La evolución del párrafo se detuvo, hace siglos, en el modelo que hoy conocemos como ordinario. Consiste en comenzar la primera línea con una sangría de uno o dos cuadratines y justificar todos los renglones, excepto el último, que va cargado a la izquierda. Entre párrafos consecutivos no se deja ninguna separación.
El cuadratín era un espacio cuadrado en la composición en plomo. Por ejemplo, si se componía con un cuerpo 12, el cuadratín media 12 pt X 12 pt, mientras que el del cuerpo 9 medía 9 pt x 9 pt.
Como acabo de decir, los expertos sugieren que la sangría mida entre uno y dos cuadratines, asunto que me recuerda otro gonzalismo de la RAE.
Dice la ortografía del 20120, en el apartado Recomendaciones tipográficas, que la última línea de un párrafo no deberá tener menos de cinco caracteres, sin contar el signo de puntuación de cierre que corresponda. Si nos remitimos a las tablas de rendimiento de las fuentes tipográficas, podemos ver que en un cuadratín caben entre dos y medio caracteres (esto es algo que depende del estilo, así que el intervalo es mucho mayor si se toman en cuenta todos los tipos), por lo tanto, cinco caracteres más el signo de puntuación ocupan alrededor de dos cuadratines. De modo que con el gonzalismo se procura que el último renglón se extienda un poco más allá --casi el doble-- que la sangría con que comienza el siguiente párrafo.
Por cierto, esos renglones insuficientes, ya sea que se consideren así por tener menos de seis caracteres en medidas cortas o menos de siete en medidas largas o por no extenderse más allá de una sangría, se llaman líneas ladronas.
Donde hay una línea ladrona, el blanco que deja a la derecha se encadena con el de la sangría del siguiente párrafo. Esto puede producir una confusión, toda vez que el espacio blanco entre dos párrafos suele ser un signo diacrítico (un cambio de escena, por ejemplo). Así que la recomendación de la RA>E, ya sin gonzalismos, debería decir: la última línea de un párrafo deberá ser un poco más larga que una sangría.
A veces, en cartas formales, la composición puede ganar en elegancia si los párrafos se comienzan con grandes sangrías de un tercio de renglón. En estos casos, resulta muy complicado evitar las líneas ladronas, puesto que estaríamos hablando de últimos renglones de, quizás, veinte caracter4es o más. Pero, como esas cartas no suelen extenderse más allá de unos cuatro o cinco párrafos, la composición no tiene que sujetarse a las reglas convencionales del párrafo ordinario.
Defensa de la sangría. Durante los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, terminaron de cuajar mundialmente la austeridad y el funcionalismo, que la Bauhaus y otras escuelasa por el estilo enarbolaron como banderas de guerra desde los años vedinte. bEn la ctripografía, se tendió hacia vla supresión de cualquier cosa que no fuera absolutamente esencial. Así, los párrafos se componían con tipos de paloseco --desprovistos de3l menor retazo de personalidad--, justificados y sin sangría. Por cierto, no faltaron los intentos --fracasados, afortunadamente-- de exterminar las mayúsculas.
Un o de los promotores de este tipo de composición tipográfica, si no es que el mismísimo inventor, fue el suizo Jan Tschichold. En 1928 publicó Die Neue Typographic (la nueva tipografía), compuesto todo con párrafos sin sangrar, donde defendía esa forma como la única aceptable del presente y el porvenir. Tenía 26 años de edad. Muchos compraron esa idea y la fueron amasando hasta llevarla a su punto de mayor popularidad, allá por los cincuenta.
Curiosamente, dos decenios más tarde, Tschichold ya había cambiado de opinión. En The form of the book, una obra de 1950, escribió lo siguiente acerca de la sangría: hasta el momento no se ha inventado ningún artificio ni más económico ni tan bueno para señalar un nuevo grupo de oraciones. No han faltado intentonas, .por cierto de reemplazar el viejo hábito con uno nuevo. Pero destruir algo viejo y sustituirlo con algo nuevo, abrigando la esperanza de que se sostenga, solo tiene sentido si, primeramente hay la necesidad de hacerlo, y, en segundo lugar, si el nuevo artificio es mejor que el anterior.
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