sábado, 30 de julio de 2016
El juego del poder.
La única forma de aprender lar reglas de este juego de los juegos consiste en seguir los cursos habituales, que exigen muchos años de estudio; ninguno de los iniciados debió tener nunca el menor interés en volver más fáciles las reglas del juego.
Los únicos límites del poder son las fronteras de la convicción.
Es necesario que te enseñes a utilizar, reconocer y vivir con poder, y en convencerte de que el mundo en que vives es un desafío y un juego en cuyo centro se encuentras un sentido del poder: tu poder.
Toda la vidas es un juego de poder. El objetivo del juego es bastante sencillo: saber qué quieres y alcanzarlo. En contraste, los movimientos del juego son infinitos y complejos pero por lo general implican la manipulación de personas y situaciones en beneficio propio. En cuanto a las reglas, sólo se descubren si el juego se sigue hasta el final.
Algunas personas juegan al juego del poder por dinero, otras para lograr seguridad o fama, o también en razón del sexo y la mayorías por una combinación de todos estos objetivos. Los jugadores maestros buscan el poder mismo sabiendo que se puede uti8lizar para obtener dinero, sexo, seguridad o fama. Ninguna de estas metas constituye por si sola, el poder, pero el poder puede producirlas todas.
Seas quien fueres, la verdad básica es que tus intereses no atañen a nadie más que a ti, que tus ganancias son, inevitablemente, pérdidas para otro y tu fracaso el triunfo de otra personas. Un filosofo alemán del poder, declara: Aunque tu vecino te considere su aliado natural contra un poder ajeno al que ambos teman, siempre está dispuesto a beneficiarse a tus expensas en la primera oportunidad que se le presente, en cuanto pueda hacerlo sin riesgo personal... Quien no aumenta su poder, inevitablemente lo disminuye cuando otros lo incrementan.
Sería muy difícil resumir en forma más sucinta la posición del hombre corriente. El análisis que hace von Treitscheke de la condición humana, a pesar de3 que en una primera lectura podría parecer un rasgo característico de la depresión y la paranoia alemanas, de hecho es aplicable a infinidad de trabajos, matrimonios y relaciones amorosas y representa, para muchos, una forma de vida. Puesto que la gente que vive según estas líneas tiene una marcada tendencia a encontrar su camino ocupando posiciones de poder que nos amenazan o bloquean a los demás, aprender a jugar el juego del poder constituye un mecanismo de autodefensa.
¿Porqué una persona se despierta y descubre que el ascenso que esperaba ha sido otorgado a otro, que el aumento de salario con que contaba no se ha materializado, que le han dado el retiro antes de que lo deseara, que ya no se le invita a las reuniones o, peor aún, se le pide que asista a tantas que e3s obvio que la acción transcurre en otro lado? Naturalmente, la respuesta puede estar contenida en su incompetencia -lamentablemente la estupidez, la embriaguez y la holgazanería a menudo intervienen en el juego, oscureciendo su lógica, perfecta en cualquier otro sentido- pero por encima de cierto nivel de juego es acertado suponer que los perdedores han sido derrotados por jugadores superiores, no han prestado suficiente atención a sus propios movimientos y a los de los demás, y entonces se ven obligados a pagar las consecuencias.
En este sentido, podemos observar las mismas fluctuaciones del poder en todo tipo de intercambio humano: se aplican las mismas reglas al plano amoroso y a los asuntos de trabajo. ¿Quién no conoce el peligroso momento de cualquier relación en que la necesidad que tiene una persona de la otra se vuelve lo bastante fuerte para invertir la situación? El juego del poder se juega tan vorazmente -si no más- en el lecho como en cualquier otro sitio y probablemente el matrimonio sea la mejor escuela para el jugador que desea estudiar y dominar el empleo del poder en su forma más sutil durante un largo periodo de tiempo.
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