Cuando uno va a hablar en público es fundamental
tener claro el objetivo de la intervención:
* Se quiere transmitir una información (por ejemplo, resultados de
la empresa).
* Se quiere manifestar una opinión sobre un tema determinado.
* Simplemente se quiere entretener, etc.
Y a la consecución de dicho objetivo debe orientarse la intervención.
Hablar en público no se limita a tomar a palabra
y "soltar" un discurso; hablar en público consiste en lograr
establecer una comunicación efectiva con el mismo, en la que uno sea capaz de
transmitir sus ideas.
Hablar en público es una oportunidad que hay que
saber aprovechar.
Un grupo más o menos numeroso de personas estará
escuchando al orador, quien tiene una ocasión única para transmitir sus ideas,
para tratar de convencerlos.
Por ello, las intervenciones hay que prepararlas
a conciencia, lo que implica no limitarse a elaborar el discurso, sino que hay
que ensayar la forma en la que se va a exponer:
El orador tiene que conseguir que el público se
interese por lo que les va a decir y esto exige dominar las técnicas de la
comunicación.
Una cosa es conocer una materia y otra muy
distinta es saber hablar de la misma.
Conocer el tema es una condición necesaria pero
no suficiente: hay que saber exponerlo de una manera atractiva, conseguir
captar la atención del público y no aburrirles.
El orador tiene que resultar interesante,
sugerente, convincente, etc.
Cuando se va a hablar sobre un tema lo primero
que el orador tendrá que hacer es dominarlo. En el momento en el que tome la
palabra deberá tener un conocimiento sobre el mismo muy superior del que tiene
el público. El orador tiene que tener algo interesante que transmitir.
Uno debe evitar a toda costa hablar sobre un
tema que apenas domine ya que correría el riego de hacer el ridículo.
Escribir el discurso es sólo una parte del
trabajo y probablemente no la más difícil, ni tampoco probablemente la más
determinante a la hora de alcanzar el éxito.
El cómo se expongan esas ideas juega un papel
fundamental.
Un mismo discurso puede resultar u tremendo
éxito o un rotundo fracaso en función de la habilidad del orador en su
exposición.
Aunque resulta natural estar algo nervioso
cuando se va a hablar en público, hay que tener muy claro que el público no es
el enemigo, que se encuentra acechando a la espera del más mínimo fallo para
saltar sobre el orador.
Muy al contrario, cuando el público acude al
acto es porque en principio le interesa el tema que se va a tratar y entiende
que el orador tiene la valía suficiente para poder aportarle algo.
Cuando se habla en público
hay que estar pendiente no sólo de lo que se dice, sino de cómo se dice, del
vocabulario que se emplea, de los gestos, de los movimientos, de la forma de
vestir, etc. Todo ello será valorado por el público y determinará el mayor o
menor éxito de la intervención.
Lección 2.- Miedo a hablar en público.
Como se ha comentado en la lección anterior, el
público no es el enemigo, sino que, bien al contrario, son personas que
consideran que el orador puede aportarles algo, que no van a perder el tiempo
escuchándole.
Por ello, no se debería tener un miedo
desproporcionado a hablar en público, algo que, sin embargo, suele ser bastante
habitual.
Tener miedo antes de una intervención pública es
algo natural, por lo que uno no debería ser excesivamente auto crítico consigo
mismo por que le ocurra esto, y no por ello ha de considerarse una persona
débil e insegura.
Hay que analizar este miedo que a uno le atenaza
y tratar de descubrir las causas que lo originan.
Uno se dará cuenta de que gran parte de este
miedo es irracional, no obedece a motivos lógicos (miedo de hacer un ridículo
espantoso, de que se rían de uno, de tartamudear, de caer en desgracia, de
hundir el prestigio profesional, de que le abucheen…).
Son situaciones que no van a ocurrir y por lo
tanto este miedo hay que rechazarlo por absurdo.
Otro tipo de miedo sí puede ser racional:
obedece a situaciones adversas que pueden presentarse (quedarse en blanco, no
saber contestar a una pregunta, que no funcione el proyector, etc.).
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