lunes, 19 de octubre de 2020

Mujeres delincuentes.

El tratamiento de mujeres delincuentes supone un reto para los profesionales de la justicia, la psicología y la intervención social. El incremento de detenciones y condenas ha supuesto la necesidad de ofrecer servicios para mujeres procesadas por delitos violentos. Sin embargo, el conocimiento disponible, la oferta de programas y las herramientas validadas son limitados en el contexto español. La presente revisión analiza la situación internacional sobre la intervención con mujeres delincuentes violentas, centrando la atención en la violencia de pareja y la violencia sexual. La bibliografía señala que la baja prevalencia limita los estudios sobre efectividad de las intervenciones, la victimización parece una variable relevante para el tratamiento, la evaluación del riesgo es muy complicada debido a las bajas cifras de reincidencia y, al igual que ocurre en varones, son frecuentes los abandonos en los programas. Se discuten las implicaciones para el desarrollo de la materia en el contexto español. 

Palabras clave

Mujeres delincuentes
Violencia
Efectividad de programas
Tratamiento con perspectiva de género. 

El tratamiento de la mujer delincuente es una cuestión muy poco atendida en el ámbito hispanohablante, persistiendo un enorme desconocimiento tanto entre profesionales como en el sector académico (Loinaz, 2014). Aunque las mujeres constituyen una minoría en el contexto delictivo, también es cierto que las cifras de detención, condena y encarcelamiento se han incrementado significativamente en las últimas décadas. En EE.UU. se pasó de un 10% de detenciones en 1965 a un 15.8% en 1980 y a casi un 25% en 2008 (Van Wormer, 2010). En adolescentes, además, se da un incremento gradual de la implicación de las mujeres en delitos cada vez más violentos (Chesney-Lind y Shelden, 2014). Sin embargo, algunos autores señalan que este incremento en los delitos violentos es comparable en ambos sexos y que se debe a cambios socio-políticos y a una mayor atención a problemas hasta ahora desatendidos (Schwartz, Steffensmeier y Feldmeyer, 2009). Sea como sea, estimaciones globales a nivel internacional cifran hasta en un 25% la población delincuente femenina, limitándose al 10% para los delitos violentos y al 5% para los sexuales (Cortoni, Hanson y Coache, 2010). En España (Interior, 2015) en 2014, el 7.6% de los presos eran mujeres (el 75% de ellas por delitos contra la salud pública o socioeconómicos) y el 18% del total de delitos y faltas en menores (14-17 años) fueron cometidos por mujeres. La evolución entre 1990 y 2014 muestra un incremento notable que tiende a duplicar el número de presas de los primeros a los últimos años, aunque la proporción de mujeres se ha mantenido constante (entre un mínimo del 7.5% en 2011 y un máximo del 9.46% en 1994).

A la desproporción en las cifras de detención y condena, así como a la menor atención prestada al problema, pueden haber contribuido los estereotipos y la conocida como hipótesis de la caballerosidad (paternalismo o machismo benevolente) (ver Russell, 2013). Por otro lado, una cuestión en auge en las últimas décadas ha sido la adopción de la denominada perspectiva de género [gender sensitive approach] ante la delincuencia femenina, reclamando una atención diferenciada para estas mujeres. Tal como señala Van Wormer (2010), esta perspectiva no supone un trato maternalista o paternalista, ni un doble rasero considerando a la mujer merecedora de más protección, ni implica tratar solo a las mujeres (sino atender igualmente a las necesidades de los varones), ni ser feminista, ni atribuir los problemas personales a roles de género.

Un aspecto llamativo en el abordaje de la mujer delincuente, en especial en contexto penitenciario, es el posicionamiento partidario de la existencia de discriminación hacia ellas, la victimización como causa del delito o la maternidad como factor de principal relevancia. Aunque en ocasiones coincida con una parte de la realidad, este posicionamiento dista mucho del abordaje del delincuente masculino. ¿Debemos pensar en madres victimizadas y discriminadas cuando hablamos de delincuencia femenina? ¿Resulta útil esta visión de cara al establecimiento de programas de intervención para mujeres delincuentes, especialmente cuando son violentas? El problema que deriva de este posicionamiento es considerar que todas las mujeres que delinquen son impulsadas por los mismos factores externos (sin capacidad de decisión, ni motivaciones u objetivos propios), lo cual no deja de ser una forma más de sexismo (el hombre delinque con plena conciencia, voluntad o maldad y la mujer se ve abocada a ello). Además, al poner el foco de atención en factores externos (discriminación, empleo, familia, etc.) la persona pierde la capacidad de cambio y la responsabilidad de su conducta, fomentándose el uso de atribuciones externas, culpabilización a terceros y victimismo.

Cortoni y Gannon (2011, p. 48) concluyeron que es difícil justificar el tratamiento de algo en mujeres por el simple hecho de que sepamos que existe en varones. El objetivo de este artículo es ofrecer una revisión del panorama sobre el tratamiento de mujeres delincuentes violentas y valorar las posibles implicaciones para el contexto español, dando respuesta a las cuestiones anteriormente planteadas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario