martes, 31 de marzo de 2020

¿Cuándo?


¿Cuándo vas a cambiar tú?

El cambio en México, es la palabra más usada, trillada, repetida por muchos y más aún en época electoral. Casi todos los que la han usado, pretenden alcanzar un cambio, pero siempre visto desde la perspectiva de que ese cambio lo hagan los demás y el que se presume interesado, no hace nada para alcanzarlo.

Así es amable lector, quizá alguno de ustedes, también se encuentre inmerso en esta vorágine de revolucionarios de mentira, esos que abundan por todas partes y más aún, en las redes sociales, donde creen que publicando algo que a nadie le importa, van a imponer sus ideas que cambiarán la cultura, la política, la sociedad nacional.

Lo he mencionado en entregas anteriores, que si quieres algo diferente, debes empezar por ti, de ahí continuar hacia tu familia, salir a la calle con los amigos, compañeros de trabajo o profesión, con los conocidos de tiempo y los recientes, en fin, que esto se vuelva un círculo virtuoso, que empiece a modificar los vicios que nos mantienen estancados como un país exitoso en todos los ámbitos.

Lo que predomina es el ejemplo, bien o mal, pero eso es lo que recordamos de X o Y gente que veamos; las palabras rebuscadas, dijeran los antiguos, domingueras, en el momento de oírlas son hermosas, te emocionan, pero saliendo del aula, recinto o salón, se olvidan. Lo mismo pasa si las leemos impresas en un libro, documento u hoja. En cambio, una acción que se haya visto (observado es mucha pretensión), se queda guardada, grabada en el subconsciente individual. Otro vicio nacional, es el de recordar siempre lo malo y pocas veces lo bueno, ¿será porque eso se hace más?

Albert Einstein, nos heredó una frase para la posteridad, que cobra cada día mayor vigencia: …”El mundo está lleno de idiotas, colocados estratégicamente, para que diariamente te encuentres por lo menos a uno…”. Fuerte ¿verdad? Pero cierta.

Al ir caminando por la banqueta, es común encontrar gente detenida platicando, obstruyendo toda la acera, la entrada a una casa, negocio, banco, escuela, etc., muchos incluso pidiéndoles permiso ni así se mueven. Se dice, y se dice bien, que pedir permiso para algo, que no debiera existir, si hubiera más sentido común y sobretodo, materia gris en muchos individuos, es decirle, quítate, muévete estúpido no ves que voy a pasar y tú ¿estás estorbando? Pero el mexicano, como siempre, entiende las cosas al revés.

Arriba de un auto, las cosas son peores, en una sociedad con cultura, es sabido que salvo donde hay semáforos o puentes peatonales, el peatón es primero, pero en un país retrasado como el nuestro, los automovilistas se sienten semidioses, no dan el paso a las personas, no respetan las señales de tránsito, no permiten que alguien estacionado se incorpore al arroyo vehicular, etc. Da un mal aspecto colocar tubos, concreto, cadenas, macetas, para señalar que en ese lugar no se deben estacionar, pero aun así, nunca falta uno de los que decía Einstein. Pequeñas acciones que dicen mucho, todo es cuestión de observar y aplicar la lógica, ya que hasta con poner pasta dental al cepillo se conoce al que es imbécil.

Esto, por supuesto no exenta a la clase política nacional, individuos así los hay, incluso peores que el ciudadano común, en la actualidad, ya no se guardan las formas, ahora el nepotismo, ya parece aceptado entre quienes creen gobernar al país integrando alguno de los tres niveles de gobierno. Desde siempre, en infinidad de ocasiones, no llega a los puestos de elección popular, es más, ni siquiera alcanza la candidatura el individuo más preparado, más capaz, probo y con experiencia; pero actualmente, hay tal cinismo, descaro de estos sujetos, que postulan, promueven e imponen a sus esposas, hijos, hermanos, hijastros, amantes, secretarios, deportistas considerados ídolos nacionales, dirigentes sindicales de dudosa reputación, gente con dinero para comprar la candidatura, personas con arraigo en su municipio o región, pero neófita en las lides políticas y académicas, etc.

En el colmo de la desfachatez y con la única consigna de ganar o mantener el poder, los partidos políticos, regalan puestos de elección popular a los que renunciaron al instituto de enfrente, porque según ellos, traen un amplio capital político, parece que se ponen de acuerdo para que sean los mismos los que solo se mueven de la senaduría a la diputación federal, de ésta a la diputación local, de legislador a alcalde, de munícipe a diputado, etc. hay gente en todos los partidos políticos que tienen más de veinte años ocupando un cargo de elección popular y como dijera Raúl Velasco, aún hay más. Todo esto con la finalidad de cerrar el paso a nuevos cuadros, a los que mantienen entretenidos con algún cargo administrativo, pero sin soltarle el poder, muchas veces vicario, pero poder al fin, a los que sueñan con formar parte de ese grupo selecto y elitista que gobierna, o dijeran muchos, desgobierna a nuestro país. Porque en automático, empiezan a cometer muchas de las conductas negativas que tienen estancado en todos los aspectos a nuestro cada vez más relegado país, a nivel mundial. Con sobrada razón, porque en general, para nada un mexicano con estas conductas viciadas, es un buen ejemplo para otras naciones.

¿Podemos cambiar? Claro que sí, pero se necesita demasiado esfuerzo y sacrificio, que la mayoría no tiene la mínima intención de realizar. Porque el principal obstáculo, es no tener la madurez de reconocer que tenemos muchos defectos, vicios que nos mantienen estancados como país. Si algún extranjero critica a México, en automático y sin reflexionar, se convierte en el enemigo principal de todos, nadie se detiene a analizar que tiene razón. A pesar de tantos años de libertad, de la infinidad de mezclas con otras razas, los mexicanos, seguimos conservando las raíces indígenas, porque somos en todo y para todo necios. Con la única excepción de que no lo somos para mejorar.        

lunes, 30 de marzo de 2020

Exageración...


Cuidado de las mujeres.

En la actualidad, los gobiernos en cualquiera de los tres niveles, han incrementado, diría yo, exagerado, el cuidado y protección de las mujeres, esto además con la complacencia de algunos medios de comunicación nacionales y locales, pero que solo es mediático, porque no hacen nada, ni se puede hacer nada. Pero así es la real política mexicana.

Sé que va a leerse fuerte lo siguiente, pero es la realidad, mujeres maltratadas física y sicológicamente, incluso muertas siempre ha habido, hay y habrá, es algo natural, es la cadena de supervivencia que en el reino animal existe.

En otras entregas anteriores, he señalado que la muerte de un hombre es considerada normal, entre los mismos congéneres, y las mujeres de plano ni dicen nada al respecto. Pero caso contrario sucede, cuando le ocurre a una mujer, y eso que las estadísticas aún no colocan en un igual cincuenta por ciento.

Para aquellos que se dan un espacio en su vida para analizar lo que sucede en su entorno y en el entorno regional, estatal o nacional, saben que la mayoría de los delitos son cometidos por gente cercana a las víctimas, y un alto porcentaje es de familiares y parejas sentimentales de los afectados. Pues el caso que no ocupa no está exento de ello.

Muchos hemos sabido de mujeres golpeadas y asesinadas, por sus amigos, novios, amantes, parejas, esposos, incluso mandadas por otras mujeres que sienten envidia hacia las víctimas, porque se sienten afectadas en su ego femenino, porque andan con sus parejas, etcétera.

En estos casos, ¿Qué se puede hacer? Nada, no se puede hacer nada, porque ¿quién va a cuidar a alguien de sus seres queridos? Nadie, no es lógico, pero es la causa más alta en las estadísticas de delitos contra las mujeres. Adentro de un hogar, no hay autoridad que pueda ingresar sin permiso del dueño, entonces ahí los gobiernos no pueden prevenir ningún delito. Porque pocos se imaginan que pueden ocurrir. Aquí, se requiere de la inteligencia emocional individual, la tolerancia y los valores que desde pequeños se hayan inculcado a los involucrados, porque no hay poder humano que pueda prevenir lo que vaya a suceder.

En menor medida, hay otros delitos que ocurren en la calle, donde si la autoridad pudiera intervenir para prevenir los mismos, pero donde también en alto porcentaje, intervienen personas cercanas o conocidas, como por ejemplo, en una violación, claro que hay delincuentes enfermos que se dedican a estos actos, pero la mayoría de casos, tiene como responsable a un ex de la víctima que lo dejó por X motivo o razón, o por alguien que se sintió rechazado, es decir, que no tuvo la oportunidad de formar parte de la vida de la otra persona, en estos casos, hay altas probabilidades de que por ser conocidos o reconocidos por la agraviada, las asesinen. Además de que en México, es más fácil librar pagar culpas, asesinando que dejando vivas a las víctimas, aunado a que pocas veces los detienen.

Claro que hay actos aislados, fortuitos, pero son menores en la estadística diaria, la mayoría tiene que ver con personas conocidas, esas que conocen muchos movimientos de las víctimas, que saben a dónde van y con quien, horarios y más. Un delincuente común, no se va a detener a estar vigilando varios días a la presunta víctima solo para violarla, golpearla o matarla, y los capos grandes, menos, sus negocios e intereses son otros, no andan perdiendo el tiempo en nimiedades, aunque para la prensa y las autoridades, sean los culpables de cualquier delito.

Pregúntate inteligente lector ¿Qué se puede hacer en esos casos? Nada. Desafortunadamente, nada. No hay suficientes elementos de seguridad, llámense como se llamen, para andarnos cuidando día y noche, dentro y fuera del hogar a tantos millones de ciudadanos, aquí hablo en general, porque no es más importante una mujer que un hombre, somos iguales y tanto importa o duele una muerte de uno como de otro, si no pregúntale a sus deudos.

Lo que leemos y escuchamos casi a diario, sobre este tema, es solo un distractor, buscando ganar puntos políticamente, porque no hacen nada, ni hay mucho que en realidad hacer sobre el tema. Aquí solamente, se deben tomar precauciones, saber elegir a las amistades cercanas, conocer detalladamente a quien contar cosas personales, a quien se invita al hogar, al empleo, a la escuela, no andar presumiendo lo que muchas veces ni se tiene, salir lo menos posible en altas horas de la noche, ni a sitios que pueden implicar un grado de riesgo, si se termina una relación, en el caso de las mujeres, que no hagan parecer al hombre como lo peor, simplemente se termina y ya, no andar poniéndolo en mal ni hablando de él, porque esto provoca resentimiento que puede alcanzar grandes dimensiones negativas, pero principalmente, repito, poner atención a cada detalle de quienes conviven con nosotros. Esa es la clave principal. La persona más importante en tu vida eres TÚ y solo tú, eres la responsable de cuidarte. A nadie le preocupan los demás, aunque en apariencia buscan el beneficio de todos. Tómalo en cuenta.

domingo, 29 de marzo de 2020

Publicación.

El traje masculino…

                
Lic. Alfredo Castañeda Flores                  Analista
 
El traje, tal y como lo conocemos hoy en día, tiene  su origen en Inglaterra. Se hacían a mano por los maestros de sastrería, la chaqueta se confeccionaba de un tejido y el pantalón y el chaleco de otro y, aunque empezaba a despuntar el traje como una prenda de uso cotidiano, la elegancia la seguían marcando los trajes de etiqueta como el esmoquin, el chaqué o el frac.
 
En 1930, el traje empieza a tomar la medidas y hechuras tal y como lo conocemos en la actualidad. Los patrones de aquella época aún se consideran válidos en la actualidad, con las modificaciones pertinentes que la moda y el nuevo ritmo de vida han impuesto hoy, así como las tendencias que marcan las casas comerciales y sus colecciones.
 
No obstante, podemos indicar que basándose en un patrón estándar de partida, se mantienen los cortes clásicos. En cuanto a las telas, aunque también hay innovaciones, las más utilizadas siguen siendo la raya diplomática (rayas finas sobre colores obscuros, generalmente, aunque también pueden ser claros, predominan los grises, azules oscuros y negros; el ojo de perdiz, los cuadros príncipe de Gales, y los tejidos lisos).
 
En cuanto a los materiales, lana, principalmente para el invierno, y algodón y lino para el verano. Aunque se pueden encontrar en el mercado mezclas, tejidos sintéticos y una amplia variedad de tejidos y calidades.
 
Tipos de traje. Independientemente de la moda en tejidos o colores, los trajes los podemos clasificar en tres grupos principales, teniendo en cuenta que puede haber cientos de variantes a estos cortes clásicos o base (anchura de solapas, botones en las mangas, etc.):
 
Traje recto, dos botones. Uno de los más utilizados en nuestra vida diaria. Se utiliza este corte tanto en chaquetas de sport como en chaquetas de vestir. Es la chaqueta con las solapas más largas y la mayor abertura central del pico (la que más corbata deja ver). Se suele llevar abrochada al completo o solamente abrochamos el botón superior, pero nunca el botón inferior solo.
 
Traje recto de tres botones. Es probablemente el más elegante para trajes de vestir. Es equilibrado, de solapas cortas y suele ir acompañado de chaleco, aunque todo ello es muy dependiente de la moda y la tendencia del momento. Se abrocha por completo, y no suele llevarse desabrochado, pero al igual que en el modelo anterior se abrochan los dos primeros botones superiores, pero nunca solamente el primero o el inferior.
 
Traje cruzado, con dos botones. Se caracteriza por llevar dos filas de botones. Hoy en día está de poca actualidad, aunque en Inglaterra es una de las más utilizadas. Siempre ha sido considerada muy elegante, y se puede llevar o totalmente abotonada o totalmente desabotonada, pero nunca a medio abotonar. Podemos encontrarlas también cruzadas con dos filas de tres botones cada una.
 
Estos son algunos datos para distinguir un traje de calidad.
 
Pantalones. Suelen contar con una tablilla lateral para un mejor ajuste del mismo. Un pantalón debe quedar a la altura del tacón por la parte posterior, y cubrir al menos un tercio del zapato por la parte delantera.
 
Bolsillos. Un buen corte evita que al sentarse se vea el forro del bolsillo del pantalón. Otro detalle, se nota en el bolsillo superior de la chaqueta, que guarda una pequeña curva para que se adapte con suavidad al contorno del tórax. El bolsillo interior de la chaqueta, suele llevar un botón y no dejarlo abierto. Los bolsillos exteriores suelen llevar algún pequeño refuerzo para evitar que se deformen. Un pequeño truco es utilizar solamente los bolsillos internos de la chaqueta y dejar los exteriores cosidos por dentro, como vienen de fábrica, así evitamos que se deformen.
 
El forro. Un traje de calidad cuenta con un forro elegante, principalmente de seda, y un cosido esmerado de puntadas muy precisas y juntas. Son muy vistosos y elegantes los forros con motivos diversos.
 
Solapas. Contar con un ojal en la solapa es un detalle que se ha ido perdiendo, y que a menudo se echa de menos.
 
La manga. Los trajes más elegantes suelen contar con botones en la manga que son perfectamente desabrochables, no como en los trajes de “serie” donde los botones de la manga son un falso adorno, pero no se pueden desabrochar. Nunca se debe ver el forro por la manga.
 
Otros detalles. El tercer bolsillo, más pequeño situado sobre el bolsillo inferior derecho, es utilizado y vuelve en función de las modas y las tendencias. Es conocido como el “ticket pocket” debido a que era el bolsillo donde se guardaban las entradas para un espectáculo, o cualquier otro tipo de “ticket” o entrada.
 
Los trajes actuales están incorporando bolsillos interiores a la medida de pocket pc´s, celulares y ipods.
 
Espero que esto te sirva, amable lector, en la elección de un nuevo traje para cualquier evento social o político, en el que participes.

sábado, 28 de marzo de 2020

¿En serio?


DE VERDAD, ¿COMPRENDES LO QUE LEES?

La comunicación escrita es una de las formas de expresión más utilizadas por el ser humano. Es un medio por el cual mucha gente se relaciona con otros. Evidentemente, requiere de un receptor que cuente con la habilidad lectora, primero, para captar el mensaje escrito y, segundo, quizá lo más complejo, para comprenderlo.

La lectura, como simple ejercicio visual y receptor de palabras, frases y oraciones, se presenta en cualquier persona alfabetizada. Sin embargo, este proceso va más allá del sólo entendimiento superficial de algún texto.

La mayoría de la gente que sabe leer encuentra barreras constantes en el momento de aprender, comprender o, incluso, interpretar lo leído. Esto se debe a diversos factores; los principales son: escasez de vocabulario, falta de concentración, falta de conocimiento sobre el tema elegido para leer, distractores ambientales –ruido, luz inadecuada, tipografía inusual, etcétera--, malas posturas corporales y, por supuesto , un estado de ánimo no apropiado para realizar una lectura.

Además, no en todo lo que se lee se presta la misma atención. Ello dependerá del interés del lector o de la situación en que se encuentre. Aunque debido a los adelantos tecnológicos, esta herramienta se ha estado quedando atrás, en lugar de ir de manera paralela.

Toda lectura está conformada por una suma de oraciones que deben cumplir ciertas funciones y en conjunto dan vida a un escrito. Básicamente, cualquier tipo de texto debe parecerle al lector atractivo, interesante y placentero, además de generarle enriquecimiento en algún ámbito de su vida.

Cuando una lectura se realiza por obligación, esto se convierte en una primera barrera de entendimiento y comprensión, así que, opta por una actitud positiva y relajada si lo que vas a leer lo tiene que leer.

Existen, esencialmente, dos tipos de lectura: la conceptual y la narrativa; también dos formas para leer: la superficial y la profunda.

En lo concerniente a la lectura conceptual y narrativa, la diferencia radica principalmente en el lenguaje, es decir, las palabras que se emplean en la redacción de los textos. Ambas tienen un título y una estructura adecuada para relatar los hechos, pero el contenido es totalmente distinto, así como la información que se pretende llegue al lector.

La mayoría de las veces que leemos, lo hacemos de manera superficial, es decir, solamente decodificamos lo escrito gracias al conocimiento de nuestra lengua; tenemos contacto con un texto únicamente de vistazo. Almacenamos la información recibida pero no la procesamos debidamente para dar paso a la comprensión.

Desafortunadamente, la lectura profunda, de comprensión, no se enseña desde una temprana edad, ya que en la escuela o en casa enfocan nuestro aprendizaje en el sentido visual más que en el cognitivo o intelectual y ello impide que nuestro cerebro procese adecuadamente lo aprendido y logre interpretarlo.

Claro es que no siempre deseamos hacer una lectura profunda, ya que la lectura superficial se presenta cuando vemos casualmente algún anuncio o viajamos en transporte público y nuestros ojos captan mensajes rápidos de carteles, invitaciones, comercios, etcétera. O bien, de manera consciente, si buscamos algún dato concreto o cierto detalle que nos interesa de un texto, aplicamos una lectura superficial. La extensión del texto no determina que el contenido sea más sencillo o más complejo, o que el mensaje sea más claro para su comprensión; es decir, así como un breve texto puede significar un proceso profundo de comprensión, un texto más extenso puede contener mensajes claros, contundentes y sencillos de comprender.

Asimismo, la forma en que el lector recibe un mensaje preciso, por medio de la información contenida en ellos, puede ser superficial, profunda o ambas, ya que el interés, la curiosidad y el estado de ánimo de quien lee, incluso el tiempo y la situación en que se encuentre, son aspectos vitales para dar paso a la comprensión lectora, desde un simple vistazo hasta un ejercicio lector pausado y analítico.

Sin embargo, es frecuente encontrar a muchas personas que no tienen la mínima capacidad de análisis de leer un anuncio, un precio, una frase completa y solo lo hacen con la primera palabra, cifra o mitad de la oración y eso provoca que se tengan que estar repitiendo las cosas o que se den malos entendidos, sobre todo en los negocios, porque la gente se queda, generalmente, con la idea de una cantidad menor, además de otros vicios frecuentes que la mayoría cometemos, por la falta de una mejor comprensión de lo que leemos.  

viernes, 27 de marzo de 2020

Cada día más...


Decepcionado.

Hoy quiero aprovechar el espacio para hablar de acciones en general que nos toca vivir, ver y saber, en el entorno diario en el que vivimos y nos causan, entre muchas cosas, decepción.

La principal de todas y la peor, es darse cuenta de lo malagradecidos que somos los mexicanos, principalmente, aquellos que más necesitan de los demás, esos, sin duda, son los peores. En la actualidad la frase de antaño que decían los abuelos ha quedado en desuso (los buenos somos más).

La mayoría de esa gente, se acerca a quien le puede ayudar con empleo, con dinero, con cosas materiales, etc. y solo están ahí mientras obtienen beneficios, pero ya están observando a quien se le van a acercar una vez que su víctima actual deje de servirles. Suena fuerte, pero así es. El mexicano carece de agradecimiento, vaya, ni siquiera de lealtad, porque no solo se alejan de quien lo ayudó, poco o mucho, aunque para el malagradecido todo se les hace poco, sino que se dedican a dejar en mal a esas personas ingenuas que creyeron en su aparente bondad.

Derivado del mal agradecimiento, vienen Las acciones estúpidas que nos afectan a todos, aunque se empeñen en decir que no es cierto.

Una de ellas, es no respetar al peatón, cuando mueven automóviles, porque quien sabe manejar, respeta. No permitir que los autos estacionados se incorporen al arroyo vehicular, no respetar el 1X1, no respetar los semáforos, estacionarse en lugar prohibido, doble fila, aunque sea un segundo, que es la excusa idiota de los que lo hacen. Una persona con pocas neuronas sabe que un segundo es nada, por lo cual están mintiendo.

Ahora que están queriendo eliminar las bolsas de plástico, mucha gente, trae colgadas al hombro enormes bolsas ecológicas, pero solo de adorno, porque de todas formas exigen plástico. Pretenden engañar a los demás, creyéndose protectoras del planeta. Hay mucha hipocresía en la gente.

El mexicano es amante de las fiestas, reuniones y es muy frecuente que se les invite a un desayuno, a una comida o simple convivencia donde hay degustación de alimentos, eventos culturales gratuitos, etc., pero ni así asisten y lo que es peor, afirman categóricamente que acudirán y los anfitriones les creen y ya no invitan a otros porque temen que lleguen más de los presupuestados, quedándoles espacio y alimentos. Por otro lado, los que si asisten, pocos aprecian el gesto del anfitrión, la mayoría se va hablando pestes de la organización, de lo recibido, de la atención, es decir, regresamos al negativo agradecimiento que existe en el país.

En lo relativo a los negocios, cuando estos son pequeños o que los dueños están presentes en los mismos, se acostumbran a pedir fiado, a quedar a deber una parte porque no les alcanza el dinero y les urge llevarse la mercancía, abusando del conocido, pero cuando tienen dinero, compran lo mismo en una tienda de capital ajeno al lugar donde viven, olvidándose, nuevamente, del agradecimiento, la lealtad y cómo se mueve la economía local. Generando estas acciones más pobreza.

Esto y nada le interesa al malagradecido, ellos solo buscan un beneficio personal y nada los satisface.

Como la mayoría de esta gente, no tiene muchos estudios ni preparación, son los que laboran en las empresas privadas, pero al no tener la capacidad de aprender lo que ahí se hace, pese a las innumerables oportunidades que se le dan, terminan siendo despedidos y como siempre se consideran las víctimas de los demás, se van hablando pestes de la empresa, del dueño, de los jefes, del horario, de la jornada, del salario, de todo. Ganándose así, un enemigo gratuito de por vida.

Además de malagradecido, el mexicano es flojo, informal, desleal, ambicioso, no se informa de nada, no analiza las cosas, no le gusta estudiar, no le gusta que le den ordenes (pese a no saber hacer las cosas), es mecha corta (la mayoría de ocasiones sin tener la razón), no piensa en el futuro, porque dura poco en los empleos sin pensar cómo van a terminar su vida, es desordenado, hace las cosas por hacerlas, es mentiroso, vive de mentiras y grandezas que solo en su mente pequeña existen, porque como dice la filosofía popular, lo que se ve no se juzga.

Una minoría es la que hace las cosas lo mejor posible, es la que genera la escasa riqueza que existe en un país hundido en la pobreza y la mediocridad; si por lo menos la mitad de la población económicamente activa, fuera más pensante y responsable, hiciera las cosas como se deben hacer, podríamos tener una mejor economía que es en beneficio de todos. Se debe proteger a los empresarios que generan empleos, que contribuyen al crecimiento de cualquier región, pero el mexicano promedio, que son mayoría, en lugar de seguir su ejemplo, tenacidad y dedicación, les tienen envidia, los atacan cada vez que pueden, sin darse cuenta que gracias a ellos tienen o pueden alcanzar una mejor calidad de vida.

Todo esto y tantas cosas más, decepcionan a la gente exitosa, triunfadora, porque cada día en lugar de crecer como país, las nuevas generaciones, están saliendo menos preparadas, menos conscientes, menos interesadas en los demás.

Salir a flote o el hundimiento de un país, depende de los ciudadanos, ningún político lo hace, solo son peroratas y retórica barata, pero no les importa la mayoría ciudadana, solo las utilizan. Así que seamos más conscientes y pensemos en ser cada día mejores. ¡Sí se puede!  

jueves, 26 de marzo de 2020

¿Y tú?


¿DECIDES LO CORRECTO O LO CONVENIENTE?

Cuantas veces a la hora de tomar decisiones, de hacer un trabajo, de valorar lo que debemos hacer, dudamos y nos acomodamos más al qué dirán, a lo que pensarán los demás de mi persona, a las cosas que alegren el ego de los demás, a ser en realidad nosotros mismos.

Vamos con otra propiedad que debe cumplir toda decisión y cuyo conocimiento nos ayudará tomar decisiones eficaces.

A la hora de decidir hay que empezar considerando dónde está el bien, lo que es lo correcto, antes que estimar lo aceptable o quién está en lo cierto. La razón es que al final habrá que alcanzar un compromiso y si uno no conoce aquello que satisface las especificaciones y condicionantes, no es posible distinguir entre el compromiso adecuado y el equivocado.

En efecto hay dos tipos de compromisos. El primero caracterizado por la expresión “más vale pan y ensalada que no comer nada”. El segundo se corresponde con el juicio de Salomón y el reconocimiento de que quedarse con medio hijo es peor que renunciar a tenerlo. En el primer caso se cumplen los requisitos implícitos que condicionan la decisión (algo de comida, aunque sencilla, nos sostiene en la vida) mientras que en el segundo caso no (quedarse con medio niño es negarle la vida).
En el proceso de toma de decisiones, es inútil preocuparse por discernir aquello que sería más aceptable, lo que no herirá susceptibilidades, para tratar así de evitar enfrentamientos. Es una pérdida de tiempo: la mayoría de las cosas por las que nos preocupamos nunca acaban teniendo lugar; y aquello que desdeñábamos por insignificante de repente se vuelve un obstáculo infranqueable.

De modo que a la hora de decidir, por norma, hemos de tener siempre en cuenta lo importante, sin detenernos en considerar lo que parecería más admisible. O de otro modo nunca tomaremos una decisión eficaz y mucho menos, correcta.
Nadie dijo que dirigir fuera cómodo…

Actuar correctamente no significa hacer lo que nos conviene. Estamos presionados por las reglas sociales, las normas internas con las que hemos funcionado desde la infancia y los criterios morales que han presidido nuestra vida desde siempre. Nos cuesta mucho entrar en ellos. Nuestra infancia es un camino tortuoso entre la normativa que la sociedad nos reclama y el deseo de libertad y espontaneidad con el que nacemos. Y si parece que los primeros años de escolarización logran aminorar estas actitudes, la adolescencia se vuelve a presentar como un período indómito en el que de nuevo queremos afirmarnos contra el resto. Pero la entrada en las pautas, reglamentaciones, modos y maneras del grupo al que pertenecemos es imparable. Todo ello nos lleva a mantener una idea de “corrección” que, a veces, supera lo que a nosotros mismos nos interesa o nos conviene. Incluso también es cierto que lo que una época, grupo o estamento establece como norma solamente es válido en un momento histórico concreto porque estamos cansados de ver cómo todo cambia y lo que hoy es punible y criticable, mañana es absolutamente valioso y aceptado.

Lo que nos conviene, aquello que sentimos en el interior que es el camino de nuestra “corrección”, la norma que sale del corazón…es la que hay que seguir. La sabiduría es un estado de conciencia al que se llega a fuerza de amar el esfuerzo de vivir en coherencia con nosotros mismos. Hay que aplicar lo que uno aprende a través del dolor, fundamentalmente, porque se aprende mucho más con los errores y fracasos que con las alegrías y el bienestar. Hay que ser inteligentes para gestionar la vida propia. Hay que poner el corazón para poder vivirla con plenitud. Y a partir de ahí…poco importan las normas, de poco valen las críticas y de menos aún, los prejuicios. Si uno está bien consigo mismo, está seguro de no hacer daño intencionado a nadie y cree en aquello por lo que lucha podemos asegurar que no habrá barreras que no puedan superarse, ni caminos que no sean transitables, ni impedimentos que no se conviertan en objetivos conquistables. A partir de ahí, estaremos con el mejor defensor de nosotros mismos pero sobre todo, con la persona que más nos cuida y nos protege, la que tiene al final de su brazo, la mejor ayuda.
Hacer lo correcto no siempre es fácil ni conveniente, que hay que hacer entonces ante esta disyuntiva, pero haciendo lo correcto tiene el mayor impacto en los demás como nos dispusimos a vivir un ejemplo de nuestra fe en Dios.

Lo correcto y lo incorrecto forman una fuente común de disputa y lucha. Esto se relaciona muy de cerca con los actos hostiles y ocultaciones y con la secuencia del acto hostil-motivador.

El esfuerzo por tener razón es el último esfuerzo consciente de un individuo de su extinción. “Yo tengo razón y ellos están equivocados” es el concepto más bajo que puede formular una persona inconsciente.

Lo que es correcto y lo que es incorrecto no es necesariamente definible para todo el mundo. Esto varía de acuerdo a los códigos morales y disciplinas existentes, a pesar de que se les usaba como prueba de “cordura” en jurisprudencia, no se basaban en hechos, sólo en la opinión.

Un acto hostil no es sólo dañar a alguien o a algo: un acto hostil es un acto de omisión o comisión que hace el menor bien al menor número de personas o áreas de la vida, o el mayor daño al mayor número de personas o áreas de la vida. Esto incluiría la propia familia, el grupo o equipo propio y la humanidad como un todo.
Por lo tanto, una acción incorrecta lo es, al grado en que daña al mayor número. Una acción correcta lo es, al grado en que beneficia al mayor número.
Muchas personas piensan que una acción es un acto hostil sólo porque es destructiva. Para ellas, todas las acciones u omisiones destructivas son actos hostiles. Esto no es verdad. Para que un acto de comisión u omisión sea un acto hostil, debe dañar al mayor número de personas y áreas de la vida. Por lo tanto, no destruir algo podría ser un acto hostil. Ayudar a algo que dañara al mayor número, también puede ser un acto hostil.
Un acto hostil es algo que daña ampliamente. Un acto benéfico es algo que ayuda en general. Puede ser un acto benéfico dañar algo que pudiera ser dañino para muchas personas y áreas de la vida.

Dañar a todo o ayudar a todo pueden ser, de la misma manera, actos hostiles. Ayudar a ciertas cosas y dañar a otras, pueden ser por igual, actos benéficos.
La idea de no dañar nada y ayudar a todo es también bastante demente. Es cuestionable pensar que ayudar a los que esclavizan es una acción benéfica y es igualmente cuestionable considerar que la destrucción de una enfermedad es un acto hostil.

En lo relativo a tener razón o estar equivocado, pueden desarrollarse muchos pensamientos confusos. No hay bien absoluto ni mal absoluto. Tener razón no consiste en no estar dispuesto a dañar y estar equivocado no consiste sólo en no dañar.
Hay cierta irracionalidad en “tener razón” que no sólo descarta la validez de la prueba legal de la cordura, sino que también explica por qué algunas personas hacen cosas muy incorrectas e insisten en que están haciendo lo correcto.
La respuesta está en un impulso, innato en todos, de tratar de tener razón.

Esta es una insistencia que rápidamente se separa de la acción correcta y va acompañada de un esfuerzo por hacer que los demás estén equivocados, como vemos en las personas hipercríticas. Un ser que aparentemente está inconsciente, aún sigue teniendo razón y haciendo que los demás estén equivocados: es la última crítica.
Hemos visto a una “persona defensiva” explicar las equivocaciones más descaradas. Esto también es una “justificación”. La mayoría de las explicaciones de la conducta, no importa lo inverosímiles que sean, parecen perfectamente correctas a la persona que las da, ya que sólo está afirmando el hecho de que ella tiene razón y los demás están equivocados.

Parece ser que los científicos que son irracionales no pueden desarrollar muchas teorías. No lo hacen porque están más interesados en insistir en su propia extraña corrección, que en encontrar a la verdad. Así, tenemos extrañas “verdades científicas” de hombres que deberían tener mejores conocimientos. La verdad la construyen los que tienen la generosidad y el equilibrio de ver también dónde están equivocados.
Usted ha escuchado algunas disputas muy absurdas entre la multitud. Dese cuenta de que el orador estaba más interesado en afirmar su propia corrección, que en estar en lo correcto.
Un Tetuán (el ser espiritual, la persona misma) trata de tener razón y lucha contra estar equivocado. Lo hace sin tomar en cuenta si tiene razón en algo o hacer lo correcto en realidad. Es una insistencia que no tiene ninguna relación con lo correcto de la conducta.

Uno siempre intenta tener razón hasta el último suspiro.

¿Cómo llega uno entonces a equivocarse alguna vez?

Es de este modo:

Alguien realiza una acción incorrecta, accidentalmente o por descuido. Lo incorrecto de la acción o la inacción está entonces en conflicto con su necesidad de tener razón. Así que puede continuar y repetir la acción equivocada para probar que es correcta.
Este es un elemento fundamental de la aberración (pensamiento o conducta irracional). Todas las acciones incorrectas son el resultado de un error seguido de una insistencia de haber tenido razón. En vez de corregir el error (lo que implicaría estar equivocado), uno insiste en que el error era una acción correcta y por eso la repite.
Conforme un ser baja por la escala, es más y más difícil que admita haberse equivocado. Mejor dicho: el admitirlo, bien podría ser desastroso para lo que aún pudiera tener de capacidad y cordura.

El estar en lo correcto es el material de que está hecha la supervivencia. Esta es la trampa de la que, aparentemente, el hombre no ha sido capaz de liberarse a sí mismo: un acto hostil que se apila sobre otro, avivado con afirmaciones de estar en lo correcto. Por fortuna, existe un camino de salida seguro de esta telaraña.
Hacer lo correcto no es fácil. Si lo fuera, el mérito de hacerlo estaría más extendido y muchos desórdenes no tendrían lugar. Todos podemos y debemos hacer lo correcto, pero no todos estamos dispuestos a asumir las consecuencias que ello trae consigo.

Y es que hacer lo correcto, siguiendo los dictados de la conciencia, puede resultar antipático a mucha gente. Para quienes no desean corregir lo que está mal, e incluso para aquellos que objetan el bien por desconocimiento, lo que se hace en aras de corregir y limpiar puede parecer dañino, inoportuno o falso. Lo conveniente en estos casos, sin embargo, es fortalecer la postura del orden, aunque ello propicie especulaciones, tergiversaciones y hasta calumnias.

A veces, cuando se hace lo correcto, no queda más refugio ni más consuelo que la certeza de estar haciendo lo correcto. Azota el vendaval de la incomprensión, se desatan las olas del resentimiento, despliegan sus artes maléficos los intereses creados, y nada más que la conciencia limpia mantiene firmes las decisiones, porque queda, pese a todo, la íntima seguridad de estar cumpliendo con el deber.

Hacer lo correcto está siempre al alcance de todos. Sin importar dónde estemos o qué actividades desempeñemos, no habrá día que pase de largo sin habernos dado alguna oportunidad de hacer el bien. Y aprovechar esa oportunidad, cuando se presenta, es la forma en que agradecemos el don de la conciencia.
¡Qué duro es, para quien se sabe culpable, combatir las recriminaciones de la conciencia! Incluso si llegase a engañar a todos, presentándose como víctima, ¡qué fuerte resonarán en su cabeza esas verdades que no es capaz de admitir frente al mundo!
Por el contrario, la paz interior que experimenta quien está seguro de haber actuado con nobleza de intención no tiene cálculo ni precio. Duele verse sometido a la incomprensión, desde luego, pero se sabe que esa incomprensión nunca va a ser más dolorosa que experimentar las reprensiones morales de una conciencia en llamas.
Cuando se hace algo para mejorar las cosas o incluso sólo para que no empeoren, nada es tan valioso como la certeza de saberse limpio. Las lenguas viperinas no tardarán en tomar la palestra, pero jamás conseguirán que lo incorrecto deje de serlo.
“La paciencia todo lo alcanza”, solía decirse a sí misma la gran reformadora de las carmelitas, Teresa de Ávila, cuando se lanzaban contra ella las peores injurias y se manchaba su reputación con hirientes difamaciones. Y ser paciente significa hacer el esfuerzo supremo de comprender que todo cambio, por bueno que sea, genera resistencias. De mala fe o no, resistirse al cambio, al orden, a la ley, a la responsabilidad, hará que algunos profieran chismes y otros ataquen con vileza.
¿Qué puede hacerse entonces sino ejercitar la comprensión? ¿Qué se gana respondiendo con acusaciones a los acusadores?

Y como hacer lo correcto implica asumir riesgos, tampoco faltarán motivos para evitar complicaciones y dejar que las cosas sigan igual. Incluso habrá quien tentadoramente aconseje: “No te metas en líos. Nadie va a agradecerte por lo que estás haciendo”.

En esos momentos, sin embargo, es conveniente sobreponerse a la comodidad. Tal vez nadie lo agradezca y quizá la reputación sólo sea una parte de lo mucho que se arriesgue, pero el insobornable tribunal de la conciencia terminará dando su veredicto, y esa absolución vale más que todas las reputaciones y todos los agradecimientos
humanos.

miércoles, 25 de marzo de 2020

¡¡¡Decide!!!


DECISIONES

En la vida hay que tomar decisiones. A veces resulta fácil hacerlo, a veces no. Las decisiones sin ser buenas o malas, simplemente dan distintos resultados.

Que difícil puede resultar tomar una decisión en cuestión laboral. Estar entre el querer y el deber no resulta nada grato.

Cuando se consigue un empleo donde la persona realizará las actividades que más le apasionan pero no se está a gusto con el ambiente de trabajo o con las condiciones laborales resulta delicado decidir pues las oportunidades de empleo son escasas.

Cuando se consigue un empleo donde se desempeñarán otras actividades que no son del total agrado de la persona pero las condiciones de trabajo son buenas resulta difícil decidir por la misma razón.

Cuando se consigue un trabajo que no gusta y donde no se da una buena paga pero que se tiene que tomar porque se está pasando por una situación económica difícil o porque se tiene un compromiso con padres, hermanos, familia o hijos la decisión puede resultar obvia.

Y es aquí donde la persona debe de tener muy claras sus prioridades y jerarquizarlas.

Cada individuo tiene distintas historias, distintas metas, distintas aficiones, distintos intereses. Y ante una misma situación cada persona reacciona de diferente forma.

La situación de desempleo es grave.

Las condiciones laborales en la mayoría de las empresas no son buenas pues se ofrecen salarios bajos, prestaciones mínimas o nulas, jornadas de trabajo excesivas, en fin.

Aunado a esto, la situación en cuando al desarrollo profesional de cada individuo tampoco puede calificarse como buena puesto que muchos de ellos toman cualquier empleo haciendo a un lado sus intereses y gustos personales, algunos incluso pasando años en el empleo.

Hace falta que cada persona defina sus intereses y que piense en qué quiere trabajar, cómo desea vivir, en qué piensa invertir muchas horas de su vida.

La decisión entre el deber y el querer en materia laboral es muy importante. La mayoría de la gente pasa gran parte del tiempo en su lugar de trabajo. La mayoría de la gente busca realizarse con él. La mayoría de la gente busca trascender.

¿Usted qué quiere? Es una buena pregunta para reflexionar, hágalo, seguramente le servirá y le ayudará a tomar decisiones.

Delincuencia.


Delincuencia mexicana.

Dice la filosofía popular: después del niño ahogado, quieren tapar el pozo y esto se aplica perfectamente al tema de hoy.

Las malas mañas se aprenden, principalmente, en la casa, en la calle solo se van perfeccionando. Porque, aunque a muchos les duela escucharlo, es la verdad.

¿Quieres tener un hijo delincuente? No le pongas límites a sus acciones, no le impongas tareas diarias y obligaciones periódicas, no lo cuides, no lo vigiles, déjalo entrar y salir a tu casa a la hora que él quiera y no cuando tú lo permitas, justifica todo lo malo que hace, no lo obligues a asistir a la escuela, si no tiene dinero y trae artículos caros no le preguntes como los obtuvo, etc.

Estas son algunas de las acciones que muchos padres hacen en perjuicio de sus hijos, aunque claro, hay muchos que son delincuentes y solo esperan a que sus hijos vayan creciendo para introducirlos al mundo delincuencial. Esto es, unos los convierten por omisión y otros con perfecta convicción.

Como he señalado en otras entregas, México, no es un ejemplo a nivel mundial de algo positivo, al contrario, somos vistos como lo que por una minoría cada vez mayor, se hace, los faltos de respeto hacia los demás, los que no reciclamos, los que no protegemos el medio ambiente, ladrones, corruptos, timadores, etc.

El mexicano es proclive a repetir las conductas negativas, cuando alguien hace algo indebido, por ejemplo, pasarse el alto del semáforo, los demás que lo vieron hacer eso, también lo hacen. Y así cualquier acción negativa, por simple o grave que ésta sea. No hay respeto hacia ellos mismos, mucho menos lo hay para los demás. En cambio, las buenas acciones, no las repiten, solo las hacen cuando alguien los está viendo, principalmente los medios de comunicación, pero cuando no hay reflectores, pocos, muy pocos en verdad lo hacemos.
 
Ya he señalado, todos nos beneficiaríamos haciendo las cosas correctamente, ahorraríamos tiempo, dinero y evitaríamos deterioros en nuestra salud, porque una acción estúpida que alguien hace, aunque sea insignificante, molesta a alguien, aunque está claro que los idiotas que lo hacen, al no tener conciencia de sus actos, no tienen alguna reacción, salvo cuando sale otro más imbécil que ellos.

Lo mismo sucede con los delincuentes, con la creación de las Comisiones de los Derechos Humanos, han aumentado en número y peligrosidad, porque ya hasta saben cómo pueden salir, cuanto necesitan dar a las autoridades, etc. las mayorías, nos hemos convertido en rehenes de las minorías, con la complacencia de las autoridades que ocupan un espacio público para obtener jugosas ganancias y grandes dividendos, porque ya aprendieron que quien hace mal las cosas, tiene que soltar dinero, en pequeñas, medianas y grandes cantidades para librar la cárcel. Convirtiéndose en cómplices de los delincuentes, resultando más peligrosos, porque a cualquiera que llega a sus manos, ya quieren sacarle dinero.

Los delincuentes y sus familias, cuando caen en manos de un servidor público con verdadera vocación, escasos, pero los hay, inventan todos los pretextos inimaginables para intentar sacar de la cárcel a sus “angelitos”, algunos con recomendaciones de Derechos Humanos salen, otros con la ayuda de un profesional del derecho corrupto como ellos, también, y los que por fin son juzgados por la autoridad, tienen que pasar algún tiempo recluidos en un penal local o federal, según sea el caso. Pero salen antes de cumplir su condena, porque hay beneficios penitenciarios que los protegen. En fin, así es la justicia mexicana, se mueve en razón de la cantidad de dinero que se exhiba y no con base en argumentos jurídicos. Muchos conocemos a presuntos abogados, que en realidad son conocidos como coyotes, que jamás pisaron un aula universitaria, pero que en base a las influencias y contactos tejidos en la clandestinidad con las autoridades correspondientes, logran liberar a delincuentes, antes de pisar algún reclusorio.

En qué momento, se perdieron los valores que hace algunos años aun existían, ese famoso temor a Dios mencionado por las abuelas, la disciplina que se aplicaba en los hogares mexicanos que tan buenos resultados aportó, donde quedó todo eso. Padres de la actualidad que son personas de bien, tienen hijos delincuentes, nietos. El tejido social, está resquebrajado y si hay un verdadero interés de los gobernantes, por regresar a lo que se era antes, pasará mucho tiempo para lograrlo, pero si no lo hay, esto estará cada día peor. Aunque está claro que si cada uno actuamos en base a los principios rectos y de legalidad, esto puede mejorar, la realidad es que cada día hay más gente que repite las conductas negativas que conducen a la delincuencia, porque aunque muchos digan que no es cierto, si lo es, porque hasta el hecho de pasarse un alto, puede causar un accidente de lamentables consecuencias, y eso a quien lo provoca lo convierte en delincuente, porque la definición general de este es: autor de una infracción, es decir de cualquier acto previsto y castigado por la ley y sus reglamentos, pero el mexicano prefiere la comodidad que el esfuerzo. Y así amable lector, no se puede.