Resulta contradictorio
vivir en un país donde un gran porcentaje del dinero público está destinado a
la educación y darse cuenta, cotidianamente, cuanta ignorancia existe en la
población.
Antaño, los profesores
realmente llegaban a ser maestros (te recuerdo amable lector, que la maestría
es un grado académico, por lo cual lo correcto es decirle a un docente,
profesor y los que sí tienen estudios, en toda su documentación así lo indica),
sin embargo, en la antigüedad, se manejaba que aquel que llegaba a dominar su
profesión, arte u oficio, que lo hacía con amor, cariño, con pasión,
disciplina, por el tiempo de desempeño, por su edad, podía ser reconocido, no
de manera oficial, sino de forma cariñosa, como maestro. Sin embargo, en
nuestro país la ignorancia hace que se cambien, los significados y sentidos
reales a las palabras, profesiones, frases y lo que vaya surgiendo, lo que se
ha transformado en costumbre, dejando atrás lo correcto y el buen decir.
Vivimos en el país donde
los médicos son doctores, cuando el doctorado es igual, un grado académico que
pocos, muy pocos mexicanos en la actualidad, ostentan, y lo que es peor, los
propios médicos, sabiendo que su denominación es incorrecta, porque, los que la
tienen, su acreditación oficial en ningún documento señala que sean doctores,
sino médicos y ellos en su ignorancia, confunden a los enfermos autonombrándose
así, recuerda amable lector, que la ignorancia no se extingue con el sólo hecho
de saber leer y escribir u ostentar un título universitario, esa es otra
falacia de la población.
En algunos estados, al
albañil, plomero, electricista, mecánico, etcétera, se les dice maestro, pero
también es cierto que en otros, menos cerrados, los llamamos maistros, lo que
hace el cambio de una letra ¿Verdad?, porque así ya no estás denigrando al que
buscó un grado académico superior.
Incluso hay unos pasquines que se venden en los puestos de revistas de manera
esporádica que así se llaman, los maistros… pero mucha gente no lo entiende y
critican a la editorial, porque, está mal, cuando los equivocados son ellos.
Lo mismo sucede con el
término Licenciado, al oírlo, verlo o decirlo, la mayoría lo asocia con los
abogados, porque no conocen que dicha palabra, sirve para designar a cualquier
egresado universitario, incluso el ingeniero…, arquitecto, sicólogo, etc. su
grado académico es de licenciatura. La mayoría, el título, cédula profesional y
cualquier documento oficial los reconocen como licenciados (licenciado en
Derecho, licenciado en Sicología, licenciado en Administración de Empresas,
licenciado en X o Y, por lo que en estricto orden ascendente, estos son los
grados académicos en México: prescolar (ahora constitucionalmente, son
obligatorios 3 grados, es decir pueden y deben ingresar a partir de los 3 años,
porque esto los ayuda a ir madurando y también para mover más la economía,
uniformes, útiles escolares, etc.), primaria (6 grados), secundaria (3 grados),
bachillerato (6 semestres), licenciatura (varía según la carrera y universidad,
de 8, 9 o 10 semestres), especialidad (varían términos), maestría (varían
términos) y doctorado (varían también), aquí encontramos otra idea equivocada,
la gente dice o pregunta que están, van en tal año, por favor amable lector,
revisa las boletas escolares, dicen
grados, no primer, segundo, etc. año.
Hasta aquí ya desmenucé
los grados escolares, sin embargo, es muy común, oír, incluso leer, palabras
que de manera incorrecta las inician con A, la más común, acompleto, acompleta,
acompletar, y derivaciones, o terminar otras con S al final, de manera
indebida: vistes, supistes, leístes, creístes, aparecistes, etc., asimismo,
cambiar una letra intermedia por otra, tales como ibanos, andabanos, ingeñero, haiga,
etcétera. Agregar letras de más, como en diferiencia, indeminización, bellia,
etc., anteponen el sí o no a las preguntas (si tiene X o Y, no está fulano,
etc.), hablar en pasado, estando en el presente, tal como sería, venía, quería,
etc. (en lugar de es, vengo, quiero, etc.), confundir el ancho con el grueso,
largo y corto, cerca y lejos, (¿recuerdan Plaza Sésamo?) etc., cambiar la
última letra, principalmente la O por U, escuchen a Vicente Fernández en muchas
de sus canciones, a Emmanuel, y otros cantantes que entonan incorrectamente las
palabras, sin embargo, el pueblo al oírlos y por la fama mal entendida, van
repitiendo mal, porque creen que es correcto y lo peor, que la gente se burla
de quien lo hace, pero no les dicen que están hablando mal, en muchos casos
porque hacen caso a lo que dice el refrán: corrige al sabio y se hará tu amigo,
corrige al ignorante (al necio) y se convertirá en tu enemigo.
También es muy
frecuente, conocer lugares, escuelas o instituciones, no por su nombre
original, sino por el nombre de la calle en la que se ubican y como dicen, la
costumbre se convierte, para los ignorantes, en ley, sus hijos, nietos,
bisnietos y demás generaciones crecen con esos errores de escritura y/o
pronunciación, lo que vuelve más difícil modificar algo tan arraigado, amén de
que las nuevas generaciones de profesores, se desempeñan más por condición que
por vocación y mientras reciban su salario completo y mejor, no les importan
los alumnos, salvo, como en todo, hay honrosas excepciones.
Todo esto, genera
anarquía, apatía en los adultos (me refiero a todos los mayores de 18 años)
porque, crecen sin que los corrijan (como en todo, hay excepciones), sin que
les enseñen en su casa o en la escuela lo que es correcto, el respeto hacia los
demás, hacia las leyes, personas, cosas, demás seres vivos, lo que conlleva a
que las calles, no importa si es rancho, pueblo o ciudad, sean la mayoría de
ocasiones, un caos, donde todos se creen con derechos únicos y los de los
demás, no importan, dice un refrán, tu derecho termina, donde empieza el mío, sin
embargo, vivimos en una sociedad carente de respeto, carente de cultura,
carente de una verdadera educación, las leyes se deben aplicar a los demás,
pero a mí no, porque yo no hago nada fuera de ella, decimos muchos, porque es
tanta la ignorancia (por no decir, estupidez) que no vemos más allá de nosotros
mismos, sentimos que las calles, escuelas, parques, áreas, son solo nuestras y
actuamos con estulticia. Finalmente, otro error (de tantos) cometido por
muchos, sea de pie o en auto, estorbamos el libre tránsito de los demás, y si
nos pitan, piden permiso, o empujan, nos molestamos, entendemos mal el pedir
permiso, pedir permiso, es hacerle saber al otro que está mal su conducta, que
está parado donde no debe estar, no es una regla de cortesía, es una regla de
educación que deben aprender para no volver a cometer X o Y error, sin embargo,
pocos, muy pocos de verdad lo hacemos. Amigos, hagamos un recuento de nuestras
acciones cotidianas realizadas y lo que esté mal, hay que cambiarlo. De verdad,
siendo más conscientes, más educados vamos a vivir y convivir con mayor
tranquilidad y a todos nos irá mejor.
La riqueza de un país
es la educación y México, actualmente, es un país muy pobre. Irónicamente,
cuando más presupuesto es destinado a este rubro.