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Si perdemos de vista este hecho, si dejamos de dar importancia a uno de los motivos
principales por los que crecen las rupturas matrimoniales y los problemas educativos en el seno
familiar y escolar, o si miramos con indiferencia el que muchas mujeres directivas (en ejercicio o
en potencia) se autoimpongan un techo de cemento en su trayectoria profesional, a fin de evitar
nuevos conflictos entre su vida profesional y familiar, si consideramos como problemas de
segunda categoría el que existan medidas de discriminación en la empresa no tanto en razón del
sexo sino en razón de la maternidad –no olvidemos que una mujer sin obligaciones familiares
(hijos, padres o personas dependientes) casi nunca es un “problema”-, estamos alejándonos de la
realidad y de sus posibles vías de solución.
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