Señala que se necesitan cambios, pero…
En
teoría, todo mundo comprende la necesidad del cambio, pero en el nivel
cotidiano, el ser humano es hijo de la costumbre. Demasiada innovación resulta
traumática y conducirá a la rebelión. Si tú eres nuevo en una posición de
poder, o un tercero que intenta construir una base de poder, has alarde de
respetar la forma tradicional de hacer las cosas. Si se impone un cambio
necesario, hazlo aparecer como una leve modificación positiva del pasado.
La
sicología humana encierra muchas dualidades, una de las cuales es que, cuando
comprenda la necesidad de cambio y reconozca la importancia de la ocasional
renovación de instituciones e individuos, la gente también se siente irritada y
alterada ante los cambios que la afectan en forma personal. Todos saben que el
cambio es necesario y que lo novedoso alivia la monotonía y el aburrimiento,
pero en lo más íntimo se aferran al pasado. Todos desean el cambio en
abstracto, un cambio superficial, pero un cambio que modifique de manera
fundamental sus hábitos y su rutina resulta profundamente perturbador.
Ninguna
revolución se ha producido sin sufrir poderosas contra reacciones, porque a la
larga el vacío que genera se revela demasiado perturbador para el ser humano,
que inconscientemente asocia tales vacíos con la muerte y el caos. La
oportunidad de cambio y renovación seduce a la gente y la hace que tome partido
por la revolución, pero una vez que se diluyó el entusiasmo, como ocurre de
manera indefectible, queda una sensación de vacío. Anhelosos del pasado,
generan una apertura para que pueda volver a infiltrarse.
Según
Maquiavelo, el profeta que predica y provoca cambios sólo puede sobrevivir por
la fuerza de las armas; cuando las masas, inevitablemente, ansían volver al
pasado, sólo le queda recurrir a la fuerza armada. Pero el profeta armado no
podrá perdurar, a no ser que genere con rapidez una serie de valores y rituales
que reemplacen a los de antaño y calmen ansiedades de quienes temen el cambio.
Es más fácil y menos sangriento practicar una suerte de estafa. Predica el
cambio todo lo que quieras, y hasta implementa reformas, pero cúbrelas con la
reconfortante apariencia de hechos y tradiciones del pasado.
Comprende,
el hecho de que el pasado esté muerto y sepultado te ofrece la libertad de
reinterpretarlo. Para apoyar tu causa, juega con los hechos. El pasado es un
texto en el cual tú puedes insertar tus propias frases.
Un
simple gesto, como utilizar un antiguo título o mantener el mismo número de
integrantes de un grupo, te ligará al pasado y te dará el apoyo de la autoridad
histórica. Como observó Maquiavelo, los romanos usaron esa táctica para
transformar su monarquía en república. Es cierto que instalaron dos cónsules en
lugar del rey, pero dado que el rey había tenido a su servicio doce lictores,
conservaron ese número de lictores bajo los cónsules. El rey realizaba en
persona un sacrificio anual, en una gran ceremonia que conmovía al público; la
república conservó esa práctica, pero transfiriéndola a un jefe de ceremonias,
al que llamaban el Rey del sacrificio. Estos y otros gestos similares
contentaron al pueblo y evitaron que clamaran por el retorno a la monarquía.
Otra
estrategia para disimular el cambio, consiste en hacer ostentación ruidosa y
pública de los valores del pasado. Muéstrate como celoso defensor de las
tradiciones, y pocos notarán cuán poco convencional eres en realidad.
Así
que, de la boca hacia afuera, adhiere a la tradición. Identifica aquellos
elementos de su revolución que puedan parecer basados en el pasado. Di lo
correcto, exhibe tu conformismo, y mientras tanto deja que tus teorías hagan el
trabajo radical. Juega con las apariencias y el respeto por los protocolos del
pasado. Esto vale para cualquier campo de actividad, y las ciencias no
constituyen una excepción.
Una
nueva verdad científica no triunfa convenciendo a los adversarios y haciéndoles
ver la luz, sino porque con el tiempo esos adversarios mueren y surge una nueva
generación que ya se ha familiarizado con esa verdad.
Por
último, amable lector, recuerda que la gente poderosa presta mucha atención al
espíritu de la época. Si las reformas que pretendes se adelantan demasiado a su
época, pocos las comprenderán; generarán ansiedad y serán malinterpretadas. Los
cambios que implementas deberán parecer menos innovadores de lo que son.
Observa el espíritu de la época. Si actúas en tiempos tumultuosos, puedes
obtener poder predicando un retorno al pasado, a lo reconfortante, a la
tradición, a los rituales. En cambio, durante un período de estancamiento juega
las cartas de la reforma y la revolución y ten mucho cuidado con lo que
fomentas. Quienes concluyen una revolución raras veces son los mismos que la
iniciaron. No alcanzarás el éxito en ese juego peligroso, salvo que estés
dispuesto a anticiparte a la reacción inevitable contra el mismo, jugando con
las apariencias y construyendo sobre el pasado.
Quien
desea o intenta reformar el gobierno de un Estado, y quiere que tal reforma sea
aceptada, deberá conservar por lo menos la apariencia de las viejas formas, a
fin de que la gente crea que no hubo cambio en las instituciones, aunque sean
totalmente diferentes de las anteriores. Porque la gran mayoría de la gente se
conforma con las apariencias, como si fueran realidades. ¡Ánimo, no tengas
miedo!
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