martes, 30 de agosto de 2016

Yo soy.

Te amo, te bendigo y te doy gracias por tu gran servicio a nuestra tierra. Cárgame con tu poder de concentración para llegar a ser maestro aquí y ahora ¡Gracias!

Amada presencia de Dios, yo soy en mí: ¡Te amo, te adoro! Derrama en mí este día tus llamas oro y rubí para bendición de cada célula de mi cuerpo físico y todos los poderes de la naturaleza que me sirven tan bien. Que todo aquel que toque el borde de mi manto sienta tu amor, tu paz, tu perfección, pues yo soy la presencia de la bendición y bendigo todo y a todos los que yo contacte este día.

Las exigencias de su tiempo, energía y atención de todo el que estás sirviendo en algún esfuerzo espiritual, forman un gran obstáculo para su progreso individual a menos que aprenda as aquietar conscientemente las energías de su propio mundo para que nueva fuerza, fe y poder puedan ser suplidos por su propia presencia yo soy, y por los seres divinos que lo están asistiendo.

Yo conozco esto por mi propia experiencia. Durante mi ministerio, como hoy, el mundo y su gente requerían mucha asistencia, y hay una gran tendencia en precipitarse a servir sin antes darse el tiempo necesario para recuperarse en la fuente cósmica. Refiriéndome a mi propia experiencia, recordarás que yo a menudo me ausentaba a los cerros a orar. Ningún estudiante puede servir con eficacia si no comprende la necesidad de tomar tiempo (sin separarse del mundo) para entrar en el silencio y extraer la fuerza y santidad necesarias de la fuente de todo bien. Esta puede entonces ser dispensada en reposo, en dignidad y socorro amoroso, hacia su cohumano. 

Amado Jesús, te amo, te bendigo y te agradezco todo lo que tú significas para mí y toda la humanidad. Cárgame con la conciencias y amor del ascendido Jesucristo, y el poder para hacer todo lo que tú hiciste.

Hoy ustedes también están sembrando profundamente sus raíces en la llama del corazón, de donde viene el alimento, el propio latir de vida del cuerpo de donde sale la curación de la carne; de donde viene la providencia de nuestras mesas y hasta el techo que cubre nuestras cabezas. Así como nuestras raíces están ancladas en Dios buscando el alimento espiritual, así será nuestro florecimiento manifiesto ante todos los hombres. Aquello que el hombre hace en secreto  es manifestado para que todos lo vean. La humanidad va a venir hacia ti, toda confusa y esperando en ti. Acuérdate de mí, nada y libéralos con amor.

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