El tema que este propone, el turismo sexual, es ciertamente complicado. La tentativa consiste en un aporte crítico y analítico con ayuda de la literatura antropológica, sin saber si se trate de lo más adecuado y propio en este contexto. ¿A qué contexto me refiero y por qué el tema es complicado?
En primer lugar, el contexto académico actual de las ciencias sociales se caracteriza por no atender, tanto empírica como teóricamente, al turismo (Crick, 1989), el cual es considerado como un objeto de estudio frivolo y banal (Nash, 1996). En mi trayectoria he podido confirmar lo que el propio Nash advertía en relación al análisis del turismo, esto es, que el haberse dedicado a este tema le trajo la pérdida del contacto intelectual y profesional con colegas de medio mundo. En efecto, dicen tus colegas y amigos en el medio académico: "¿en qué estás metido ahora?" Contesto: "en el turismo". Y responden: "¡Bah, eso no es serio! ¿MacCannell? ¿Quién es ese? ¿John Urry? ¡Pero si es un sociólogo!" Todo mi entorno, con sus silencios, las más de las veces, o explícitamente, las menos, te disuade y desmotiva para atender esta temática. Valene Smith, la compiladora del ya clásico Anfitriones e invitados, se quejaba de lo mismo en su época de estudiante universitaria debido a que sus maestros intentaban disuadirla de realizar una tesis sobre turismo.
De entrada, no hay temas menores en antropología, y específicamente en el caso de la antropología del turismo, todavía en fase embrionaria dentro de las ciencias sociales, existe probablemente una gran libertad para pensar sobre sus múltiples aspectos (Nash, 1996). Además, el turismo se transforma continuamente. Sin ocultar la perennidad de las prácticas tradicionales, las mutaciones en curso sobre un trasfondo de crisis económica y social invitan a renovar la mirada de las ciencias sociales sobre este tópico.
En segundo lugar, ¿por qué el turismo es un tema complicado? Principalmente por las confusiones entre ser turista y ser antropólogo. Los antropólogos se sienten ofendidos cuando los confunden con turistas. Crick (1995) señala que los antropólogos se han mostrado a la defensiva en relación a "lo serio" de su trabajo. Muchos turistas hacen libros, en cambio los antropólogos se distancian de ello. Autores como el malogrado Bruce Chatwin —que no es antropólogo— tienen libros de viajes que son muy antropológicos {En la Patagonia o Los trazos de la canción), con lo cual las fronteras entre el antropólogo, el viajero o el turista son más borrosas (sobre los cierres y las porosidades entre la antropología y la literatura de viajes, véase Pratt, 1991).
Por otro lado, al ser un fenómeno global no basta con decir que es un fenómeno "complejo" (toda la realidad lo es); de otro modo, es imprescindible plantar cara en varios términos y de forma crítica para plantear una serie de preguntas. Por ello, la antropología es muy pertinente para discurrir sobre el turismo, aunque solo sea por el hecho de que muchos de sus aportes son perfectamente aplicables. Metodológicamente, resulta interesante.
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