Talón de Aquiles…
Publicado el 13 septiembre, 2020
Lic.
Alfredo Castañeda Flores Analista
Todo
individuo tiene un punto débil, una fisura en la muralla que rodea su fortaleza.
Por lo general, esa debilidad es algo que le causa inseguridad, o una emoción o
una necesidad que lo supera. También puede ser un pequeño placer secreto. Sea
lo que fuere, una vez que la hayas descubierto, amable lector, esa debilidad se
convierte en un elemento de presión que podrás manejar a tu antojo y, por
supuesto, siempre a tu favor.
Todos
tenemos resistencias. Vivimos cubiertos por una perpetua armadura, a fin de
defendernos del cambio y la acción invasora de amigos o rivales. Nada nos gustaría
más que nos dejaran en paz para poder hacer las cosas a nuestra manera. Luchar
sin cesar contra estas resistencias te costará mucha energía. Una de las cosas
más importantes que hay que comprender con respecto a la gente es que todos
tienen alguna debilidad, alguna parte de su armadura sicológica que no
resistirá, que cederá ante tu voluntad, si la encuentras y la presionas.
Algunas personas demuestran abiertamente sus debilidades, otras tratan de
disimularlas. Quienes las disimulan suelen ser los que más rápidamente se
desmorona cuando uno encuentra ese hueco en su armadura.
Al
planificar el ataque, ten presentes los siguientes principios:
Presta
atención a los gestos y las señales subconscientes. Como observó Sigmund Freud,
ningún mortal puede guardar un secreto. Si sus labios callan, parlotea con las
yemas de los dedos, se delata a través de todos los poros. Éste es un concepto
fundamental para tener en cuenta cuando se pretende detectar el punto débil de
una persona; dicha debilidad es revelada por gestos que en apariencia carecen
de importancia o por palabras dichas como al pasar.
La
clave no reside sólo en qué buscar, sino en cómo y dónde buscar. La
conversación cotidiana ofrece una de las minas más ricas en debilidades, así
que aprende a escuchar. Comienza por parecer siempre interesado: la presencia
de un oído atento y comprensivo incentivará a hablar a cualquiera. Un truco muy
eficaz, es el de simular sincerarse con la otra persona, compartir un secreto
con ella. Puedes decir algo inventado o algo real pero que no revista mayor
importancia para ti. Lo importante es que parezca salirte del alma. En general,
provocarás una respuesta no sólo tan franca como la tuya sino más genuina: una
respuesta que revela una debilidad.
Si
sospechas que alguien tiene un punto débil en particular, trata de confirmarlo
de manera indirecta. Si, por ejemplo, sientes que esa persona tiene gran
necesidad de que la quieran, adúlala abiertamente. Si absorbe con avidez tus
cumplidos, por obvios que sean, vas por buen camino. Entrena tu ojo para los
detalles: la propina que el otro da a un camarero, qué cosas le fascinan, los
mensajes ocultos que transmite su forma de vestir. Detecta los ídolos de la
gente, las cosas que adora y las motivaciones por las que haría cualquier cosa:
quizás puedas convertirte en el proveedor de esas fantasías. Recuerda: ya que
todos procuramos ocultar nuestras debilidades; es muy poco lo que te revelará
el comportamiento consciente de una persona. Lo que a ti te interesa es lo que
se trasluce en las pequeñas cosas que escapan al control consciente.
Descubre
al niño indefenso. La mayoría de las debilidades se generan en la infancia,
antes de que el yo construya defensas para compensarlas. Quizás el niño fue
consentido en un aspecto particular, o quizás alguna necesidad emocional no le
fue satisfecha. A medida que el niño crece, esa flaqueza puede reprimirse, pero
nunca desaparece. Conocer la infancia de una persona te ofrecerá una poderosa
clave para descubrir los puntos débiles.
Una
señal de que has encontrado ese punto débil es que, cuando lo tocas, esa
persona suele actuar como un niño. Por lo tanto, permanece atento a cualquier
tipo de comportamiento que debiera haberse superado. Si tus víctimas o
adversarios han carecido de algo importante durante la infancia –por ejemplo,
apoyo paterno–, bríndale ese algo o un sustituto correspondiente. Si revelan un
gusto secreto por algo, consiéntelos. En cualquiera de ambos casos, les
resultará imposible resistir.
Busca
los contrastes. Una característica manifiesta con frecuencia oculta su opuesto.
Quienes hacen alarde de coraje suelen ser grandes cobardes; un exterior
pudoroso puede ocultar un alma lasciva; los conservadores y prudentes a menudo
ansían aventuras; los tímidos mueren por llamar la atención. Al explorar más
allá de las apariencias, muchas veces descubrirás que las debilidades de la
gente son en realidad lo opuesto de las cualidades que manifiestan.
Encuentra
el eslabón débil. A veces en su búsqueda del punto débil, lo que importa no es
el que sino el quien. En las versiones contemporáneas de la corte suele haber
entre bambalinas alguien que tiene gran poder o ejerce una enorme influencia
sobre la persona más encumbrada. Esos manipuladores del poder que actúan detrás
de la escena son el eslabón débil del grupo: aprende a ganarte el favor de esa
persona, e indirectamente podrá influir en el otro. Por otra parte, incluso en
un grupo de gente que parece actuar en pos de un mismo objetivo –por ejemplo,
cuando el grupo es agredido y cierra filas para resistir al intruso—siempre hay
un eslabón débil en la cadena. Encuentra a la persona que cederá a la presión.
Llena
el vacío. Los dos vacíos emocionales más importantes son la inseguridad y la
infelicidad. El inseguro aceptará cualquier cosa a cambio del reconocimiento
social, el infeliz crónico, tiene algún motivo para serlo: averígualo. El
inseguro y el infeliz son las personas menos capaces de disimular sus
debilidades. La habilidad de llenar esos vacíos emocionales es una importante
fuente de poder, que puede prolongarse por tiempo indefinido.
Aprovecha las emociones incontrolables. La emoción incontrolable puede
ser un miedo paranoico –un miedo desproporcionado para la situación—o
cualquiera de las emociones más primitivas, como la lujuria, la codicia, la
vanidad o el odio. La persona que es presa de esas emociones suele ser incapaz
de controlarse, de modo que puedes ejercer ese control por ellos. ¡Ponte
atento!
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