Madeleine tiene 26 años. Los chicos de su edad le aburren. No le atraen lo suficiente y tampoco tienen nada que ofrecerle. Ella prefiere a los hombres mayores de 30. "Estaba cansada de citas sosas y normales", cuenta la joven, con nombre falso pero historia real, a 'The Sun'. Al principio, comenzó a quedar con maduritos por diversión. Más tarde vio que estos no solo le afrecían lo que ella buscaba, sino que además le colmaban de regalos y la pagaban todo. Sin duda, con los mayores salía ganando: se lo pasaba bien con ellos, tenía buen sexo, vivía experiencias y, encima, era agasajada con cosas que un veinteañero nunca habría podido permitirse.
Al primer madurito lo conoció en una web de citas destinada a hombres bien situados económicamente y mujeres jóvenes. "Al principio tenía dudas de que fuese prostitución, pero más tarde me di cuenta de que no. De hecho, en la propia página indica que el sexo por dinero no está permitido". Ella no estaba interesada en vender su cuerpo, solo quería pasar un buen rato con un hombre mayor que ella. Difícilmente podía conocer a su futura cita en su entorno social, pues trabaja de profesora de primaria y su vida es bastante ordinaria... Bueno, era. Así que decidió comenzar a chatear en esta web.
Tras navegar unos días, encontró a dos hombres británicos con los que aún hoy se sigue viendo. Ambos tienen dinero. Uno tiene 33 años y el otro 48. Queda con ellos durante el fin de semana. Los dos están dispuestos a gastar billetes y tiempo en ella. A hacer lo que sea por verla feliz. También le regalan ropa cara y maquillaje a cambio de su compañía.
Las chicas que salimos con hombres mayores lo hacemos porque queremos. Los regalos son algo secundario, no los pedimos
Y la joven tan contenta, porque además le encanta tener sexo con ellos: "La química está ahí, siempre ha estado, antes de todos los regalos. Yo soy la primera que se mete en su cama sin que me lo pidan. Las chicas que tenemos relaciones íntimas con señores mayores lo hacemos porque queremos, como si estuviésemos en cualquier otra relación". La profesora deja claro que "no lo hacen por dinero" y que los regalos son un efecto secundario de estar con estos maduritos.
No parece que Madeleine tenga muchas ganas de salir con un chico de su edad. Con sus hombretones recibe todo lo que actualmente podría desear: "He viajado por todo el mundo sin pagar un solo centavo; he visto lugares de ensueño; he tenido el honor de participar en subastas de la jet set, donde había en juego piezas de Pablo Picasso; también he viajado en yates de lujo...", recuerda.
"Gracias a mis 'papis' tengo todo lo que quiero. Me siento bien. Tengo la atención que necesito y puedo hacer lo que quiera".
¿El amor tiene edad? ¿Y la atracción sexual? ¿Dónde están los límites? Madeleine se cita con un hombre de 48 años. Les separan 22 años. Se divierten juntos y se atraen. Han hablado incluso de amor. Van por la calle y reciben miradas de todo tipo. "Vaya, qué bonito", "será depravado el tío, si es una cría", "mírala qué espabilada la chiquilla" o "viva el amor" suelen ser los pensamientos que despiertan a su paso. No están haciendo nada malo, pero tanto él como ella ocultan su relación a su entorno. Ambos van en contra de las 'normas sociales'. Esas reglas que dicen que una joven veinteañera debe estar, como mucho, con uno de 30 y que uno de 50 tiene que poner el límite -por debajo- en las de 40.
Dejando a un lado lo que está catalogado socialmente como "correcto" e "incorrecto", lo que está "bien" o "mal", ¿qué lleva a una veinteañera a fijarse en un hombre mayor? ¿Y viceversa? Siguiendo la lógica, y por norma general, todo apunta a que ella busca conocimiento, seguridad, protección, estabilidad, madurez y experiencia. Él, en cambio, encuentra en ella vida, frescura, diversión, belleza, pasión y cero complicaciones.
La pregunta es, ¿podría llegar a nacer el amor entre ambos o solo están destinados a pasar unos ratos de diversión? En los últimos años no paran surgir parejas cuya diferencia de edad es notable. Les separan 20, 30 y hasta 40 años. Ahí tenemos a nuestro 'querido' Donald Trump (70) y su mujer Melania (46); a la modelo Rosie Huntington-Whitley (29) y el actor Jason Statam (49); al príncipe Alberto de Mónaco (58) y su esposa Charlène (38); al actor George Clooney (55) y la abogada Amal Alamuddin (38); al televisivo Risto Mejide (41) y a la modelo Laura Escanes (20); al Gran Wyoming (61) e Irene Muñecas (36); y un largo etcétera. Todos ellos demuestran que, en ocasiones, la edad no es un impedimento
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