La historia de Margarita…
LIC. ALFREDO CASTAÑEDA FLORES ANALISTA
13 dic. 2025.-En esta oportunidad quiero aprovechar para hablar de una mujer madura. Divorciada, profesora de Jardín de Niños, madre, etcétera, esta es la parte interesante de su historia.
Nacida de un matrimonio, ya que antes era más frecuente eso, es la mayor de tres hermanos, siendo la única mujer. Estudió en la Normal, por lo que es profesora, tiene plaza en un Jardín de Niños, donde seguido es cambiada de adscripción, es decir de poblado y municipio dentro del Estado.
Antes de los treinta años de edad, conoció a otro profesor, pero de educación primaria, con el que salieron, se hicieron novios y terminaron casados. De esa unión nacieron tres hijas, Ruth la mayor actualmente de veintiún años, Janeth de diecinueve e Iveth de diecisiete. Todas estudiantes, las mayores en la universidad, pero en distinto Estado y la menor en el bachillerato.
Son buenas niñas las tres, a pesar de lo vivido. La mayor está separada de las menores. Pero cuando se reúnen se profesan sincero cariño las tres. Además de que seguido están en comunicación telefónica. Son muy unidas.
La docencia es una de las áreas más consideradas infieles en nuestro país, debido a los romances que surgen entre profesores, casados o con pareja, para subir en el escalafón laboral, para cambios de adscripción, es decir, para estar más cerca de su lugar de origen, porque simple y sencillamente les gusta el ambiente apasionado fuera de su hogar.
Y Margarita no fue la excepción, cayó en las redes de la saliva y la promiscuidad, aun estando casada, con tres hijas y años de feliz matrimonio, sucumbió ante las mentiras, ajá, de los hombres, compañeros de profesión, por calentura, pasión, deseo y por otros motivos y causas que lo hacen. Hasta que su esposo, se enteró, pero resulta, que no era un desliz reciente, ni el único, sino que, al seguir rascando a lo encontrado, salió a la luz que ya era algo frecuente y común, a tal grado que resultó que la hija menor, es de otro hombre, casado por supuesto, y si las ves juntas a las tres, se observan rasgos completamente distintos de las mayores y ésta pequeña. Las dos son de piel blanca, pelo claro, ondulado y parecidas entre ellas, la menor, es de piel morena clara, pelo negro, lacio. ¿Por la familia?
Eso siempre creyó su marido, hasta que, escudriñando entre las amistades y compañeras de trabajo de ella, desde hace años, fue lo que tristemente encontró. Se llevó a cabo el juicio de divorcio, y por supuesto, la prueba de ADN por demás necesaria en este caso, resultando negativo, hoy, ya divorciados, la hija mayor una vez que concluyó la preparatoria se fue a vivir con su abuela materna, pero en el estado vecino, allá estudia medicina, y aunque tenga vacaciones, poco se acerca a su madre. La segunda, cuando terminó el bachillerato se fue a estudiar a la universidad estatal, en la capital del Estado, ahí llegó con unos parientes maternos, pero quizás es la más querida por ella, que de inmediato hizo los amarres necesarios, de papeleo y los prohibidos, para que la cambiaran de dirección, quedando en un municipio conurbado a ese lugar, llevándose con ella a la pequeña, que está en la preparatoria.
Llegó incluso al Jardín de Niños del lugar como directora, esto fue a principios de este año, pero resulta que durante las vacaciones de cambio de ciclo escolar, hubo otra mujer más joven y con mejores actitudes curriculares, jajaja, que le arrebató la dirección y a nuestra protagonista la regresaron no a su lugar de origen, sino a otro municipio cercano, teniendo que dejar a su hija menor, encargada con una “amiga” profesora del Kindergarten donde solo duró seis meses, porque ya no la pudo cambiar de escuela, además de que está a dos semestres de concluir, y por obvias razones, se tienen más oportunidades de alcanzar un lugar en la universidad estando cerca que más lejos. La de en medio, de por sí no dejó de vivir con sus familiares en la capital. Pero la menor, de pronto se vio abandonada en una casa y con una familia que desconoce, donde no puede hacer nada que le agrade, por temor a que se molesten y la corran. Ahora resulta que es la más afectada emocionalmente, por los errores de su madre. Así seguido pasa.
De por sí, su situación económica no es muy holgada, que en las vacaciones las tres tienen que trabajar para sus gastos personales, en lo que puedan y donde las acepten, ahora es más necesario, sobretodo para Iveth, que no sabe con certeza quien es su padre biológico, porque a quien durante quince años, creyó lo era, resultó que no lo es, ella lo quiere, pero el, por obvias razones, está demasiado dolido y no se le acerca, ni permite que ella lo haga, por lo que no recibe dinero de él, para ella, y su madre, no tiene lo suficiente para mantener a las tres. Además de que se siente liberada de marido e hijas, porque ahora para navidad y fin de año, no va a recibir ni a visitar a ninguna de las tres, según les dijo a ellas, se va a ir a visitar a un hermano que vive en otro estado del país.
Cuando la prioridad de los padres es estar, cuidar y velar por sus hijos, principalmente de la más pequeña a quien prácticamente abandonó a su suerte, en casa ajena y con extraños que la deben explotar en lo doméstico, laboralmente hablando. Qué triste que haya este tipo de madres, de mujeres, que les encanta el sexo prohibido y que alcanzaron la maternidad por error, porque no aman realmente a sus hijos. Esas mujeres no deberían haberse casado, ni tenido una relación fija nunca, no nacieron para ello. Aunque también irónicamente, muchas de ese tipo, siempre quisieron casarse, vestirse de blanco, salir mejor que otras, pero ¿para qué? Si solo afectan la vida de terceros que forman parte de su propia sangre.
Mujeres como Margarita, hoy entrada a la quinta década, hay miles, quizás millones en cada rincón de nuestro país, tristemente así es, que imaginan una cosa, pero que en realidad hacen lo contrario, que no se quieren ni ellas mismas, mucho menos van a amar a un hombre y a los hijos que lleguen a procrear con él. Eso, si queremos, lo observamos más frecuente y común entre nuestros vecinos, amistades, familia, compañeros de empleo, solo basta analizar con quienes socializamos de manera seguida, cómo es su vida, cómo son sus actuares, no solo hay que creer las palabras banales y sin sentido que cualquiera dice, peor aun si son de una mujer. La filosofía popular reza: “…palabras de mujer… siempre son falsas…”
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