En cualquier documento debe notarse a simple vista la forma en que los conceptos están organizados.
Neurológicamente, estamos programados para encontrar el busilis de las cosas en el primer golpe de vista y en un tiempo pequeño. Es muy probable que antes de identificar cualquiera de los elementos individuales de una e3scena, ya tengamos una buena idea de qué trata el conjunto. La lectura es multidimensional; por encima del desciframiento de los caracteres y la construcción del sentido inmediato, hay niveles organizativos que nos ayudan a comprender y a jerarquizar aún mejor lo que estamos leyendo.
Ponga usted el mismo concepto, idéntico, al principio de un párrafo, en medio, al final o en párrafo aparte y adentrado; en el arranque de un capítulo como título de un apartado o como corolario; en la portada del documento, en la introducción, en una nota de pie o en un apéndice... La colocación de esa cadena de palabras determinará, de manera muy importante, cómo será valorada por los lectores. Disfrace a un general de capitán y serás un capitán.
No todo el mundo tiene la presencia de ánimo como para sentarse unos minutos a organizar la información. Eso sería ideal, claro, pero hay quienes prefieren ahorrarse los preámbulos y poner manos a la obra de inmediato. Cualquiera que sea su estilo, en algún momento tendrá que poner orden, y, de preferencia, por escrito.
La manera más conocible de organizar la información es un triángulo, de lo general a lo particular, como se hace en un ejército o un cuadro taxonómico. Sí, parece una perogrullada, pero la ausencia de un claro flujo vertical es uno de los defectos más comunes en las tesis, informes y otros documentos que llegan por primera vez a las manos de un corrector.
Díacrisis. Confieso que esta palabra me encanta. No está en el DRAE (lo que no quiere decir que no exista), si bien es de uso frecuente ven filología. En el diccionario si que está el adjetivo diacrítico, con una acepción en la gramática y otra en la medicina. Y yo añadiría un sustantivo más: diacrítica, que me sirve mucho para nombrar el estudio de los recursos diacríticos.
La diacrisis es cualquier modificación en un texto con el fin de darle a este un significado adicional. Puede ir desde agregar un signo de acentuación --por ejemplo, la llamada tilde diacrítica, cuya función es distinguir entre dos palabras que tienen significados diferentes pero que se escriben con las mismas letras-- hasta modificar la forma de los signos.
José Martínez de Souza divide la diacrisis en dos tipos: exógena, cuando se añaden elementos a las palabras, y endógena, cuando las letras cambian de forma. Como ejemplos de la primera tenemos los subrayados, recuadros, viñetas, flechas, manillas, florones, asteriscos, llamadas de nota y espacios; entre las segundas estarían los cambios a cursivas, negrillas, mayúsculas, versalitas y otras variaciones tipográficas por el estilo; los aumentos y reducciones en el cuerpo tipográfico, los cambios de color y más. Desde luego, hay una diacrisis mixta cuando se combinan alteraciones de uno y otro grupo.
Estamos hablando de recursos importantes en la presentación de los textos. Estas marcas son equivalente a los ademanes de los oradores o a los movimientos y gestos de los actores; ¡incluso el imperturbable Eugenio tenía su diacrisis! Uno podría pensar que las palabras escritas están muy limitadas en su diacrisis con respecto al lenguaje oral, pero no es cierto. Cuando tratamos de expresar algo en sentido figurado, ¿no hacemos así con los deditos mientras decimos entre comillas?
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