Antes de la Primera Guerra Mundial las islas Palau (anteriormente
Pelew) pertenecían a Alemania, que en 1899 las habla comprado a
España. Luego, en 1918, se convirtieron en mandato japonés. Con
desprecio de la obligación impuesta por la Liga de las Naciones, el
Japón las convirtió en bases fortificadas, que le fueron muy útiles du-
rante la Segunda Guerra Mundial. Las islas Palau fueron escenarios de
los más sangrientos combates librados en el Pacífico, y la isla central,
la de Yap, adquirió notoriedad en la historia de la guerra. Actualmente
todo el grupo de islas se encuentra en manos norteamericanas.
Pero mucho antes de los alemanes, los japoneses o los norteame-
ricanos, Yap era famosa por cierta particularidad: su moneda. Aunque
inocentes y primitivos, los nativos de bronceada piel conocían la insti-
tución del dinero. El único inconveniente era que Yap carecía absolu-
tamente de metales; y si bien había abundancia de conchas, frutos y
dientes de animales, los habitantes de Yap llegaron a la conclusión de
que un sistema monetario fundado en estos objetos tan comunes care-
cería de la estabilidad necesaria. Era preciso hallar un material tipo que
poseyera auténtico valor intrínseco.
En definitiva eligieron el producto de una isla situada a doscientas
millas de distancia: las piedras de una gran cantera, un material per-
fecto para la fabricación de ruedas de molino. La isla estaba a gran
distancia; extraer y dar forma a las piedras implicaba considerable
esfuerzo. Por consiguiente, se dijeron los habitantes de Yap, habían
hallado la moneda perfecta.
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