Haz que la gente dependa
de ti…
Lic. Alfredo Castañeda
Flores Analista
28 de septiembre de 2020
Para mantener tu
independencia, es indispensable que los demás te quieran y necesiten. Cuanto
más confíen y dependan de ti, tanta más libertad tendrás. Haz que la gente dependa
de ti para lograr tu felicidad y prosperidad, y no tendrás nada que temer.
Nunca enseñes a los demás lo suficiente como para que puedan arreglárselas sin
tu ayuda.
El máximo poder reside
en lograr que los demás hagan lo que quieres. Cuando logras esto sin tener que
forzarlos o herirlos, cuando por propia voluntad te otorgan lo que deseas,
entonces tu poder es intocable. Lo más conveniente para alcanzar este poder es
crear una relación de dependencia. Así el amo exigirá sus servicios; será débil
e incapaz de funcionar sin ti. Te has infiltrado de manera tan profunda en
todas las decisiones del amo, que desprenderse de ti les acarrearía grandes
dificultades, o por lo menos les significaría perder un tiempo precioso en la
capacitación de un reemplazante.
Una vez establecida una
relación de este tipo, serás quien lleve la voz cantante y ejercerás el control
necesario para que su amo haga lo que deseas. Es el clásico caso del hombre
detrás del trono, del siervo del rey que en realidad controla al rey. Bismarck
no tuvo necesidad de presionar a Federico ni a Guillermo para que hicieran lo
que él quería. Simplemente dejó en claro que, a no ser que obtuviera lo que
pedía, abandonaría su puesto, dejaría al rey por entero desamparado. Ambos
reyes pronto bailaron al compás de la música de Bismarck.
No seas uno de los
tantos que, erróneamente, creen que la máxima forma del poder es la
independencia. El poder implica una relación entre la gente. Siempre
necesitarás a los demás como aliados, rehenes o, incluso, como débiles amos que
te sirvan de fachada. Un hombre por completo independiente vivirá en una cabaña
en el bosque, con la libertad de ir y venir a su antojo, pero no tendrá poder.
Lo mejor a que puedes aspirar es a llegar a crear en los demás una dependencia tal
que te permita disfrutar de una suerte de independencia al revés, en que la
necesidad de los demás sea la base de tu propia libertad.
Luis XI (1423-1483), el
gran Rey Araña de Francia, tenía debilidad por la astrología. Había en la corte
un astrólogo, al que admiraba mucho… hasta que un día le predijo que una de las
damas de la corte moriría en el lapso de ocho días. Cuando la profecía se
cumplió, Luis XI se sintió aterrado, pues reflexionó que, o bien el astrólogo
había asesinado a la mujer para probar la exactitud de su profecía, o era tan
versado en su ciencia que sus poderes constituían una amenaza para el propio
rey. Cualquiera fuera el caso, merecía la muerte.
Una tarde Luis XI llamó
al astrólogo a su habitación, ubicada en lo alto del castillo. Antes de que el
hombre llegara, el rey indicó a sus sirvientes que, cuando él diera la señal,
debían apresar al astrólogo, llevarlo hasta la ventana y arrojarlo al vacío.
El astrólogo llegó a los
aposentos del rey, pero antes de dar la señal, Luis XI resolvió formularle una
última pregunta: Usted afirma entender de astrología y conocer el destino de
los demás, así que dígame cuál será su destino y cuánto tiempo de vida le
queda.
Moriré exactamente tres
días antes que Su Majestad, respondió el astrólogo. El rey nunca dio la señal a
sus siervos. Perdonó la vida al astrólogo y no sólo lo protegió durante toda su
vida, sino que lo colmó de obsequios y lo hizo atender por los mejores médicos
de la corte.
El astrólogo le
sobrevivió varios años. Aunque con ello opacó su poder profético, demostró su
dominio del poder.
Éste es el modelo: haz
que otros dependan de ti. Como deshacerse de ti podría producir un desastre, e
incluso la muerte, tu amo no se atreverá a tentar al destino. Existen muchas
formas de obtener una posición de esta índole; lo indispensable es poseer un
talento y una habilidad creativa imposibles de reemplazar.
No hace falta que tu
poseas el talento de un Miguel Ángel, pero sí deberías tener una habilidad que
te diferencie del grueso de la gente. Debes crear una situación en la cual
puedas siempre encontrar otro mecenas o patrón, mientras que a tu amo le cueste
gran esfuerzo encontrar a un siervo con similares talentos. En caso de que no
seas en realidad indispensable, tendrás que encontrar la forma de parecerlo. Si
das la impresión de poseer un conocimiento particular o una habilidad
determinada, dispondrás de libertad y tiempo para hacer creer a tus superiores
que no pueden arreglárselas sin ti. No obstante, una verdadera dependencia de
tu superior hacia ti torna al amo más vulnerable que en caso de una falsa
dependencia, y siempre podrás conseguir que tu habilidad resulte indispensable.
Una última advertencia,
estimado lector, no pienses que, por depender de ti, tu amo te querrá. Por el
contrario, lo más probable es que te odie y te tema. Pero, como dijo
Maquiavelo, es mejor ser temido que amado. El temor es algo que se puede
controlar, mientras que el amor es incontrolable. Depender de una emoción tan
sutil y cambiante como el amor o la amistad solo te generarán inseguridad. Más
vale que la gente dependa de ti por temor a las consecuencias de perderte que
por el placer de tu compañía. ¡Ponte atento!
No hay comentarios:
Publicar un comentario