LA VERDAD, LA LEALTAD Y LA CONGRUENCIA
ESTAN DE VACACIONES
Se dice y se dice bien, que el progreso de la
civilización está ligado a la aparición y el desarrollo de las ciudades y
naciones. En ellas, la vida comunitaria se ordena alrededor de instituciones y
estructuras extraordinariamente elaboradas.
El progreso ha convertido a los ciudadanos en
dependientes unos de los otros, pues la sociedad humana funciona tan sólo si
cada cual ejerce adecuadamente, lo que exige hoy, más que en el siglo XX o en
otra época pasada, un complejo sistema de cooperación impuesto por un mundo
globalizado y comunicado, donde el conocimiento y las necesidades sociales se
transforman vertiginosamente.
Por ello, el hombre, como ser político que es, requiere
la organización y el respeto mutuo como elementos indispensables y urgentes
para su convivencia. En la cultura urbana el civismo es la expresión de la
ética que ha de regir la complicada vida moderna, poniendo orden y claridad en
las relaciones sociales, en un plano de igualdad y de respeto a los derechos de
los demás.
Desde tiempos remotos, la humanidad ha tenido una
conciencia clara del enorme potencial de la palabra, capaz de forjar las bases
confiables de la convivencia humana o incluso de destruirlas. Decir la verdad
siempre ha sido constantemente cimiento de la convivencia, el sentido mismo de
la comunicación. Decía Kant que la verdad hay que decirla no por miedo, castigo
o porque puedan descubrirnos, sino por la razón misma.
El punto de partida en las relaciones sociales es el
individuo como sujeto ético, con su libertad y capacidad de decisión
personales, indisputables, recurribles sólo por su conciencia, ese policía del
que no podemos escapar, pero al socializar, el acto de hablar implica el deseo
de comunicar algo, de transmitir, de enseñar, luego entonces, si mentimos no
comunicamos nada, despojamos a lo que decimos de todo sentido y valor; volvemos
a la convivencia penosa e imposible.
Sentencia José Ingenieros en su clásico “El hombre
mediocre”: -Más ha hecho la imaginación construyendo sin tregua que el cálculo
destruyendo sin descanso. La excesiva prudencia de los mediocres ha paralizado
siempre las iniciativas más fecundas-. De cualquier manera la intercomunicación
se presta a un sinfín de especulaciones sobre motivaciones, intereses ocultos y
usos facciosos del poder.
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