personales y anticipando las situaciones de conflicto. En todo matrimonio ha de llegarse a un
acuerdo sobre esta parte del proyecto común -cómo atender su hogar y sus respectivos trabajos-,
del mismo modo que se aborda la hipoteca, el colegio de los niños o las vacaciones.
EMPRESAS: CAMBIO DE MENTALIDAD
Ha llegado el momento de tener en cuenta a cada profesional, que a la vez es ciudadano,
padre, madre de familia, hijo etc. Esta actitud no es sólo socialmente responsable, sino que a la
larga resulta más rentable para una empresa que sea capaz de fidelizar a sus empleados con algo
más que dinero: con confianza traducida en flexibilidad. En este contexto, la dirección por
objetivos, no por horas de presencia, se convierte en la diana del problema laboral más grave de
nuestro país: las jornadas laborales “eternas” que en absoluto favorecen una mayor productividad.
En España trabajamos demasiadas horas. Ese es nuestro vicio nacional determinado por un
horario de comida tardío y demasiado extenso al mediodía que favorece el alargamiento de la
jornada laboral; esto deriva en un perfil laboral marcado por la adicción al trabajo que lleva hasta
el “síndrome del burnout”, el quemado laboral, y como extremo opuesto, el absentismo, algo que
nadie duda en asociar con desinterés y falta de compromiso, pero que quizá convendría analizar
más de cerca para determinar cuántas veces esconde falta de tiempo para llegar a todo. El estrés es
la mayor causa de baja laboral en nuestro país y, en el caso de las mujeres, el principal motivo de
abandono de la vida laboral.
Esta situación disminuye además la motivación y la creatividad, dos cualidades muy
valoradas en la empresa, dos intangibles que pueden hacer crecer enormemente el valor de un
equipo, de una compañía, y más en tiempos como los actuales en los que se requieren soluciones
diferentes en un contexto de aldea global y cambio constante. En un momento como el actual en el
que ya tenemos moneda europea y mercado laboral europeo ¿por qué no tenemos todavía horario
europeo?
El principal activo, no sólo de una empresa sino de toda sociedad, son las personas. Hemos
oído esta frase hasta la saciedad, pero quizá aún no nos la creemos del todo... Y lo más grave es
que estamos poniendo en peligro la “ecología humana”. Durante muchas décadas las empresas se
despreocuparon de su impacto en el medioambiente. Actualmente esto ha cambiado. Existen
normas, certificaciones de calidad, legislaciones y sanciones que han sensibilizado a las empresas
sobre su responsabilidad social respecto a la contaminación generada en la naturaleza. Sin
embargo, lo cierto es que muchas empresas son hoy sistemáticamente contaminantes del entorno
humano en el que se encuentran y con el que trabajan sin ser conscientes de ello. Cuando a un
trabajador no se le permite ejercer su rol de esposo o esposa, de padre o madre, de hijo o de hija, a
causa de horarios rígidos o interminables o de viajes constantes, se le está empobreciendo como
persona, además de poner en peligro su relación conyugal o paterno-filial.
Si no hay tiempo para convivir en familia, desciende el número de hijos, y no se construye
hogar. El hecho es que por dejación u omisión no se transmiten valores, no se desarrollan buenos
hábitos y empobrecemos la sociedad. Familia, empresa y sociedad son realidades vivas que
conforman un triángulo en constante evolución y que se enriquece o que se devalúa a través de los
aprendizajes positivos de las personas en los distintos ámbitos de su vida. Decía Oscar Wilde que
en ocasiones “somos capaces de destruir aquello que más amamos”. Viendo lo que pasa a nuestro
alrededor, ¿no estaremos destruyendo ese lugar de convivencia por excelencia que es la familia?.
La contaminación de los ríos se subsana en algún caso construyendo piscifactorías, que han
salvado más de una especie acuática, pero las personas no se desarrollan tan fácilmente como los
animales y si no permitimos que la familia pueda cumplir su función ¿cuál será la nueva
“humanofactoría”? Como decía el escrito francés André Frossard, “las antiguas civilizaciones
fueron destruidas por la invasión de los bárbaros, la nuestra tiene los bárbaros dentro de sí”.
Deberemos cuidar, pues, la familia si no queremos ir contra nosotros mismos.