Sabor de barrio.
Reiteradamente,
se habla de forma, incluso despectiva, de los que pertenecen (por nacimiento o
residencia) a un barrio, de cualquier ciudad o población de nuestro querido
país: México.
Y,
muchos dirán, no tiene nada de malo, pertenecer, nacer o sentirse orgullosos
del barrio en el que residen, lo cual es cierto, pero de que la mayoría de esta
gente está llena de vicios y detalles, también lo es.
Vivimos
en una sociedad llena de falsedad e hipocresía, donde no se permite decir las
cosas tal y como son en realidad, porque se agrede, se humilla o se lastima a
determinado segmento poblacional, y esto en lugar de beneficiarnos, nos hunde
más en la mediocridad cultural, social y económica, pero sobretodo, nos limita
como seres humanos. Porque entonces, de que sirve recibir educación, de que
sirve prepararnos cada día más, si no podemos corregir a nuestros semejantes,
porque aun cuando se les hagan ver sus errores de manera apropiada, la mayoría
se molesta, así lo dice la sabiduría popular: corrige al sabio y lo harás tu
amigo, corrige al necio y lo harás tu enemigo, esto es cierto, verdadero y
real. Entonces, ¿Cuándo vas a poner en práctica lo que has o estás aprendiendo?
Si la gente no se deja ayudar.
Pese
a esto, hoy aprovecho el espacio para hablar del rincón más conflictivo de
cualquier lugar: el barrio.
En
este sitio, no hay un solo día que no haya, por lo menos una pelea a puñetazos,
ya sea entre hombres o entre mujeres, y de distintas edades, porque la
ignorancia no reconoce edades, sexo o condición, mucho menos la violencia que
la acompaña. Esto por decir lo menos, porque hay ocasiones que desencadena en
verdaderas batallas campales donde salen a relucir cinturones, piedras, palos,
bates, botellas, cadenas, armas blancas y armas de fuego. Provocándose en
ocasiones algo más que bocas rotas, ojos hinchados y narices fracturadas.
Los
motivos mayoritarios, de verdad causan hilaridad, son por estupideces, siendo
entre otros: porque según algunos, los miran feo, porque se empujan sin querer,
porque van mejor en la escuela, o en el trabajo ganan más, el trabajo es mejor
o peor que el del otro, porque andan con su ex novia, por un triunfo o derrota
en algún deporte (sea de forma activa o como aficionado), porque se caen mal,
por gusto y ganas de demostrar valentía y así se pueden enumerar, sin mirar más
allá de las consecuencias que un aparente pleito callejero puede traer, porque
esto puede terminar en tragedia o en peleas cada vez que se encuentren, porque
el que pierde nunca va a quedar conforme y va a buscar revancha y estar con
ventaja la próxima oportunidad y esto se vuelve un círculo vicioso.
Otra
característica propia del barrio, es la multiplicación de la población desde
temprana edad, esto es, desde la primaria o secundaria, las niñas pierden su
virginidad y su vida sexual se vuelve promiscua, porque ellas mismas comentan
que en su barrio, sus amigos (amantes) les dicen que ya no valen nada y esa voz
se corre con los demás, que sólo las buscan para satisfacer su instinto sexual,
esto sin que resulte un embarazo, porque cuando ya lo hay, todo se vuelve peor
para ellas, porque en la mediocre capacidad mental de los chavos de barrio,
menos valor tiene una mujer con un hijo y lo que es peor que ellas mismas
pierden su valor y dignidad, porque comienzan a meterse con uno, con otro y con
cualquiera que les hable bonito al oído, al grado de terminar peleando con
otras chiquillas por el mismo hombre flojo, vicioso y desobligado.
A
la gente de barrio, no le gusta el estudio, no tiene visión a futuro, trabaja
por necesidad, pero siempre en actividades al aire libre, principalmente en
puestos ambulantes, en los mercados sobre ruedas, tianguis, ferias y mercados,
pocas veces obtienen una base o trabajo de planta (así dicen) y sólo están
esperando un descuido de sus patrones o la gente, para delinquir y apoderarse
de dinero, o bienes ajenos, son viciosos (alcohol, drogas, solventes,
inhalantes, etc.), se pasan el mayor tiempo de la vida quejándose de todo y de
todos, gastan más de lo que ganan, siempre están endeudados, les gustan las
tandas, los juegos de azar (lotería, pronósticos, melate, revancha, tris,
etc.), su fe es a prueba de todo, creen en san Judas Tadeo, lo mismo que en la
santa Muerte, pero al final todos coinciden en ser guadalupanos. Son clientes
permanentes de las casas de empeño, de las cadenas de tiendas que venden en
abonos, buenos para las fiestas (festejan todo y nunca falta el alcohol), son
mal hablados (tienen un tono singular), son agresivos, a la menor provocación
se dejan ir a los golpes y amenazas de toda índole. Los que tienen suerte y
alcanzan la senectud nunca dejan de trabajar para mal comer, mal vivir y pocas
veces tienen una casa propia, bien escriturada y que no sea fruto de una
invasión o paracaidismo, aunque la construcción no siempre sea correcta. Claro
que como en todo, hay excepciones y éstas de verdad son extraordinarias.
Sinceramente,
amable lector, te deseo que jamás vivas en un barrio así (los hay más y menos
bravos), porque es desagradable la convivencia diaria. Y más para nuestros
hijos que están en la etapa de desconcierto y conocimiento, donde no saben lo
que es correcto e incorrecto, aunque lleven algunos cimientos importantes. Y si
ya estás dentro, por necesidad o desconocimiento, te deseo rodearte de fortaleza
para que no termines pareciéndote a la mayoría y salgas avante junto a tu
familia. Porque ahí es donde la vida no vale nada, no solo en León, Guanajuato,
como escribió José Alfredo Jiménez.
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