El miedo es la perturbación angustiosa del
ánimo, causada por un riesgo o daño real o imaginario. El miedo modifica
nuestra forma de comportarnos, de estar, de desarrollarnos, ya sea por algo
interior o exterior. Se dice que el miedo es un sistema de advertencia que en
primera instancia nos resulta muy útil. Si vamos caminando de noche por un
lugar solitario, el miedo nos hace estar alerta ante un posible peligro.
El miedo actúa como un protector; sin el
viviríamos poco. Pero también resulta fácil sentir miedo cuando no existe
peligro. El sentimiento puede parecernos auténtico, pero no se basa en la
realidad, y no nos permite vivir. No parece tener propósito ni piedad, y nos
paraliza y debilita el espíritu si no lo afrontamos. El miedo se identifica con
las siglas FEAR (falsa evidencia con apariencia real).
Muchas personas en el camino de la vida van
acumulando miedo al ambiente hostil en la escuela, en su barrio o comunidad. Y
se van formando como personas inseguras, y por esto no se atreven a dar pasos
ni para atrás ni para adelante cuando la vida los empuja o los invita a
avanzar. Mucho menos cuando al avanzar existen muchos riesgos. Hay miedo a
perder, a quedar sólo, a la humillación, al fracaso, a morir…
Los miedos, que tienen su origen en el
pasado, desencadenan en la persona también el miedo al futuro.
Despojarse el miedo es una empresa a veces
difícil por todo lo que implica. El miedo es un arma letal para quien no ha
descubierto su dignidad y grandeza, su capacidad para crecer y transformar con
el amor todo lo que toca.
Hay que escoger el amor y no el miedo.
Liberarnos del miedo, significa empezar a vivir en plenitud, con todo en mis
manos, libre, sin miedo a la responsabilidad de mi propia vida, de mis propios
actos. Vivir sin miedo es encontrar la potencialidad de mi ser; ya no se teme a
la luz, porque ilumina todo. Vivir sin miedo es reconocer la fragilidad humana,
pero también su potencialidad, esa potencialidad que vive dentro de cada uno de
nosotros.
Cuando vemos cerca la muerte nunca sabemos
cuándo nos tocará a nosotros, por eso debemos afrontar los retos con este
pensamiento: debo arriesgar porque la vida me da esa oportunidad para hacerlo,
si fracaso o si acierto, es una segunda ganancia. Es importante por tanto que
en el momento de tomar una decisión sepamos que eso es lo que realmente le da
sentido a nuestra vida. No son nuestros aciertos ni nuestros fracasos los que
nos van construyendo la vida, sino nuestras decisiones, especialmente cuando se
puede ganar mucho.
Nuestros miedos no detienen a la muerte, sino
a la vida. El miedo es una sombra que lo bloquea todo: nuestro amor, nuestros
verdaderos sentimientos, nuestra felicidad y nuestro propio ser.
Lo que ocurre cuando afrontamos riesgos y nos
enfrentamos a nuestro miedo; cuando libremente nos permitimos experimentar el
amor verdadero; cuando el miedo no nos tiene cautivos es que el abanico de
posibilidades es mucho más amplio. Un mundo nuevo y sin miedo se abre hacia
afuera, y dentro de nosotros, a la espera de ser descubierto.
La única manera de vencer el miedo es amar.
La bondad siempre triunfa sobre el miedo. El poder del miedo tiene una base
hueca y podemos vencerlo simplemente dando un paso adelante.
Todas las emociones positivas provienen del
amor, y las negativas del miedo. Del amor surgen la alegría, la felicidad, la
paz. Del miedo surgen el enojo, la ansiedad y la culpabilidad.
El miedo y el amor
son emociones opuestas. Cuando sentimos miedo no sentimos amor, y cuando
sentimos amor no sentimos miedo. Debemos elegir de qué lado estar, tomando en
cuenta que si elegimos amar, seguro volveremos a sentir miedo alguna vez, pero
este amor nos asegura que estamos viviendo el presente. El miedo siempre es un
reflejo del pasado que nos hace temer el futuro, y el amor siempre es un
pensamiento presente, concreto y real. Cuando nos llenamos de amor, empezamos a
vivir en el presente. Y es el arma que tenemos para vencer cualquier miedo.
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