El domingo, por tradición se considera el día para disfrutar en y con la familia, la razón es sencilla, la mayor parte de gente, descansamos ese día, y es cuando debemos y podemos estar con nuestros seres queridos, y aunque muchos por decisión propia (solter@s) y otros por incapacidad (estériles) no pueden procrear lo mejor que un ser humano puede dejar en su paso por la vida, como son los hijos. Es la hombría en nosotros y la fortaleza de las mujeres.
En este mundo de las apariencias, es común observar y escuchar a ese tipo de individuos, fingir ante la mirada de la gente que son felices, que no necesitan descendencia para ser felices, pero la realidad es que en su intimidad, son unos seres frustrados, solos, resentidos y sobretodo, envidiosos con todos los que si tenemos esa maravillosa fortuna de ser padres.
Y es que un hijo es el mejor regalo que podemos tener en nuestras manos y sobretodo junto a nosotros, desde el primer instante en que sabemos que seremos padres, nace en nosotros, una gran felicidad, y crece la ansiedad por querer tener en nuestras manos ese ser pequeño, frágil, pero que representa un cambio total en nuestra existencia, porque nos motiva a trabajar más para darle lo que merece, a prepararnos más para hacer de el un ser humano de valor y si es niño, convertirlo en un verdadero hombre.
Por otro lado, es tan hermoso mirar a una mujer embarazada, además de que su entorno físico cambia, se les mira más hermosas, más atractivas, se ven con más luz en su rostro, se puede ver la felicidad que también embarga a una mujer embarazada.
Es cierto, a lo largo del crecimiento de un hijo, hay cosas buenas y cosas malas, pero lo que es real, es que ningún esfuerzo, sacrificio o enojo, es comparable con la dicha de ser padre. Felicidades a todos los padres y madres de familia que me leen.
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