jueves, 30 de abril de 2020
Más del recuerdo
Del recuerdo.
martes, 28 de abril de 2020
Tipos de estupidez humana.
Decía Albert Einstein que solo existen dos cosas infinitas, el universo y la estupidez... y que no estaba seguro de que la primera lo fuera en su totalidad. Sin embargo, la «torpeza notable» (como define la Real Academia esta característica del ser humano) no ha sido nunca fácil de clasificar. ¿Es posible ser poco o muy estúpido? ¿Qué actos se consideran estúpidos? A todas estas preguntas, precisamente, ha tratado de encontrar respuesta un curioso estudio cuyos autores sostienen que es posible clasificar a las personas atendiendo a su grado de idiotez.
La investigación, concretamente, ha sido realizadas por la Universidad Eötvös Lornand (en Hungría) y la Universidad de Baylor (en Texas). Titulado « What is stupid?: People's conception of unintelligent behavior » y dirigido por el psicólogo Balázs Aczél, el estudio fue publicado hace menos de un mes por la revista especializada « Intelligence ». En palabras del experto, se aventuraron a llevar a cabo el análisis tras observar la escasa cantidad de los mismos que se han hecho por parte de la comunidad científica en relación a este tema.
Así pues, determinaron que era necesario establecer, en primer lugar qué actos son considerados estúpidos por la sociedad y, a continuación, los grados de los mismos. «Teniendo en cuenta la frecuencia con la que nos encontramos con situaciones de la vida cotidiana en las que llamamos a alguien estúpido o cometemos actos estúpidos, cabría pensar que deberíamos entender cuándo y por qué la gente experimenta este sentimiento», explica Aczél en declaraciones al « Medical Daily ». Con todo, lo cierto es que a su equipo le costó más de lo razonable desvelar todas las incógnitas e hipótesis planteadas.
«La gente suele pensar que la estupidez está ligada o asociada con un bajo coeficiente intelectual , pero nuestros hallazgos muestran que las personas califican como “estúpidas” tres situaciones independientes. Los resultados nos acercan a la comprensión de la concepción de la gente de la conducta inteligente haciendo hincapié en las perspectivas psicológicas más amplias de estudiar el atributo de la estupidez en la vida cotidiana», añade el experto.
Los tres tipos de estupidez
Atendiendo a los resultados obtenidos, el equipo de Aczél ha clasificado la estupidez (los comportamientos cotidianos considerados torpes o poco prácticos) en tres grados:
1. Ignorancia – confianza. Este grado es el más alto de estupidez y aparece en aquellas personas que asumen situaciones de riesgo (de cualquier tipo) a pesar de que carecen de las habilidades o conocimientos necesarios para resolverlas. Curiosamente, son conscientes de las consecuencias que se pueden suceder.
2.La falta de control. Es el grado medio de estupidez. Se corresponde con aquellos sujetos que tienen un comportamiento obsesivo compulsivo y carecen de autocontrol.
3- Distracción. El grado más leve de estupidez. Aparece en aquellas personas que no solventan una tarea práctica debido a una distracción o porque carecen de las destrezas necesarias para llevarla a cabo.
El método de estudio
Para llegar a esta conclusión, el equipo de Aczél contó con la colaboración de un centenar de estudiantes universitarios húngaros. A estos les entregaron varias noticias de medios de comunicación como TMZ, BBC o New York Times en las que sus protagonistas se veían sometidos a situaciones absurdas. Estas estaban alteradas para exacerbar todavía más el grado de torpeza de los sujetos. Finalmente, se les pidió que clasificasen las informaciones atendiendo al grado de idiotez de sus participantes (o la «intensidad de la estupidez que mostraba», según el experto).
lunes, 27 de abril de 2020
Ley y decreto.
Las normas jurídicas son el conjunto de normas realizadas por la autoridad cedida a determinadas instituciones por parte del Estado para que regulen y organicen el funcionamiento de la sociedad. El tipo de norma jurídica más conocida es la ley, pero además de esta no es extraño oír hablar de otros tipos de normas y reglamentos como los decretos.
Analizando ambos conceptos
Antes de establecer las diferencias entre ley y decreto, vamos a observar una breve definición de cada una de ellas con el fin de comprender su concepto y como introducción básica a sus diferencias.
Entendemos por ley un tipo de norma jurídica de obligado cumplimiento que pretende regular la actuación del ser humano en la sociedad. La ley establece el conjunto de obligaciones y derechos del conjunto de los ciudadanos en general, sin excepciones, y su incumplimiento supone sanciones incluso aunque se deba al desconocimiento. Se trata del tipo de norma jurídica de mayor rango, siendo absoluta. Las leyes son propugnadas y ratificadas por el poder legislativo, precisando de ser aprobadas por el Congreso para llevarse a cabo.
En lo que respecta al decreto, se trata de otro tipo de norma jurídica que suele establecer la manera en que se aplica la ley, elaborando por lo general un reglamento. Es un subtipo de norma jurídica con lo que también es de obligatorio cumplimiento, si bien puede modificarse y de hecho debe hacerlo con el fin de seguir la legislación vigente.
La elaboración de los decretos suele deberse a la necesidad imperiosa de regular una situación determinada con urgencia. De su elaboración y puesta en marcha se encarga el gobierno. En caso de un decreto quiera transformarse en ley debe ser ratificado por el Congreso.
Principales diferencias entre ley y decreto
Ley y decreto tienen varias similitudes, como podemos deducir de su definición. Sin embargo también es posible observar la existencia de grandes diferencias, que pasamos a analizar a continuación.
Uno de los puntos en los que se diferencian ley y decreto es el tipo de órgano o poder que lo emite o dicta, cosa que a su vez va a provocar que presenten otras características diferenciales. La ley va a ser siempre elaborada y ratificada por el poder legislativo. Sin embargo en el caso del decreto éste es propuesto y aplicado por el poder ejecutivo (es decir, el gobierno).
2. Contenido
El decreto pretende hacer frente a una situación urgente y establecer cómo actuar y las normas y reglas a seguir en dicha situación (se pueden considerar como un reglamento).
3. Nivel de generalización
Las leyes se decretan con la intención de regir y organizar la actuación de la sociedad en general, afectando a diversas situaciones y actuaciones. Sin embargo, el decreto se elabora con el fin de hacer frente a una situación concreta que debe ser solucionada con rapidez.
4. Ordenación jerárquica
Ley y decreto, como normas jurídicas que son, deben ser respetadas y son de obligado cumplimiento. Sin embargo, no mantienen una relación de igualdad: en la jerarquía de las normas jurídicas encontraríamos en primer lugar la ley y justo después de ella los decretos (a menos que sea un decreto-ley, en cuyo caso tendría el mismo rango que la ley).
5. Estabilidad o temporalidad
Del mismo modo, aunque tanto las leyes como los decretos pueden ser modificados tienen diferentes niveles de estabilidad. Un decreto suele tener carácter temporal de cara a hacer frente a la situación que lo genera. Sin embargo una ley se elabora con la intención de que perdure en el tiempo, requiriendo para su modificación o retirada que otras leyes la anulen o sustituyan.
domingo, 26 de abril de 2020
Polarizado...
sábado, 25 de abril de 2020
Publicación.
Aprende a desconfiar…

Quiero que aprendas una gran lección, amable lector, en realidad, debes temer más a tus amigos que a tus enemigos, si no tienes enemigos, busca una forma de creártelos.
Es natural querer emplear a los amigos cuando uno se encuentra en apuros. El mundo es un lugar duro y los amigos suavizan esa crudeza. Además, uno los conoce bien. ¿Por qué depender de un extraño cuando se tiene a mano un amigo?
El problema es que, a menudo, no se conoce a los amigos tan bien como uno cree. Los amigos suelen coincidir con nosotros a fin de evitar discusiones. Entre amigos se suelen disimular los rasgos desagradables, para evitar molestar u ofenderse. Los amigos son los que más celebran nuestros chistes. A los amigos, les encantará tu poesía, amarán tu música y envidiarán el buen gusto de tu vestimenta; quizás sean sinceros… pero con frecuencia no lo son.
Cuando tú decides emplear a un amigo, poco a poco vas descubriendo facetas que esa persona mantenía cuidadosamente ocultas. Lo extraño es que tu acto de generosidad para con tus amigos desestabiliza la relación. El ser humano quiere sentir que merece su buena fortuna. La recepción de un favor puede convertirse en algo opresivo: significa que tú has sido elegido por ser un amigo y no necesariamente por tus méritos propios. En el acto de contratar a un amigo casi siempre hay un ligero toque de condescendencia que, secretamente, molesta. Esa herida se irá manifestando en forma paulatina: un poco más de sinceridad, un toque de resentimiento o envidia cada tanto, y, antes de que tú puedas darte cuenta, la amistad comenzará a diluirse de modo irremediable. Cuantos más favores y obsequios ofrezcas para reavivar la amistad, menos gratitud cosecharás.
La ingratitud tiene una historia larga y profunda. Su poder ha quedado demostrado a través de tantos siglos, que resulta en verdad sorprendente que la gente siga subestimándola. Es mucho mejor ser desconfiado. Nunca esperes gratitud de un amigo, y te verás gratamente sorprendido cuando éste se muestre agradecido.
El problema de emplear a un amigo es que esa amistad limitará en forma inevitable tu poder. Rara vez ocurre que el amigo sea a la vez todo lo capaz que necesitarás. Y, a la larga, la capacidad y la competencia son mucho más importantes que los sentimientos de amistad.
Todas las situaciones laborales exigen una cierta distancia entre la gente que participa en ellas. Tú estás tratando de trabajar, no de hacer amigos. La amistad (verdadera o falsa) solo enturbia este hecho. Por lo tanto, la clave del poder se basa en la capacidad de evaluar quién es la persona más capaz para apoyar tus intereses en toda situación. Conserva a tus amigos para vivir una relación de amistad, pero trabaja con los más capaces y competentes.
Tus enemigos, por otra parte, constituyen una mina de oro virgen que deberás aprender a explotar. Nunca permitas que la presencia de tus enemigos te altere o atemorice. Es mucho mejor tener contrincantes declarados que no saber por dónde acecha el enemigo. El hombre de poder da la bienvenida al conflicto y utiliza a los enemigos para enfatizar su reputación como un luchador firme, en quien se puede confiar en tiempos de incertidumbre.
Aunque en general lo mejor es no mezclar el trabajo con la amistad, hay momentos en que un amigo puede ser usado en forma más efectiva que un enemigo. Por ejemplo, un hombre de poder suele verse en la necesidad de hacer algún “trabajo sucio”, pero, para guardar las apariencias, es preferible que lo haga otra persona en su lugar. Para eso resultan ideales los amigos, ya que el afecto que sienten los predispone a correr riesgos por uno. De la misma manera, si por algún motivo los planes te salen mal, es posible usar a un amigo como un oportuno chivo expiatorio. “Ésta caída del favorito” fue un truco usado con frecuencia por reyes y soberanos: dejaban que su mejor amigo cargara con la culpa de un error, ya que nadie sospecharía que habían sacrificado en forma deliberada a un amigo por ese motivo. Por supuesto, después de jugar esa carta, el gobernante perdía al amigo para siempre. Por lo tanto, conviene reservar el papel de chivo expiatorio para alguien cercano a ti, pero no demasiado próximo en el afecto.
Por último, el problema de trabajar con amigos es que se confunden los límites y las distancias que una actividad laboral requiere. Pero si ambas partes del arreglo comprenden con claridad los riesgos que la relación entraña, un amigo puede llegar a ser un empleado muy eficiente. Sin embargo, en una relación de este tipo nunca deberá bajar la guardia. Está siempre atento a cualquier señal de conflicto emocional, como por ejemplo la envidia o la ingratitud. En el ámbito del poder nada es estable y hasta el amigo más íntimo puede convertirse en el peor de los enemigos. ¡Mantente siempre alerta!
viernes, 24 de abril de 2020
Cabildo.
jueves, 23 de abril de 2020
Así es.
Pura farsa...
martes, 21 de abril de 2020
Candidatos...
lunes, 20 de abril de 2020
Publicación....
Se discreto en todo…

La mayoría de las personas son como un libro abierto. Dicen lo que sienten, manifiestan abiertamente sus opiniones en la primera oportunidad que se les presenta y revelan sus planes e intenciones. Lo hacen por diversas razones. En primer lugar, es fácil y natural desear hablar sobre lo que uno siente y sobre los planes que tiene para el futuro. Frenar la lengua y controlar con cuidado lo que se revela exige un gran esfuerzo.
En segundo lugar, muchas personas creen que siendo abiertos y honestos se ganan el afecto de los demás. Sin embargo, están en un gran error. La sinceridad es un instrumento romo, que hace sangrar más de lo que corta. Lo más probable es que con la sinceridad logren ofender a la gente. Es mucho más prudente medir y adecuar las palabras, y decir a la gente lo que desea oír, y no enfrentarla con la cruda y desagradable realidad de lo que uno siente o piensa. Y, por encima de todo, el ser desinhibidamente franco lo convertirá en un individuo tan predecible y conocido, que resultará casi imposible respetarlo o temerle. El poder no cae en manos de una persona incapaz de inspirar ninguna de estas dos cosas.
Si tú, amable lector, ansías obtener poder, deja de lado ya mismo la sinceridad y aprende el arte de disimular tus intenciones. Cuando lo domine, siempre correrás con ventaja con respecto a los demás. Hay una verdad muy simple acerca de la naturaleza humana, que constituye el elemento básico de la habilidad de ocultar nuestras verdaderas intenciones: el primer instinto del ser humano siempre es creer en las apariencias. No se puede ir por la vida dudando de la realidad de lo que vemos y oímos, imaginando que las apariencias ocultan otra cosa; esto terminaría por agotarnos y aterrarnos. Debido a esto, resulta relativamente fácil disimular nuestras verdaderas intenciones. Basta con presentar un objeto que presuntamente deseamos, un objetivo que en apariencia queremos alcanzar, ante la vista de los demás y tomarán por realidad esas apariencias. Una vez que tu atención se centre en el señuelo, no se dan cuenta de las verdaderas intenciones. En el arte de la seducción, emite señales contradictorias, tales como el deseo e indiferencia, y no solo despistarás a los demás sino que encenderá tu deseo de poseerlo.
Una táctica que suele resultar eficaz como pista falsa es la de aparentar apoyar una idea o causa por entero opuesta a tus verdaderos sentimientos. La mayoría de la gente supondrá que, simplemente, has cambiado de opinión, dado que no es frecuente jugar con tanta ligereza con algo tan emotivo como las opiniones y los valores personales. Lo mismo vale para cualquier objeto de deseo presentado como señuelo: simula desear algo que en realidad no te interesa obtener, y lograrás despistar a tus enemigos, que cometerán todo tipo de errores de cálculo.
Utiliza esta táctica de la manera siguiente: oculta tus intenciones, no cerrándote, sino hablando sin cesar de tus deseos y objetivos… pero no los verdaderos. Con esto matarás tres pájaros de un tiro: parecerás una persona amable, abierta y confiada; ocultarás tus verdaderas intenciones; y harás que tus rivales pierdan un tiempo precioso, defendiendo el flanco equivocado.
Otra herramienta poderosa para despistar a la gente es la franqueza falsa. La gente tiende a confundir franqueza con sinceridad. Recuerda que el primer impulso es creer en las apariencias, y, dado que todos valoran la sinceridad y quieren creer en la sinceridad de quienes los rodean, rara vez dudarán de ti o adivinarán tus verdaderas intenciones. El aparentar creer en lo que tú dices confiere un gran peso a tus palabras. Es así como algo engañó y destruyó a Otelo: en vista de la profundidad de sus emociones y la aparente sinceridad de su preocupación por la supuesta infidelidad de Desdémona, ¿Cómo podía Otelo desconfiar de él? Así fue también como el gran estafador Yellow Kid Weil pudo engañar a sus incautas víctimas: simulando creer absoluta y profundamente en el señuelo que les ponía delante de sus narices (acciones falsas, un caballo de carrera destinado a perder), hacía que su realidad fuese difícil de cuestionar. Por supuesto que es importante no ir demasiado lejos en este campo.
La franqueza es una herramienta traicionera: si tú te muestras demasiado apasionado, despertarás sospechas en los demás. Muéstrate medido y creíble, o tu ardid será detectado.
Para convertir tu falsa sinceridad en un arma eficaz para ocultar tus intenciones, defiende tu fe en la franqueza y en la transparencia como valores sociales importantes. Hazlo en la forma más pública posible. Enfatiza tu posición sobre el tema; proclama, de tanto en tanto, algún pensamiento en el que creas profundamente, pero cuídate, por supuesto, de que en realidad sea irrelevante e insignificante.
Recuerda, amable lector, los mejores burladores hacen todo lo que está a su alcance para enmascarar su carácter de bribones. Cultivan un aire de sinceridad en un área para disimular su accionar artero en otra. La franqueza no es más que un señuelo entre las armas de su arsenal.
Deseo que lo anterior te sirva para aplicarlos o defenderte de otros. La cortina de humo es un concepto adaptable y puede ponerse en práctica en muchos niveles distintos, pero todos ellos juegan con los principios sicológicos de la distracción y de la confusión. Una de las cortinas de humo más eficaces es el gesto noble. La gente quiere creer en gestos aparentemente nobles y aceptarlos como genuinos, ya que esa confianza resulta placentera. Raras veces notan cuán engañosos pueden ser estos. ¡Ponte atento!