LA DIARIA REALIDAD MEXICANA.
Hoy
aprovecho este espacio para señalar, pequeños detalles, para algunos, de la
personalidad mexicana, pero que en realidad si analizamos con detenimiento y a
conciencia, nos habla de cómo somos en nuestra verdadera personalidad.
Reza
un dicho. “El cliente siempre tiene la razón”, con el cual jamás he estado de
acuerdo, porque quizás quien lo expresó no tuvo negocio, fue un cliente, o tuvo
validez en su momento, pero en la actualidad, está lejos de la verdad.
A
lo que voy es, a indicar las facetas que observamos del ser humano en los
distintos lugares donde concurre y que así como se comporta en esos sitios, se
comporta, invariablemente en todo.
El
ser humano, carece del mínimo respeto a lo ajeno, tanto en lo material, como en
lo relacionado a los valores morales, generalmente, no sabe lo que quiere, lo
que busca o lo que necesita, por lo que es frecuente y común encontrar
individuos que destruyen lo que no es suyo, lo ensucian, lo mueven del lugar
asignado, etcétera.
Cuantas
veces amable lector, has observado en los centros comerciales frascos o
botellas rotos en el piso; muchas, y el responsable de haberlo tirado,
desaparecido y cuando algún empleado logra darse cuenta del culpable, éste lo
niega, se enoja y se aleja indignado sin hacerse cargo de sus actos. Porque es
falso que las cosas se caigan o se muevan solas, tampoco existen los fantasmas
o seres irreales que destruyan los productos, todo es provocado por alguien,
grande o chico, pero real.
Asimismo,
hemos observado bolsas con carne o embutidos cortados y abandonados en
cualquier lugar de la tienda, porque el que pidió lo hicieran, decidió no
comprarlo y no tuvo el valor de ir al área respectiva y dejarlo ahí, lo mismo
sucede en los negocios de mercería, textiles, carnicerías, fruterías,
ferreterías, y todo aquel negocio donde se venden artículos a granel, por
metro, litro, kilogramo, y que junto con el robo hormiga de algunos desleales
empleados, resulta en grandes pérdidas económicas para grandes, medianas y
sobretodo pequeñas empresas, que ese tipo de gente desconoce y muchas veces lo
hace con el propósito de afectar, porque, sin importar, el estrato social,
tienen un complejo de inferioridad y sienten envidia, coraje o cualquier
malsano sentimiento frente a las personas trabajadoras, triunfadoras y con
dinero.
Todos,
alguna vez hemos visto como se mueve la gente, algunos llegan con su máscara de
autosuficientes, con la mirada altiva, mirando todo y a todos como si algo
oliera mal, no miran a los ojos a nadie, tratando con despotismo a los
empleados, pidiendo muestras de casi toda la mercancía y al final poco o nada
compran. Otros actúan distinto, solo que al momento de pagar tallan y tallan el
billete como queriendo que salga más y al entregarlo al cajero, lo hacen con
miedo y no se animan a soltarlo, porque sienten temor de gastar.
Ambas
acciones y tantas otras que hemos observado desde niños, aunque en su contexto
son distintas, en el resultado son iguales, como dije antes, denotan una serie
de miedos, inseguridades, temores, y principalmente, constituyen un fuerte
complejo de inferioridad que afecta al ser humano que lo posee en todas sus
actividades diarias, tanto personales, como profesionales, sociales,
culturales, morales, etcétera.
Considero
que no existe un ser humano sano completamente, pero hay parámetros y
estándares que van delimitando quien está más y quien está menos afectado en su
personalidad, los que están más afectados actúan con coraje, envidia,
prepotencia, hacia los demás, los que están menos afectados, actúan normal, sin
aspavientos ni exageraciones de ningún tipo y sobretodo actúan de una manera
justa y tolerante hacia los demás.
Muchos,
quizás alguna vez nos ha tocado estar en ambos lados, pero lo hicimos por
seguimiento, por copiar las conductas de los mayores y aunque no es un
atenuante, fue por desconocimiento de las cosas, lo que fue cambiando conforme
hemos ido creciendo, pero quien a pesar de saber que actúa mal, lo sigue
haciendo, no hay manera de poder ayudarlo, está grave y lo que es peor, su
conducta va arrastrando a los que conviven buena parte de su vida con ellos, y
como se dice coloquialmente, no los quieren ni en su casa, porque una persona
que no respeta el espacio de los demás, que no sabe lo que en realidad desea,
que mira por arriba del hombro a los demás, que presume lo poco, mucho o nada
que tiene, que vive siempre o casi siempre detrás de una máscara, no es querida
por nadie, simplemente, es tolerada, porque así lo dictan las normas sociales y
de la buena convivencia humana, pero definitivamente, simpatía o cariño, no los
hay. ¿En qué extremo quieres estar?
No hay comentarios:
Publicar un comentario