lunes, 4 de enero de 2021

Cubrebocas, su uso excesivo.

La ciencia tiene certeza a estas alturas: Usar cubrebocas puede contribuir a reducir la probabilidad de contagiarse de COVID-19. Pero las mascarillas por sí solas distan mucho de ser perfectas. En las últimas semanas, a medida que han pasado de ser opcionales a obligatorios en muchos estados de EE. UU., noté un cambio en el comportamiento. He visto personas usando cubrebocas en pequeñas reuniones y en comercios, sin respetar los dos metros de distancia social recomendados por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.

¡Al menos estaban usando cubrebocas! Aún así, me pregunté, ¿el uso de la mascarilla podría estar creando consecuencias no deseadas? ¿Podría un cubrebocas proporcionar una sensación de seguridad tan fuerte que hace que las personas se relajen demasiado respecto a las otras medidas de protección recomendadas?

"Es una buena pregunta, y una hipótesis razonable," dice J. Edward Russo, profesor de administración, organizaciones y marketing en la Johnson Graduate School of Management y miembro del Centro de Estudios Cognitivos de la Universidad de Cornell. Russo, al igual que otros dos expertos en psicología y salud pública con los que hablé para este artículo, coincidieron: ciertamente debemos usar tapabocas, pero también debemos ser conscientes del efecto que podría estar teniendo en nuestro comportamiento.

Consecuencias no deseadas y falsa sensación de seguridad

Antes de que Joyce Ehrlinger se convirtiera en profesora adjunta en la Universidad Estatal de Washington, y antes de que ocupara su cargo actual investigando las pautas de comportamiento en la compañía de inversión Robinhood, escribió su disertación en Cornell sobre un tema fascinante: las consecuencias no deseadas.

En el mundo del diseño, las consecuencias no deseadas son bastante comunes. Algo se construye con las mejores intenciones, pero causa problemas inesperados.

Ehrlinger menciona los cruces peatonales, las redes de protección para trampolines y los flotadores de piscina como desarrollos aparentemente beneficiosos que tienen consecuencias no deseadas. "Hay momentos en que las medidas de seguridad pueden tener más efectos negativos que positivos," afirma.

En términos generales, los expertos coinciden en que los cruces peatonales proporcionan a los peatones mayor seguridad para cruzar que si no existiera un cruce peatonal. Pero no todos los pasos de peatones son iguales. La investigación ha demostrado que los conductores disminuyen menos la velocidad al acercarse a los cruces peatonales con dos líneas, en comparación con los más visibles con letreros y rayas de cebra. A su vez, es posible (aunque no ha sido probado) que los cruces peatonales puedan hacer que los peatones se sientan más seguros de lo que realmente están al cruzar la calle.

Mientras tanto, el Consejo Estadounidense de Pediatría ha librado una guerra de varias décadas contra los trampolines porque causan numerosas lesiones a los niños. En 1997, la industria del trampolín comenzó a ofrecer redes y otros accesorios de seguridad que supuestamente podrían proteger contra diversas lesiones. Pero un estudio del 2012 publicado en la revista Pediatrics concluyó que "no parece haber una correlación inversa entre la presencia de equipos de seguridad y las tasas de lesiones" antes de agregar que la sola presencia de estas medidas de seguridad "puede proporcionar una falsa sensación de seguridad."

Y aunque Ehrlinger no pudo encontrar ningún estudio específico sobre flotadores de piscina (brazaletes o balsas), la Asociación Estadounidense de Salvamento, Salvavidas sin fronteras y los CDC coinciden en que los niños que carecen de habilidades para nadar no deberían usar estos artículos en piscinas. ¿Por qué? Porque crean, en el niño y en la persona que lo cuida, una falsa sensación de seguridad, cuando de hecho es fácil que un flotador se desprenda o que un niño quede atrapado debajo.

Incluso los cascos de bicicleta generan consecuencias no deseadas para los ciclistas. Un estudio del 2007 constató que los automóviles se acercan 84 cm más a los ciclistas que usan casco que a los que no lo usan. Paradójicamente, eso sugeriría que los mismos ciclistas que usan equipo de protección tienen mayor probabilidad de necesitarlo.

Cuando le planteo al Dr. Roger Chou que los cubrebocas podrían estar reduciendo la distancia social, él está de acuerdo en que es posible. "Creo que es una consecuencia potencial no deseada," dice Chou, que fue el investigador principal en un estudio sin precedentes de la OMS sobre cubrebocas. "Es como con los cascos de fútbol americano y las conmociones cerebrales. Piensas que servirían para proteger a las personas, pero hay algunos datos que  muestran que son más imprudentes cuando piensan que están protegidos. Esto es quizás algo similar." De hecho, el uso de cascos en el fútbol americano ha eliminado las fracturas de cráneo en la NFL, pero ha llevado con el tiempo a un juego más duro y más rápido, y no ha protegido a los jugadores de sufrir daño cerebral.

El atractivo del sesgo de confirmación

Con el tiempo, usar mascarillas en público sólo nos hará sentir más cómodos al salir. "Creo que, cada vez que salgo de casa para ir de compras y al volver no empiezo al instante a toser y  a morir, me siento un poco más confiado, más valiente, y probablemente sea menos cuidadoso," dice Ehrlinger.

Russo señala la investigación de McKinsey que ha vinculado los dos errores de comportamiento más comunes de los directores ejecutivos de empresas. El primero es el exceso de confianza, y el segundo es el sesgo de confirmación, o nuestra tendencia natural a buscar pruebas de nuestras propias hipótesis.

En este caso, Russo cree que usar cubrebocas es propicio para el sesgo de confirmación.

"Las personas creen en lo que quieren creer. Quieren volver a la normalidad. Y si creo que usar mascarilla me permite volver a la normalidad, puedo salir, hablar con la gente, arreglar mi bicicleta, ir de compras y tomar el transporte público,” dice Russo. Y cada vez que alguien no se enferma como resultado de usarlo, lo cual se da bastante, dado que el COVID-19 tiene un largo tiempo de incubación en el que el portador es asintomático, confirma aún más la seguridad de su propio comportamiento.

"Hay una segunda parte que creo que es más importante psicológicamente," continúa. "Sólo sabemos lo que queremos saber." Y esa es otra forma de sesgo de confirmación.

Russo cree que muchas personas niegan los peligros del COVID-19 de la misma manera que han podido ignorar el cambio climático. "Hay muchas personas que no quieren creer algo, que no lo creerán hasta que lo vean y sientan su impacto personalmente," dice Russo. Por supuesto, hay connotaciones políticas aquí: Fox News negó los peligros del COVID-19 durante meses como una conspiración liberal. Pero Russo también ve esta tendencia como parte de la naturaleza humana, y señala cuántas personas sin dudarlo construyen casas en zonas inundables, a pesar de los riesgos. Las personas que no se han visto personalmente afectadas por el coronavirus o que no conocen a alguien que haya tenido la enfermedad pueden sentir que es un peligro abstracto y que no es relevante para sus comportamientos diarios. "No lo creerán hasta que los golpee," dice Russo. "Y eso es [socialmente] peligroso para cosas como el virus y el calentamiento global; es más peligroso personalmente para inundaciones e incendios."

¿Hay alguna solución? (Tal vez no la hay)

Entonces suponiendo que usar cubrebocas realmente nos hace sentir demasiado confiados y que con el tiempo nos hace bajar la guardia con el distanciamiento social, ¿hay alguna solución?

"No creo que tenga una respuesta simple. Para cualquier problema que pretendas resolver, debes conocer la causa,” dice Russo. "No quiero hacerlo más complejo de lo que es, pero diversas personas eligen tratar a las mascarillas o al virus de manera más informal, por diferentes razones. Algunos no quieren cambiar, algunos quieren que la economía apoye una inclinación política, algunos tienen creencias machistas, algunos tienen 22 años. . . y están en su último año de universidad, y se van a ir de vacaciones de primavera sin importar lo que suceda." Cada uno de estos tipos de personas requeriría un tipo diferente de intervención, dice Russo.

¿Es posible educar a todo el mundo para desafiar sus propios prejuicios y romper sus malos hábitos? Por supuesto que no. Pero al igual que usar cubrebocas en primer lugar, cada esfuerzo contribuye a evitar la propagación del COVID-19. Así que podríamos intentarlo también.

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