¿Tenemos una democracia?
Hace poco más de cien
años, don Porfirio (el héroe tan denostado) y sus científicos lo decían: el
pueblo mexicano no está preparado. Hoy se sigue diciendo: un país con
escolaridad promedio de primaria no puede ser democrático. De acuerdo con este
criterio, hay que democratizar desde arriba, empezando por introducir a los
niños en salones de clases, hasta que por lo menos, obtengan su licenciatura,
si es maestría o doctorado, mucho mejor. Mientras tanto, podemos opinar sobre
nuestros gobernantes, pero no escogerlos ni llamarlos a cuentas.
Sin embargo, la
democracia desde arriba ha empezado en otros países de una forma más sencilla,
rápida y realista: no con un pueblo previamente civilizado por una larga
escolaridad, sino con líderes civilizados que se disputan el poder
civilizadamente. Hay que civilizar, sí: pero a los de arriba.
Esquemáticamente, la
lucha por el poder puede darse en tres niveles, de menos a más civilizados:
1.- La lucha abierta por las armas.
Los caudillos toman las armas unos contra otros, arrastrando a los de abajo.
Naturalmente, la combatividad y el deseo de imponerse o exterminar pueden venir
de abajo: los caudillos pueden ser auténticos representantes del odio popular,
del narcisismo colectivo (exaltado o herido). Pero es común que los de abajo
sirvan de carne de cañón para las disputas de arriba: que paguen un impuesto de
sangre a los caudillos que desean convertirse en el Único.
2.- La lucha disimulada por el voto
de arriba. De las luchas armadas, puede surgir el Único triunfador que impone
su paz y elimina el recurso a las armas, aunque la búsqueda de poder continúa,
disimuladamente, bajo la presidencia del Único. Las elecciones son una farsa,
porque el reparto del poder se hace a puerta cerrada. Con todo, esto es más
civilizado que matarse unos a otros, y les conviene a los de abajo. Legitimar
los resultados de una lucha arriba, que no es abierta pero tampoco armada, y en
la cual los de abajo no participan, es mejor que participar como carne de cañón
en una lucha abierta, pero armada.
3.- La lucha abierta por el voto de
abajo. La vieja invención de que los caudillo9s combatieran personalmente,
frente a sus tropas, reducidas a público espectador, fue humana y noble como la
invención del voto. Nada garantiza que gane el mejor, aunque el combate se tome
como un juicio de Dios y la votación como vox populi, vox Dei. El voto de abajo
puede ser inescrutable, inescrupuloso, catastrófico. Pero el reparto del poder
arriba, a puerta cerrada, también puede ser inescrutable, inescrupuloso,
catastrófico.
La lucha abierta por
el voto de abajo es más civilizada que la farsa electoral (ya no digamos que la
guerra civil) y más educativa para la sociedad. La práctica democrática educa
por sí misma, más que una larga escolaridad. Si la escolaridad condujera a la
democracia, la máxima democracia estaría en las cúpulas del sector público,
cuya escolaridad promedio es de posgrado. Pero en esas cúpulas reina la
decisión a puerta cerrada.
Para iniciar la
democracia desde arriba, lo que hace falta es que los caudillos militares o los
caudillos de maniobras internas en el aparato del poder, acepten competir con
otras armas, en otro terreno (cosa que les conviene a los que pueden ganar con
esas armas, en ese terreno; y a la cual se resisten los que no pueden ganar
así). Lo que hace falta es que los Aspirantes al poder acepten disputárselo de
una manera más civilizada: dejando el veredicto, no a la pólvora o al Único,
sino al voto de abajo.
¿Se alcanzará ese
nivel en México? Más pronto de lo que muchos se imaginan, a juzgar por la
oposición. Habiendo como hay en los partidos de oposición, propietarios de la
camiseta (por méritos, disciplina, antigüedad, influencia) a los cuales les
conviene repartirse el control a puerta cerrada (porque, ante la farsa de unas
elecciones que va a ganar el PRI [como antaño], sus intereses reales están en
la lucha por el poder interno, no el externo); resulta extraordinario que la
lucha por encabezar la oposición esté pasando al nivel más civilizado. Que los
candidatos de partidos pequeños o recientes, declinen a favor de un opositor
individual o en coalición, porque le vean mayores posibilidades. Aunque no les
importe perder el registro.
Los antiguos
propietarios del PAN, del PRD, Movimiento Social, etc. aceptan a los
advenedizos provenientes del PRI (Veracruz, Quintana Roo, Sinaloa, etc.), que
se ganaron el voto de abajo. Esto habla bien de la oposición y del futuro del
país. Ahora sólo falta que los políticos del gobierno no tengan que pasar a la
oposición para demostrar que su fuerza viene de abajo, no del Único. Ahora sólo
falta que el Único y su propiedad del PRI se vuelvan una cosa del pasado, y que
el gobierno civilizadamente, se rinda ante el voto de abajo. Ahora solo falta
que el gobierno se civilice.
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