El dinero de las mujeres siempre se consideró un dinero diferente al del hombre. Esto tiene raíces muy antiguas y en algunas sociedades el dinero que el hombre obtenía de su trabajo, se utilizaba para gastos o inversiones consideradas como de “Mayor jerarquía”, mientras que el dinero que provenía de actividades femeninas, se utilizaba para el consumo diario y en muchas culturas el dinero generado por las mujeres, era considerado como “dinerillo”.
La mujer en la edad victoriana prácticamente no tenía acceso a ningún tipo de dinero y el hombre era el responsable de cubrir todos los gastos de la familia. Era responsabilidad masculina no solo dotar, sino también administrar la totalidad del dinero familiar. De esta manera el acceso a cierto dinero por parte de la esposa, se hacía por medio de técnicas de persuasión: pidiendo, rogando, convenciendo o incluso con pequeños robos, por no mencionar el clásico chantaje sexual.
Aun cuando el dinero era hecho con el trabajo directo de la mujer, se consideraba que el dinero era propiedad del esposo. Viviana Zelizer en su interesante trabajo sobre el significado social del dinero, narra, por ejemplo, el caso de un campesino que demandó y ganó un juicio contra su esposa, quien, de manera independiente, había ahorrado dinero con su propio trabajo. El juez al final de cuentas consideró que, pese a que el dinero provenía del trabajo de la mujer, “el dinero familiar pertenecía al marido”.
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