viernes, 5 de noviembre de 2021

Lesbianismo.

La homosexualidad es la orientación sexual de las personas que se sienten atraídas afectiva y sexualmente por las personas de su mismo sexo. Las personas que sienten atracción por ambos sexos son bisexuales. Estas categorías, como cualquier clasificación de los seres humanos, no son absolutas.

La orientación gay y lésbica no debe confundirse con la transexualidad, el transformismo o el travestismo. Transexual es la persona que tiene el cuerpo de un género diferente a su género psicológico. Transformista es la persona que realiza espectáculos en los que se viste con las ropas del otro género. Travestida es la persona que disfruta vistiéndose con ropas del género contrario. Tanto los transexuales como los transformistas o los travestidos pueden ser hombres o mujeres, heterosexuales, homosexuales o bisexuales. Hay que distinguir siempre entre género, orientación sexual y práctica sexual.

Diversas son las teorías científicas que durante estos tiempos se han desarrollado para explicar el origen de la homosexualidad. Bien, pues hoy por hoy no existe ninguna teoría científicamente comprobada que explique el origen de la orientación sexual (tanto homosexual como heterosexual) Tampoco hay constancia de que se haya podido cambiar la orientación sexual de nadie con ningún tipo de terapia. Ya en 1954 la Dra. Evelyn Hooker aportó las pruebas concluyentes para demostrar que la homosexualidad no puede ser considerada una enfermedad. En 1973 la Asociación Americana de Psiquiatría fue la primera en tachar la homosexualidad de su lista de patologías y un año después hizo lo mismo la Asociación Americana de Psicología. La Organización Mundial de la Salud lo hizo en 1991. Hay encuestas fiables que dan una tasa del 10% de homosexuales en la sociedad. Con estos datos no está de más suponer que haya de dos a cuatro adolescentes gays o lesbianas por aula,  lo que supone muchas decenas en cada centro educativo.

 

La orientación sexual es involuntaria. Aunque hay gente que descubre su orientación gay o lésbica en diferentes etapas de su vida, la mayoría comienza a hacerlo en la preadolescencia y lo desarrolla en la adolescencia. Según la Dra. Sonia Soriano Rubio, una de las autoras de las escasas investigaciones sobre homosexuales, en España el 88% de los gays y el 79% de las lesbianas toma conciencia de su propia homosexualidad antes de los 19 años, y es más, el 61% de los gays y el 33% de las lesbianas lo hacen antes de los 14 años. No se trata de un descubrimiento de un día para otro, sino de un proceso de conocimiento que suele desarrollarse en las siguientes etapas:

  • Sentimiento de diferencia.
  • Sorpresa ante esta diferencia.
  • Toma de contacto social.
  • Aceptación de la propia orientación.

Por supuesto, estas etapas son una abstracción que no siempre se corresponde con los casos particulares.

No todas las personas que sienten atracción por individuos de su mismo sexo terminan por desarrollar una identidad lésbica o gay. Ni todas las que tienen prácticas homosexuales necesariamente son lesbianas o gays. Hay quien se reconoce como lesbiana o como gay antes de mantener ninguna relación sexual.

Durante ese proceso de aceptación hay un factor determinante que es la homofobia cultural española. La homofobia es el nombre que se da a las conductas de condena y/o rechazo de la homosexualidad. La homofobia suele provocar violencia directa, institucional, social, etc. En los centros educativos son comunes los chistes sobre la orientación sexual, los términos “marica”, “maricón” o “torti” y “bollera” utilizados como insultos… Este uso del lenguaje violenta a los jóvenes gays o lesbianas que lo escuchan. Les advierte del peligro de expresar libremente su orientación, lo que ralentiza el proceso de aceptación y les hace vivir en el miedo a ser rechazados. No hay nada que distinga a los homosexuales de los demás. Por eso, la gente habla de los homosexuales como si no pudieran estar delante. La pluma, tanto masculina como femenina, no es patrimonio de la orientación homosexual. Ni todos los gays son amanerados ni todas las lesbianas son camioneros. Pero todos merecen el mismo respeto.

La homofobia hay que eliminarla de la escuela con el respeto hacia las diferentes orientaciones sexuales y los estilos de vida que conllevan, así como dotar de información sobre las mismas de manera natural en la enseñanza. Esto es, ni más ni menos, lo que señala nuestro sistema educativo actual  en las transversales Educación para la Salud, Educación Sexual, Educación para la Paz y Educación Moral y Cívica. De igual modo habría que cuidar el vocabulario empleado y tener en cuenta que en cada explicación que se hace en un aula, hay delante jóvenes de todas las condiciones o, al menos, con dudas sobre su sexualidad. Se ha hecho un esfuerzo importante por erradicar el sexismo del sistema educativo. Este esfuerzo puede aplicarse igualmente a la orientación sexual. Cuando se le habla a una chica de la posibilidad de tener pareja, por ejemplo, no se debe dar por sentado que ésta será un chico. Del mismo modo que se está realizando un esfuerzo importante por suprimir el sexismo del lenguaje educativo, se puede hacer lo propio para eliminar el heterosexismo. Hay numerosos términos y frases de uso cotidiano que, en realidad, transmiten prejuicios arraigados contra la homosexualidad. Es responsabilidad fundamental de los profesores erradicar esa tradición que tan negativamente afecta a muchos jóvenes.

Parte del proceso de normalización de la orientación homosexual en el ámbito escolar estaría conseguido si las profesoras lesbianas y los profesores gays pudieran expresar su vida afectiva y hablar de su vida familiar con la misma libertad que gozan sus compañeros heterosexuales. Sin embargo, es en la educación donde está más condicionada esta libertad. Los prejuicios, el miedo y  la ignorancia de una gran parte de la sociedad siguen pesando sobre la pedagogía empujando a profesores homosexuales a disimular y esconder su orientación bajo amenaza (normalmente implícita, en ocasiones explícita) de tener serios problemas o incluso de perder su puesto de trabajo si son docentes en centros privados o incluso concertados.

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