LOS
VAMPIROS EMOCIONALES
Vampiros emocionales. De acuerdo, el término
es bastante dramático, y algunos dirían que hasta excesivo… pero después de un
encuentro —por breve que sea— con uno de estos individuos, todos estamos de
acuerdo en que es el único que realmente los describe.
Después de tratarlos, nos sentimos como si
una especie de "Drácula psíquico" nos hubiera drenado emocionalmente,
dejándonos deprimidos, sin energía, con el ánimo apagado.
Todos conocemos por lo menos uno. ¿No lo
crees? Haz una prueba sencilla: ¿Existe alguien que evitas o rehúyes, sea en
persona o por teléfono? ¿A quién te cuesta mucho trabajo devolverle una
llamada, porque la sola idea de hablar con él o ella te cansa? Después de
compartir con cierta persona, por "agradable" que haya sido el
encuentro, ¿te quedas tenso, molesto o agotado… y muchas veces ni siquiera
entiendes por qué?
Si has respondido que sí a cualquiera de
estas preguntas, no lo dudes: estás lidiando con un vampiro emocional. Lo
insidioso de este problema, es que puede ser un desconocido… o un ser querido:
el padre, el esposo o la mejor amiga. De igual manera, la relación puede ser
cercana o distante; la persona agradable o desagradable… pero el efecto que
tiene sobre ti siempre es tóxico.
Existen dos clases de vampiros emocionales
—ambos igualmente tóxicos— que debes aprender a reconocer.
Amenaza invisible
El primero es el vampiro invisible. Y es que
muchas veces, el comportamiento de estas personas no es abiertamente tóxico,
por decirlo de esta forma. Por lo tanto, es difícil reconocerlas y
"neutralizarlas". Después de todo, son pocos los que no captan cuando
alguien se comporta de una manera grosera o desagradable con ellos, o cuando
trata de ofenderlos de acción o de palabra. Pero dicen que no hay peor contrincante
que un enemigo invisible, y es verdad. Muchos vampiros emocionales operan
"por debajo del radar". En otras palabras: su comportamiento tóxico
no es evidente; este se oculta detrás de una actitud o unas palabras inocentes.
Esto se debe a que ellos envían "mensajes dobles", que es el arte de
decir una cosa aparentemente inocua, e insinuar otra muy diferente.
Por ejemplo: "Qué bien te queda ese
vestido", dice tu "mejor amiga"… antes de agregar: "Incluso
te hace cintura". "Qué bien te ves… para tu edad". Este tipo de
comentario también se conoce como "el dulce envenenado", porque,
detrás del elogio, siempre hay una crítica implícita.
El vampiro solapado también suele recurrir al
humor como una forma de atacarte sin dar la cara ni sufrir las consecuencias.
La regla que funciona aquí es la siguiente: si él o ella bromean con que tienes
sobrepeso o no encuentras pareja… no debes ofenderte, porque se trata de una
broma.
Cuando Susana, un ama de casa de 32 años, le
pidió a su suegro que no le hiciera más chistes sobre su peso, él no solo le
hizo sentir que ella era una acomplejada sin el mínimo sentido del humor…
"sino que acabó dándome cátedra sobre la importancia de quererme tal como
soy. O sea, que el problema acabé siendo yo", contó, indignada.
El lenguaje corporal también es una
estrategia muy común de los vampiros emocionales. Te dicen "Respeto tu
decisión"… con una sonrisa cínica en la cara; juran que te aprecian… con
los brazos cruzados; te piden que les creas… y desvían la mirada (a veces el gesto
es tan sutil, lo que los sicólogos llaman una micro expresión, que no lo captas
a nivel consciente; pero sientes que algo simplemente no "cuadra").
Ellos te dicen una cosa, pero tú percibes todo lo contrario. Esta discordancia
crea una confusión interior que, a la larga, te drena. Vale aclarar que, muchas
veces, el vampiro emocional no opera a nivel consciente; no sabe el efecto que
tiene en los demás. Simplemente, es su forma de ser. Como también ocurre con el
segundo ejemplar.
Vampiro a la vista…
La segunda clase de vampiro emocional es más
fácil de detectar, pero no menos difícil de sobrellevar. Estos son algunos de
los ejemplares más comunes, de acuerdo con las teorías de las expertas en
relaciones interpersonales Cheryl Richardson, autora de Toma tiempo para tu
vida y la doctora Lillian Glass, autora de Gente tóxica.
1.
Los negativos.
Ven el mundo a través de lentes oscuros. Y a
ti te toca la ardua tarea de elevarles el ánimo, lo cual es como subir una
piedra montaña arriba. "Tengo que buscar trabajo", dice ella.
"Ahora hay muchas oportunidades en tu campo", le dices tú. "Sí,
pero a mi edad…", apunta ella. "La experiencia vale de mucho",
señalas. "Ay, pero las empresas prefieren personas jóvenes…". Llega
el momento en que tú, que tratabas de animarla, acabas más deprimida que ella,
y temiendo por tu futuro laboral.
2.
Los quejosos.
Se pasan la vida lamentándose de lo mismo —y "lo
mismo" puede ser la pareja, el empleo, los hijos, la economía—, pero nada
hacen para cambiar la situación. En realidad, esta persona solo quiere
quejarse, pues esto le produce un alivio momentáneo. ¿Tú? Después de una sesión
maratónica de quejas, en la que al final nada se resuelve, acabas drenada.
3.
Los criticones.
Ponen objeción a todo lo que dices y haces;
para ellos, tú nunca das la talla. Por supuesto, insisten en que las críticas
son "por tu bien". Pero la realidad es que te dejan por el piso. Por
regla general, estas personas le encuentran un defecto a todo: la película, la
cena, el servicio en el restaurante… ¡Son irritantes y ¡agotadoras!
4.
Los belicosos.
Cualquier incidente, por mínimo que sea,
provoca en ellos una reacción agresiva. Sientes que debes vigilar lo que dices
o haces, para no encender la pólvora, porque cuando estallan, ¡arde Troya! Esto
apaga tu espíritu.
5.
Los débiles e indefensos.
Constantemente necesitan que hables por
ellos, los defiendas, los apoyes, los protejas… porque ellos, pobrecitos, no
saben valerse por sí mismos. Pero, sin duda, llevar todo ese peso sobre tus
espaldas te quita hasta la última gota de energía. ¿Ellos? Tranquilos y
felices, porque no tienen que hacerse responsables por sí mismos. En este grupo
hay que incluir a los "poca cosa" que practican la agresión pasiva;
esos que, después de un desacuerdo, te juran que no te guardan rencor… pero
luego se olvidan, por ejemplo, de pasar por ti a la hora acordada. Es su forma
indirecta de castigarte.
6.
Los sarcásticos.
Sus comentarios —crueles, burlones, en fin:
sarcásticos— pueden resultar chistosos, pero cuando ese humor negro siempre va
dirigido a ti, acaba por minar tu espíritu. Después de una sesión de ironías y
comentarios ácidos, te sientes dolido e insultado... Su humor hiriente es
tóxico para el alma, porque siempre golpea donde más duele.
7.
Los catastróficos.
Siempre están hablando de huracanes,
enfermedades, muertes, desgracias y colapsos económicos. Para ellos, la vida es
un peligro inminente, y si algo va a ocurrir, seguramente será muy malo. Cinco
minutos con ellos acaban con tus nervios.
Un peligro real
Daniel Goleman, autor del best seller
internacional La inteligencia emocional, nos asegura que el efecto que nos
causan estas personas va más allá de una molestia momentánea. De acuerdo con su
último libro, Inteligencia social, nuestros intercambios diarios con la pareja,
los hijos, el jefe y aun con extraños, moldean la estructura física de nuestro
cerebro a nivel celular; esto, a su vez, afecta todas las células del cuerpo,
efectuando cambios incluso a nivel genético.
En otras palabras: nuestra reacción ante los
demás tiene un impacto biológico en nuestro organismo, ya que durante un
contacto social segregamos hormonas que afectan desde nuestro corazón hasta
nuestro sistema inmunológico. Según Goleman, las buenas relaciones son como una
vitamina; las malas, como un veneno. Y no solo eso: las emociones ajenas son
contagiosas, lo mismo que un catarro. ¿Entiendes ahora por qué es tan
importante neutralizar a los vampiros emocionales?
Los pasos claves
1. Reconocerlos. Determina en qué categoría
cae esa persona que te deja drenada anímicamente. De esta manera nunca te toma
desprevenido, pues ya sabes cómo opera.
2. Mantener el balance interior. Para evitar
el contagio, muchas veces entender por qué esa persona tiene ese efecto sobre
ti, ayuda a protegerte de su influencia negativa. Cuando sabes que es ella, y
no tú, la que tiene un problema (porque es negativa, belicosa, catastrófica,
etc.), puedes mantener una distancia emocional que te permite observar su
comportamiento "desde afuera", sin que te afecte.
3. Alejarte. Si esta persona no es esencial
en tu vida, puedes diluir la relación. Muchas veces la costumbre nos
"ata" a amistades tóxicas. O la falta de amigos.
4. Sanar la relación. Si la relación es
importante para ti, Cheryl Richardson aconseja que le dejes saber a esa persona
de qué manera te está afectando. No se trata de enfrentarla, herirla ni
atacarla. En el momento oportuno, cuando ambos estén en buenos términos, debes
llamarla aparte y dejarle saber que, justamente porque la quieres y valoras la
relación, tienes algo que decirle. "Cuando haces/dices tal cosa, yo me
siento tenso/triste/ansioso/ofendido. Te pido que no lo hagas más". Esto
puede iniciar un diálogo muy sano para los dos.