viernes, 7 de febrero de 2014

La verdad y la congruencia...


LA VERDAD, LA LEALTAD Y LA CONGRUENCIA ESTAN DE VACACIONES

Se dice y se dice bien, que el progreso de la civilización está ligado a la aparición y el desarrollo de las ciudades y naciones. En ellas, la vida comunitaria se ordena alrededor de instituciones y estructuras extraordinariamente elaboradas.

El progreso ha convertido a los ciudadanos en dependientes unos de los otros, pues la sociedad humana funciona tan sólo si cada cual ejerce adecuadamente, lo que exige hoy, más que en el siglo XX o en otra época pasada, un complejo sistema de cooperación impuesto por un mundo globalizado y comunicado, donde el conocimiento y las necesidades sociales se transforman vertiginosamente.

Por ello, el hombre, como ser político que es, requiere la organización y el respeto mutuo como elementos indispensables y urgentes para su convivencia. En la cultura urbana el civismo es la expresión de la ética que ha de regir la complicada vida moderna, poniendo orden y claridad en las relaciones sociales, en un plano de igualdad y de respeto a los derechos de los demás.

Desde tiempos remotos, la humanidad ha tenido una conciencia clara del enorme potencial de la palabra, capaz de forjar las bases confiables de la convivencia humana o incluso de destruirlas. Decir la verdad siempre ha sido constantemente cimiento de la convivencia, el sentido mismo de la comunicación. Decía Kant que la verdad hay que decirla no por miedo, castigo o porque puedan descubrirnos, sino por la razón misma.

El punto de partida en las relaciones sociales es el individuo como sujeto ético, con su libertad y capacidad de decisión personales, indisputables, recurribles sólo por su conciencia, ese policía del que no podemos escapar, pero al socializar, el acto de hablar implica el deseo de comunicar algo, de transmitir, de enseñar, luego entonces, si mentimos no comunicamos nada, despojamos a lo que decimos de todo sentido y valor; volvemos a la convivencia penosa e imposible.

Sentencia José Ingenieros en su clásico “El hombre mediocre”: -Más ha hecho la imaginación construyendo sin tregua que el cálculo destruyendo sin descanso. La excesiva prudencia de los mediocres ha paralizado siempre las iniciativas más fecundas-. De cualquier manera la intercomunicación se presta a un sinfín de especulaciones sobre motivaciones, intereses ocultos y usos facciosos del poder.

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