APRENDE A DECIR LAS COSAS CON
ARGUMENTOS.
Mucha
gente piensa que discutir es simplemente expresar sus prejuicios de una forma
diferente. Por eso mucha gente cree que discutir es desagradable e inútil. De
hecho, aunque las definiciones que nos brinda el diccionario de discutir (dicho
de dos o más personas: examinar atenta y particularmente una materia) o
(contender y alegar razones contra el parecer de alguien) no implican
animadversión, el significado que popularmente se da a discutir se parece más a
pelearse verbalmente. No es el significado que hoy quiero aclarar.
Lo
es, dar argumentos, significa ofrecer una serie de razones o de pruebas para
apoyar una conclusión. Argumentar no es simplemente afirmar un punto de vista.
Implica un esfuerzo para apoyar un punto de vista con razones. Por ello, es
esencial usar argumentos cuando se discute.
Discutir
usando argumentos es esencial sobre todo porque constituye una manera de
descubrir qué puntos de vista son superiores a otros. No todos los puntos de
vista son igualmente válidos. Si aprendes a hacerlo de esta forma, encontrarás
conclusiones que se apoyan en buenas razones, y otras que apenas se sostienen.
¿Cómo vas a distinguirlas?: ofreciendo argumentos para las diversas
conclusiones y valorándolos para ver qué tan convincente es cada uno de ellos.
Tendiendo
a ese sentido, un argumento es una forma de indagación. Filósofos y activistas
han argumentado, por ejemplo, que las corridas de toros es un sacrificio hacia
esta especie animal y que les produce un tremendo sufrimiento, que resulta
injustificable e inmoral. ¿Tienen razón? No podemos decidirlo teniendo en
cuenta solamente nuestros propios prejuicios. ¿Tenemos obligaciones morales
hacia las otras especies, por ejemplo, o el sufrimiento sólo es malo cuando es
humano? Esta y muchas más preguntas deben considerarse detenidamente, y las
respuestas no están claras a primera vista.
Dar
argumentos es esencial por otra razón. Una vez que hemos llegado a una
conclusión que está bien sustentada, la explicamos y la defendemos con
argumentos. Un buen argumento no se limita a repetir la conclusión, sino que
ofrece razones y pruebas para que los demás juzguen por sí mismos. Si tu amable
lector, estás convencido, por ejemplo, de que debemos cambiar la forma de la
llamada fiesta brava, debes usar argumentos para explicar cómo llegaste a esa
conclusión. Ésta es la forma en que convencerás a otros: ofreciendo pruebas y
razones que te convencieron a ti. No es ningún error tener opiniones
contundentes. El error es no tener nada más. Como sucede en la mayoría de las
discusiones que vivimos u observamos, donde simplemente se da total crédito a
lo que otros señalan (principalmente medios de información) y la mayor parte de
la población, repite y aumenta situaciones sin detenerse a reflexionar o
analizar, si así son las cosas.
Por
regla general aprendemos a discutir afirmando. Es decir, se empieza por la
conclusión (se externa un deseo, una opinión) sin ofrecer argumentos para
apoyarla. A veces esta manera de actuar funciona, al menos en la etapa juvenil.
Dar
verdaderos argumentos requiere tiempo y práctica. Reunir razones, formular
conclusiones que sean proporcionales a las pruebas que se disponen, considerar
las objeciones… Éstas son destrezas que
se adquieren con el tiempo, pero analizando, reflexionando y poniendo en duda
todo lo que ves, escuchas o sabes. Se debe adquirir madurez, y no precisamente
tiene que ver con ser mayores, sino con dejar de lado nuestros deseos y
opiniones por un instante y pensar de verdad.
La
enseñanza formal puede ayudarnos o no. Incluso la legislación (leyes, decretos,
reglamentos, etcétera) tienen su espíritu, su historia del porqué se promulgó
de esa manera, pero no siempre se cuenta con argumentos sólidos para probarlo y
es la razón por la que existen tantas lagunas en las leyes federales o locales.
Practicar
la argumentación tiene beneficios colaterales. La mente se vuelve más flexible,
con menos prejuicios, más despierta. Al hacerlo de manera cotidiana o frecuente
llegamos a apreciar la mejoría personal que nuestro pensamiento crítico puede
llegar a representar. A lo largo de nuestra vida familiar, en la política, en
la ciencia, en la filosofía e incluso en la religión se nos ofrecen
constantemente argumentos para que los valoremos, y nosotros podemos responder
ofreciendo nuestros argumentos propios. Piensa, estimado lector, en la
argumentación como una forma de hacerse un lugar en esta dinámica dialéctica
continua, y te aseguro que cuando lo hagas, apreciarás que no hay nada mejor
que esto.
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