Aprovechando
que desde hace tiempo la educación mexicana y sus profesores ocupan un papel
mediático en el país, utilizo este espacio para hacer un análisis de lo vivido
como alumno y como padre de familia, los dos extremos que la mayoría de
nosotros ocupamos, cuando tenemos descendientes.
La
llamada educación básica se realizó, en mi caso, en la década de los 80´s del
siglo pasado, se lee lejano, pero actualmente rondo las cuatro décadas. Eran
años en los que el preescolar o kindergarten (término copiado del anglosajón)
no era obligatorio, además de que no había o casi no existían guarderías o los
llamados maternales y tantas denominaciones que se manejan en la actualidad.
Al
cumplirse los 6 años de edad, los padres inscribían a sus hijos a la escuela
primaria; dependiendo del lugar, en el centro escolar, había 1, 2 o incluso 3
grupos, por cada grado, no se pedía cuota voluntaria (obligatoria) de
inscripción al inicio de cada ciclo escolar y durante el periodo, jamás se
molestaba a los padres con alguna aportación o pago, el uniforme no existía en
muchas escuelas, y en las que ya lo empezaban a usar, no lo exigían como ahora
(tampoco es obligatorio, pero los directivos y profesores buscan formas sutiles
para que nadie deje de portarlo), se
asistía a los desfiles, pero, los padres no gastaban, porque se pedía
portar un pantalón (falda las niñas) azul marino (incluso de mezclilla) y una
camisa, playera o blusa blanca, colores básicos que nunca faltaban en un
guardarropa, se desfilaba sin mayor problema. Los profesores festejaban con
dinero propio el día del niño y el día de las madres, y algunos hasta una
posada el fin de año. No se vivía la etapa de los desechables y cuando había
festejo, se nos pedía llevar un plato, un vaso y una cuchara, otro ahorro para
las familias y sobretodo se ayudaba al planeta, al no contaminarlo con el
plástico y/o unicel actuales.
Los
profesores se ajustaban a las condiciones económicas de la zona, población,
tenencia, comunidad o ranchería, y se ganaban el afecto permanente de los
padres de familia, pues nunca les faltaba techo y comida, en los casos que lo
necesitaran. Éstos no abusaban de sus permisos económicos para faltar, o
escudándose en que antes se les pagaba con cheque (es decir papel), no dejaban
de ir un día cada quincena a impartir clases para acudir a la sucursal bancaria
a cambiar papel por dinero, (como hacen ahora), buscaban diferentes maneras
para cobrar, endosaban los cheques para que solo uno de ellos se ausentara y
eso no todo el día, sino calculaban el tiempo de traslado del lugar de trabajo
a la localidad más cercana que contara con institución bancaria y era el
espacio utilizado, aunque normalmente no lo hacían porque las clases terminaban
a las 12 horas del día y los bancos cerraban a las 15 horas, por lo que 3 horas
eran más que suficientes para ello, o con los negocios del lugar, se ponían de
acuerdo para que estos se los cambiaran, y esto hablando de los profesores que
laboraban en el turno matutino (mañana), porque los del turno vespertino
(tarde) mucho menos se tomaban estos tiempos de manera arbitraria.
Lo
que si era obligatorio, era faltar para acudir a sus asambleas sindicales, pero
éstas no eran tan frecuentes, como en la actualidad.
Otra
gran diferencia, era la rotación de los directores, entre los trabajadores de
cada institución educativa (primaria, secundaria) se iba nombrando al nuevo
director por X tiempo (1, 2 o 3 años etc.) y todos contentos, no como ahora que
llegan recomendados a esos cargos y salvo que cometan algún error grave o por
rencillas políticas sindicales, son removidos, de lo contrario así se pueden
jubilar. (Sin haber estado frente a grupo, sin tener experiencia docente)
La
era tecnológica y sus avances han ido mermando el trabajo y vocación de los profesores
que antaño si tenían, ahora estamos inmersos en una época educativa, donde los
profesores pasan más tiempo fuera de las aulas que dentro, donde prevalece más
la grilla y la politiquería barata que la convicción de formar parte de un
gremio que mucho tiempo fue respetable y sobretodo, que todos agradecíamos a
más de alguno de nuestros profesores su loable labor para con nosotros, que
incluso, de verdad se ganaban con creces que se les llamara maestros.
Actualmente,
viven afectando a la riqueza del futuro de nuestro querido país: la niñez. Raro
es encontrar un profesor con la mentalidad de antaño, ahora todo gira en base a
lo económico, cuotas voluntarias (obligatorias) de inscripción, cualquier
festejo lo pagamos los padres de familia (como tío Lolo), a cada rato cooperaciones
para esto y aquello, etc. En lugar de dar buenos ejemplos, observan cerca o por
la televisión el comportamiento tan poco recomendable que muestran sus
mentores, los que sólo luchan, pelean y vandalizan escuelas e instituciones por
sus beneficios, porque aunque digan que lo hacen por sus derechos, éstos (los
derechos) conllevan un sinnúmero de obligaciones que no logran, ni quieren
asumir. Al respecto me viene a la mente una reflexión, una duda razonable
cuando fui niño y estudiante del nivel básico, admiraba a mis profesores, les
pedí más de una vez consejo para determinado asunto y la respuesta que en su
momento me dieron, y ahora analizo, fue la apropiada y con las palabras
necesarias para no dañar nuestra inocencia ni mentalidad, asimismo notaba que
gozaban de autonomía y libertad personal, no se dejaban arrastrar por líderes
necios, ignorantes y corruptos, lo que ahora no veo en esta nueva clase de
docentes, donde no tienen la capacidad de raciocinio individual y se dejan dominar
o manipular por sus dirigentes, ¿Será que de verdad no piensan? ¿Será que su
vocación verdadera es ganar dinero trabajando menos? Eso sólo cada uno de ellos
lo saben, lo que si se nota es la falta de compromiso con su profesión, con su
institución, con su país, con la niñez mexicana.
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