Sé discreto en todo.
La mayoría de las
personas son como un libro abierto. Dicen lo que sienten, manifiestan
abiertamente sus opiniones en la primera oportunidad que se les presenta y
revelan sus planes e intenciones. Lo hacen por diversas razones. En primer
lugar, es fácil y natural desear hablar sobre lo que uno siente y sobre los
planes que tiene para el futuro. Frenar la lengua y controlar con cuidado lo
que se revela exige un gran esfuerzo. En segundo lugar, muchas personas creen
que siendo abiertos y honestos se ganan el afecto de los demás. Sin embargo,
están en un gran error. La sinceridad es un instrumento romo, que hace sangrar
más de lo que corta. Lo más probable es que con la sinceridad logren ofender a
la gente. Es mucho más prudente medir y adecuar las palabras, y decir a la
gente lo que desea oír, y no enfrentarla con la cruda y desagradable realidad
de lo que uno siente o piensa. Y, por encima de todo, el ser desinhibidamente
franco lo convertirá en un individuo tan predecible y conocido, que resultará
casi imposible respetarlo o temerle. El poder no cae en manos de una persona
incapaz de inspirar ninguna de estas dos cosas.
Si tú, amable lector,
ansías obtener poder, deja de lado ya mismo la sinceridad y aprende el arte de
disimular tus intenciones. Cuando lo domine, siempre correrás con ventaja con
respecto a los demás. Hay una verdad muy simple acerca de la naturaleza humana,
que constituye el elemento básico de la habilidad de ocultar nuestras
verdaderas intenciones: el primer instinto del ser humano siempre es creer en
las apariencias. No se puede ir por la vida dudando de la realidad de lo que
vemos y oímos, imaginando que las apariencias ocultan otra cosa; esto
terminaría por agotarnos y aterrarnos. Debido a esto, resulta relativamente
fácil disimular nuestras verdaderas intenciones. Basta con presentar un objeto
que presuntamente deseamos, un objetivo que en apariencia queremos alcanzar,
ante la vista de los demás y tomarán por realidad esas apariencias. Una vez que
tu atención se centre en el señuelo, no se dan cuenta de las verdaderas
intenciones. En el arte de la seducción, emite señales contradictorias, tales
como el deseo e indiferencia, y no solo despistarás a los demás sino que
encenderá tu deseo de poseerlo.
Una táctica que suele
resultar eficaz como pista falsa es la
de aparentar apoyar una idea o causa por entero opuesta a tus verdaderos
sentimientos. La mayoría de la gente supondrá que simplemente, has cambiado de
opinión, dado que no es frecuente jugar con tanta ligereza con algo tan emotivo
como las opiniones y los valores personales. Lo mismo vale para cualquier
objeto de deseo presentado como señuelo: simula desear algo que en realidad no
te interesa obtener, y lograrás despistar a tus enemigos, que cometerán todo
tipo de errores de cálculo.
Utiliza esta táctica de
la manera siguiente: oculta tus intenciones, no cerrándote, sino hablando sin
cesar de tus deseos y objetivos… pero no los verdaderos. Con esto matarás tres
pájaros de un tiro: parecerás una persona amable, abierta y confiada; ocultarás
tus verdaderas intenciones; y harás que tus rivales pierdan un tiempo precioso
defendiendo el flanco equivocado.
Otra herramienta
poderosa para despistar a la gente es la franqueza falsa. La gente tiende a
confundir franqueza con sinceridad. Recuerda que el primer impulso es creer en
las apariencias, y, dado que todos valoran la sinceridad y quieren creer en la
sinceridad de quienes los rodean, rara vez dudarán de ti o adivinarán tus
verdaderas intenciones. El aparentar creer en lo que tú dices confiere un gran
peso a tus palabras. Es así como algo
engañó y destruyó a Otelo: en vista de la profundidad de sus emociones y la
aparente sinceridad de su preocupación por la supuesta infidelidad de
Desdémona, ¿Cómo podía Otelo desconfiar de él? Así fue también como el gran
estafador Yellow Kid Weil pudo engañar a sus incautas víctimas: simulando creer
absoluta y profundamente en el señuelo que les ponía delante de sus narices
(acciones falsas, un caballo de carrera destinado a perder), hacía que su
realidad fuese difícil de cuestionar. Por supuesto que es importante no ir
demasiado lejos en este campo. La franqueza es una herramienta traicionera: si
tú te muestras demasiado apasionado, despertarás sospechas en los demás.
Muéstrate medido y creíble, o tu ardid será detectado.
Para convertir tu falsa
sinceridad en un arma eficaz para ocultar tus intenciones, defiende tu fe en la
franqueza y en la transparencia como valores sociales importantes. Hazlo en la
forma más pública posible. Enfatiza tu posición sobre el tema; proclama, de
tanto en tanto, algún pensamiento en el que creas profundamente, pero cuídate,
por supuesto, de que en realidad sea irrelevante e insignificante.
Recuerda amable lector,
los mejores burladores hacen todo lo que está a su alcance para enmascarar su
carácter de bribones. Cultivan un aire de sinceridad en un área para disimular
su accionar artero en otra. La franqueza no es más que un señuelo entre las
armas de su arsenal.
Deseo que lo anterior
te sirva para aplicarlos o defenderte de otros. La cortina de humo es un
concepto adaptable y puede ponerse en práctica en muchos niveles distintos,
pero todos ellos juegan con los principios sicológicos de la distracción y de
la confusión. Una de las cortinas de humo más eficaces es el gesto noble. La
gente quiere creer en gestos aparentemente nobles y aceptarlos como genuinos,
ya que esa confianza resulta placentera. Raras veces notan cuán engañosos
pueden ser estos. ¡Ponte atento!
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