viernes, 9 de septiembre de 2016

El deporte: Parte 2.

...Pero un hombre estaba inmensamente complacido con la manera en la que las cosas se presentaban, era el general Telémaco.

Telémaco ambicionaba el trono y estaba esperando la oportunidad adecuada para actuar.

Ahora que el descontento en contra del emperador crecía, sentía que tenía una oportunidad favorable para usurpar el poder. Con este motivo ulterior, él y sus sicópatas comenzaron a difundir calumnias en contra del emperador y a obtener el apoyo táctico de los senadores.

Un día, cuando los espectadores estaban esperando impacientemente a que comenzara el deporte de los gladiadores, el emperador hizo un anuncio dramático:

A partir de este momento no habrá ningún entretenimiento que involucre violencia de ningún tipo. Estoy aboliendo el deporte de los gladiadores. A partir de la fecha ningún criminal será, por lo tanto lanzado despiadadamente a los leones; si merece morir, morirá de una manera más pacífica. No permitiré que la sangre sea derramada en este anfiteatro.

Los espectadores recibieron el anuncio con incredulidad y silencio.

A partir de ahora continúo el emperador, tendremos óperas y teatro. El gran dramaturgo Edius presentará su drama hoy.

Se escucharon murmullos de protesta.

Edius comenzó a presentar su drama. El emperador pensaba que era una obra maravillosa, pero por grandiosa que fuese no podía compararse con el drama de la vida real al que el público estaba acostumbrado. Para cuando terminó la obra, la mayoría de los espectadores se había retirado.

En anfiteatro comenzó a lucir siempre desierto, sólo unos pocos selectos que podían apreciar las artes lo frecuentaban y el único asistente regular era el emperador.

Los ciudadanos comenzaron a organizar combates de gladiadores clandestinamente. Desalentados por los asientos vacíos ante él, el emperador decretó que los ciudadanos debían asistir al anfiteatro cada vez que hubiese un evento; si los combates de gladiadores se sostenían secretamente, serían castigados duramente.

Ahora los ciudadanos estaban enojados, comenzaron a injuriar al emperador, algo que agradó mucho a Telémaco.

Los baños eran un lugar ideal para difundir rumores y dedicarse a los chismes, y Telémaco le sacaba un gran provecho.

Un día, en los baños, cuando los senadores conversaban en pequeños grupos, deliberadamente habló en voz alta:

He escuchado que el emperador está pensando en abolir la esclavitud.

Los senadores dejaron de hablar abruptamente y miraron a Telémaco. Durante los últimos meses éste había ganado poco a poco su confianza. Aún antes del anuncio formal referente a la abolición de los combates de gladiadores se hubiese hecho, Telémaco había comunicado discretamente la información sobre tal acontecimiento y había advertido a los senadores. Por lo tanto, se sintieron genuinamente desalentados cuando se enteraron de la próxima reforma política a punto de suceder; sus privilegios aristocráticos se derrumbarían si se le permitía al emperador que continuase con sus planes. Uno a uno, los senadores comenzaron a hablar de lo que pensaban.

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