirar más allá del discurso del poder para estudiar la manera como se nos convence y se nos manipula?, ¿qué perspectiva teórica es la más útil para analizar, de manera sistemática, la narrativa del poder?
Estas y otras preguntas pueden contestarse si tuviéramos esa hambre de saber si lo que leemos, vemos o escuchamos tiene fundamentos y bases sólidas, si en verdad existen argumentos y lógica entre lo que sucedió y lo que otros dicen, porque hay una máxima que señala: la información, no es conocimiento y los lectores de noticias no necesariamente son personas dignas de fe, de lo contrario se genera el caos y una mayor desinformación que puede desencadenar en algo grave, de ahí la importancia de que analices, porque lo contrario se presta a la manipulación y el engaño.
La comunicación política fija una tendencia que los analistas tratan de determinar en forma sistemática y objetiva. La noticia en la prensa, como discurso del poder, forma parte de una cultura política del espectáculo. Siempre existe un lenguaje temático y manifiesto que sirve de base para conocer las frecuencias del discurso, que aparenta ser de interés público pero que realmente es un territorio privado casi inviolable, que dio origen a una matriz de opinión. Los mapas cognitivos nos relatan muchos aspectos que estaban detrás del escenario, y el estilo verbal nos sirve también para descubrir el lenguaje hegemónico.
En la práctica de la comunicación o uso del lenguaje que llamamos discurso, se construyen y reproducen las relaciones entre grupos, las identidades y los valores individuales y colectivos de una sociedad. Ésta práctica constituye una parte esencial de la producción de sentido común y normalidad, sin que las personas integrantes de la sociedad estén conscientes de la fundamentación ideológica interesada de ese sentido común y normal. El análisis del discurso se propone, entre otros fines, correr el velo para dejar a la vista esas perspectivas interesadas.
Lo anterior se aplica, en particular, al discurso político, esto es, a la praxis comunicacional mediante la que se construyen, reproducen o cambian las relaciones de poder entre los actores políticos.
La política representa un campo de batalla semántica donde se ocupan sentidos y representaciones sociales con el fin de conquistar la hegemonía interpretativa respecto de los problemas sociales, cimentando así la hegemonía política de una particular e interesada visión del mundo.
Aquellos actores políticos que logren imponer su discurso como dominante o matriz de opinión tienen mayores facilidades de ganar apoyo, sumar adeptos y conquistar votos que les permiten implementar sus estrategias políticas. En otras palabras, el discurso político demarca el terreno de lo políticamente factible en momentos y contextos sociales determinados. Su estudio y análisis ayuda, en consecuencia, a descubrir los procesos visibles y encubiertos que constituyen y determinan las relaciones de poder en una sociedad.
Así que, amable lector, si estás interesado en ir más allá, o como dicen leer entre líneas, debes tomarte un espacio de tiempo para desmenuzar los temas que en verdad te interesan, lo demás, solo léelo, velo, escúchalo y deséchalo. Pero no cometas el error de repetir algo de lo que no estés seguro sea verdad...

sábado, 6 de diciembre de 2014

Publicación.

Plática con una Escort…
Estimado lector, quizás esta palabra (del anglosajón acompañante) la hayas escuchado (hace años hubo un modelo de automóvil que así se llamó) o quizás no, pero es un término utilizado actualmente para denominar a las personas dedicadas al oficio más antiguo del mundo y sobre todo, para darle mayor valor y un giro a su oficio.
Hoy quiero compartir una plática que tuve con una mujer dedicada a esta modalidad. Su nombre artístico es Cristian, mexicana, alegre, relajada, hermosa, fina, con un cuerpo exuberante y, me indica, proviene de una familia tan normal o tan loca como muchas.
Creció al sur de la Ciudad de México, en una colonia de esas de clase media para arriba. Estudió en buenos colegios y dice que estuvo rodeada de esos parásitos que se llaman a sí mismos gente bien. Vivió una infancia agradable, durante la cual nada le hizo falta. En 2010, cuando tenía 18 años, comenzó a trabajar de escort, anunciándose en Internet.
Y esta es su historia. Una no nace profesional, pero lo puta es algo que se lleva dentro. Yo nací con esa vocación. Mi primera relación sexual fue a los catorce, con un tipo casado y que me doblaba en años (y en otras cosas). Fui su amante por un tiempo y mantuve con él las más libertinas relaciones que a esa edad podían vivirse. Pero en este país, la fortuna puede ser sólo una suave línea que separa la farsa de la realidad. A estas alturas no sé si mi papá murió porque nos quedamos en la calle o si nos quedamos en la calle porque mi papá murió, el caso es que de la noche a la mañana pasé de ser una niña consentida a indigente. De pronto me arrebataron todo lo mío y mi mamá comenzó a dar clases de inglés por unos cuantos pesos que no alcanzaban ni para pagar los gastos de la casa. Y no es que me tire de a mártir, porque de entre los muchos papeles que podré jugar en la vida, creo que ese es el que menos me queda. Simplemente son cosas que pasan; pero se siente de la fregada cambiar tan de repente el ritmo de vida.
Lo fuimos perdiendo todo poco a poco. Yo, que siempre había disfrutado tanto los obsequios de la buena vida, tuve que hacerme de un trabajo miserable. Conseguí con un cuate, previa entrega de las nalguitas, una chamba mal pagada como instructora de spin. Toda la vida he hecho ese ejercicio y estoy capacitada de sobra para conducir un grupo. Pronto tuve a mi cargo a varios grupos de viejas regordetas, muchachas anoréxicas, algunas muñequitas fresas y uno que otro maricón.
A la sesión de las 5 de la tarde venía una chica venezolana. De unos treinta y pocos añitos, rubia, delgada y de grandes ojos azules. Magnífico cuerpo y bello rostro. Me cagaba verla llegar todos los días con diferentes pants (siempre de marca) y salir vestida del spin como muñeca. Tenía un porte estupendo y arrogante. Casi no hablaba con nadie. Yo estaba segura de que se trataba de una tipa fresa (digo, importadas y todo, pero donde quiera hay niñas fresas) mujercita de un marido rico que le mantenía su holgazanería. Me daban unas ganas locas de ser ella.
Después de todo y pese a lo que cualquiera supondría, la venezolana resultó simpática y de repente nos hicimos amigas. Se llamaba Karen y vivía en la colonia Doctores, a unas cuantas calles del spin, pero supe a qué se dedicaba sólo después de haberle contado las calamidades que estaba viviendo. Es fácil, me dijo, se gana mucha plata, sólo es cosa de tomarla con calma y puedes salir de apuros.
Puedo decir que antes de eso la idea ni siquiera había pasado por mi cabeza. Es más, hasta puedo afirmar que me ofendí. En cualquier caso estaría mintiendo. He llegado a pensar que todas las mujeres en algún momento de la vida soñamos con la idea de tener sexo por dinero. La diferencia es que lo que para la mayoría es sólo fantasía, hay algunas que lo llevamos a la práctica. Ganándonos, desde luego, la envidia y el rencor de aquellas que nunca se atrevieron.
Después de todo, pensé, ya había conseguido muchas cosas a lo largo de mi vida poniendo a mis nalgas como intermediarias, siempre con magníficos resultados, pero sin duda inferiores a los que podría obtener tasándoles un arancel razonable.
También mentiría si te digo que fue fácil. Parece sencillo, ponerle precio al cuerpo como si se tratara de etiquetar aguacates en el supermercado, pero siempre es difícil hacerse a la idea de que le estás poniendo un importe a tu intimidad. Estoy de acuerdo con que la virginidad, el pudor y la sexualidad están sobrevaluadas, pero siempre pesa la duda sobre hasta dónde llega lo que entregas.
Luego vienen dos obstáculos a salvar: el miedo y el asco. Siempre se corren riesgos en la vida, pero llegar a un cuarto de hotel a buscar un hombre solo, al que nunca antes has visto, sin más protección que tu buena suerte y muchos condones, no es la mejor idea de seguridad para una muchacha medio fresa y con apenas 18 abriles encima (menos en una ciudad como ésta); y la idea de encontrar tras la puerta un hombre sucio y repugnante al cual tengas que abrirle las piernas y el alma para atenderlo, no es precisamente la imagen de una velada romántica.
Pero cuando existe vocación, esas cosas se superan sin mayor problema. Claro, creo que como los artistas, que dicen que siempre sienten los mismos nervios antes de entrar al escenario, nosotras también, antes de tocar a la puerta regresa un poco de ese miedo y ese asco que dan la incertidumbre, pero invariablemente el temple te permite salir airosa de cada encuentro.
Mi anuncio con fotografía apareció en Internet más o menos una semana después de mi charla con Karen, ella me ayudó tomando aquellas fotos. Esa tarde comencé a atender llamadas.
Cuando se es propensa natural a las artes de la putería, una se hace experta de la noche a la mañana. Es como un don. Es muy sencillo. Los hombres no quieren simplemente gozar. La fantasía, la madre de todas las quimeras masculinas es, para sorpresa de cualquiera, que la mujer con quien comparten, goce. Creo que es el único acto realmente generoso de su sexo. Para que un hombre disfrute realmente de una relación por la cual pagó no es suficiente que tenga el más impresionante de sus orgasmos; es necesario que esté seguro de que su pareja también lo disfrutó.
En este oficio aprendemos a conocer los ritmos y las reacciones de nuestros clientes. Si un hombre quiere que lo hagamos sentir poderoso, se va creyendo que es dios. Si un cliente espera sentirse amado, aquí encuentra unos pechos donde guarecerse, si lo que quiere es sólo sexo, acá está esta piel que en cada centímetro se entrega con la única intención de complacer.
Al primer cliente lo atendí en un hotel del Centro. Era mayor de treinta pero menor de treinta y cinco. Entre sus brazos, desde aquella primera vez, aprendí muchos de los secretos del oficio. Cruzar esa puerta fue el paso más difícil que he dado; dejarla abierta como un buen modo para subsistir y recrearme mejoró mi vida. Después de todo, somos un bien necesario. Somos la promesa de que todo es posible. Más que cuerpos tibios con tacones, faldas cortas y escotes, supe que me había convertido en una tregua. Ese tiempo y ese espacio donde un hombre podría abandonarse a su fantasía. Comprendí, entonces, lo que era ser y sentirse mujer, en toda la extensión de la palabra.
Cristian, en verdad abrió su corazón, lo cual le agradezco, y a grandes rasgos me contó su historia, una historia que no tiene nada de diferente a la de muchas mujeres que no tienen que ser juzgadas, simplemente respetadas. Y que en esta entrega me permito compartir contigo.