Nadie es tan importante o tan poderoso como para no pedir perdón cuando comete un error. En el mundo, es frecuente escuchar que empresarios, políticos o funcionarios se disculpan públicamente. Así, en febrero de 2010 el presidente de una marca de automóviles orientales se disculpó con sus clientes, pues muchos de sus autos tenían un defecto en los frenos y anunció que les devolvería su dinero. En mayo de 2014 un chef, quien dirige una importante cadena internacional de hamburguesas, realizó un video para pedir perdón por las malas condiciones higiénicas y de trabajo en algunos de los establecimientos y prometió mejorarlas. Y en febrero de 2015 un importante banco publicó un anuncio para disculparse de que su filial suiza ayudara a sus clientes a evadir impuestos. Hacer esto demuestra grandeza, lo contrario es una cobardía y un sinónimo de pequeñez e inferioridad.
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