La sola condición de mujer puede
convertirse en una ventaja competitiva en una campaña política o en el
ejercicio de gobierno, si tal condición es utilizada de forma estratégica. La
clave es la feminización del discurso, lo que nada tiene que ver con un
discurso feminista, sino femenino. ¿Cómo lograr lo anterior?
Existen diversos estereotipos que
contribuyen a generar percepciones específicas en los destinatarios; los más
comunes son el estereotipo racial o la nacionalidad de una persona. Si pensamos
en un alemán, lo asociamos en nuestra mente a orden y disciplina, y aunque tal
percepción tiene una base real, no todos los alemanes son ordenados y
disciplinados.
Otro estereotipo muy fuerte es el de la
profesión. Si pensamos en el perfil de un abogado, nos viene a la cabeza la
idea de formalidad, trajes, corbatas, lenguaje pulcro, etcétera, y si bien
muchos abogados cumplen con tal estereotipo, existen profesionales brillantes
en la abogacía que escapan completamente a la formalidad referida.
Pero el estereotipo de género es quizá
el más fuerte. A la mujer, con base en su naturaleza, se le atribuyen ciertos atributos y
está asociada a roles determinados en la sociedad. Pero poco a poco la mujer ha
transitado a roles que en el pasado estaban reservados a los varones: actividad
empresarial, algunos deportes, carrera militar y por supuesto la política.
Desde luego es positivo que la mujer se
incorpore a otros ámbitos en los que antes no participaba, pero lo cierto es
que a pensar de los cambios culturales que vivimos, la mujer sigue siendo mujer
y su misma naturaleza le otorga atributos específicos que el varón no tiene. La
mujer, por ejemplo, tiene posibilidad de ser madre y amamantar, y su propia
psicología aporta a la vida familiar aspectos muy particulares que un hombre
jamás podrá aportar.
Quizá a algunos esta afirmación les
parecerá machista. Nada de eso. La propia Michelle Bachelet, bastante
feminista, durante su primera campaña utilizó de forma contundente la frase “Nosotras
nos embarazamos”. Lo anterior además de ser cierto por estar inscrito en la
naturaleza de la mujer, se convirtió en un factor diferenciador de su campaña,
en un discurso “feminista” y en un grito de exigencia para ayudar a muchas
mujeres excluidas por su condición de madres. Alberto López-Hermida, experto en
estereotipo de género y representante de EYCOM en Santiago de Chile, investigó
a profundidad la primera campaña de la hoy presidenta chilena y llegó a la
conclusión de que su sola condición de mujer, fue el factor determinante de la
victoria de Bachelet.
Y ese es el tema clave, si la mujer
metida en la política aprovechando su propia condición de mujer, es capaz de
construir una narrativa particular y un discurso atractivo que la diferencie
del varón y que la posicione positivamente en el mercado de los votos. Cabe
señalar además, que la mujer no solo puede tener ventaja si explota sus propios
atributos, sino que puede migrar a los atributos de los varones, lo que casi
siempre la convierte en noticia para los medios de comunicación.
Pensemos en una mujer ataviada como
militar, o una subida en un tanque de guerra, o encabezando una reunión en la
que participan solo hombres. Lo anterior se convierte en automático en foto
atractiva y en titular de los medios. Si un varón juega esos roles no
despertará el mismo interés, porque de alguna manera es parte del paisaje
cotidiano.
La mujer puede hacer de su vestuario
parte de su estrategia de campaña, el varón difícilmente podrá diferenciarse de
otros candidatos, aunque es cierto que tenemos casos de excepción como algunos
políticos que rompieron ciertos esquemas en su forma de vestir, tal es el caso
de Vicente Fox, ex presidente de México y el gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez
“El Bronco”. Pero son en todo caso excepciones. Una candidata puede dar nota
por su sola forma de vestir. Josefina Vázquez Mota durante su campaña se vestía
de México, es decir, llegaba a cada ciudad para encabezar mítines con ropa que
le habían regalado comunidades indígenas de dichas regiones. Eso hubiera sido
imposible con un candidato, o por lo menos algo muy forzado.
La mujer puede abordar temas en campaña
con un encuadre mucho más cercano a la sociedad. No es lo mismo hablar de
presupuestos o de ajustes económicos, que de sustento para los hogares.
La mujer es a final de cuentas la que sabe lo que se requiere en una casa. No
es lo mismo hablar de planes de seguridad, que construir un lugar donde
vivir en paz. El lugar más seguro es la casa, y este territorio está más
asociado a la mujer.
No es lo mismo hablar de planes
educativos, que del aprendizaje de los hijos, no es lo mismo hablar de
estrategias de salud, que del cuidado de los hijos. Es por ello que las
mujeres tienen un área de oportunidad extraordinaria para conectar con la
sociedad para obtener votos o para lograr cercanía con la gente desde el ámbito
de gobierno.
Lo anterior implica definir estrategias
específicas, líneas discursivas y narrativas particulares que exploten al
máximo los atributos de la mujer en política. Esa ha sido una de las líneas
prioritarias de acción de nuestra empresa a través de talleres de relato para
mujeres, seminarios, entrenamientos de medios especializados en mujeres en
política y construcción de relato femenino.
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