La ley suprema mexicana.
Para
los ciudadanos es natural saber que todas, o casi todas, las naciones del mundo
actual están regidas por una ley general que llamamos Constitución. Pero es
pertinente conocer que en la historia de la humanidad éste es un hecho casi
reciente, propio del siglo XVIII, y que es producto del desarrollo de la
historia europea y de su extensión cultural, América.
Si
nos remitimos al diccionario veremos que la palabra constitución tiene
múltiples significados, pero uno estrictamente político: Constitución proviene
de la palabra latina constitutio, composición, pero también determina la acción
de constituir o establecer. En este sentido podemos decir que la ley general o
fundamental de las naciones modernas también representa el principio de su
legitimidad y de su formación.
Desde
la antigüedad conocemos las múltiples leyes y códigos que enaltecen a sus
creadores y a sus naciones: las leyes del ateniense Solón, uno de los siete
sabios de Grecia antigua, quien promulgó una constitución más democrática, o el
código de Hammurabi, rey y fundador de Babilonia. Los romanos, como resultado
de las luchas sociales y políticas, desde la época de Tarquino el viejo y hasta
su desintegración, se destacaron por sus leyes, por lo cual no es de extrañar
que la base del derecho occidental sea el Derecho Romano. Pero el gran avance
en la historias de las constituciones se dio en el siglo XVIII con las ideas de
la Ilustración y su puesta en práctica.
Nuestro
país, desde que proclamó su independencia y hasta nuestros días, ha tenido
siete códigos constitucionales, tres federalistas, tres centralistas y la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos del 5 de febrero de 1917.
Ante
el levantamiento armado de Santa Anna el 1 de enero de 1823, en Veracruz, y su
pronunciamiento posterior mediante el Plan de Casamata. Iturbide presentó su
dimisión ante el Congreso que el mismo había constituido; los diputados del
nuevo Congreso eran en su mayoría federalistas, y el 1 de noviembre de 1823
este Congreso proclama la República y elaboró una Constitución.
El
31 de enero de 1824 el Congreso aprobó el acta Constitutiva de la Federación,
que era el conjunto de leyes por medio de las cuales se regiría
provisionalmente el país. En su artículo sexto declaraba abiertamente que las
partes integrantes de la República serían Estados independientes, libres y
soberanos en lo que exclusivamente toque a su administración y gobierno
interior. Ésta Constitución dividió a México en 19 estados y cuatro
territorios. Facultó a cada estado para elegir gobernador y asambleas legislativas propias, como en
Estados Unidos. Consagraba los tres poderes: Ejecutivo, legislativo y judicial.
Los
años posteriores a la Constitución de 1824 fueron de crispación política, de
enfrentamiento entre centralistas y federalistas, dura fue para México la
ambición texana de formar un estado independiente de Coahuila, lo que lograron
en 1835 para desde luego declarar su independencia de México en 1836. En este
ambiente, el 30 de diciembre de 1836 el Congreso cambió la Constitución de 1824
por las denominadas Siete Leyes, que suprimían los estados, reforzaban el poder presidencial, y restringían las
libertades ciudadanas.
Posterior
a esta, se promulgaron las Bases para la Organización de la República en 1843 y
el Acta Constitutiva y de Reformas en 1847.
El
11 de marzo de 1857 se promulgó la segunda Constitución acompañándola de un
breve manifiesto cuyo contenido esencial era dar noticia de lo allí logrado, La
gran promesa del Plan de Ayutla está cumplida, afirmaba el manifiesto con que
fue anunciada esa promulgación.
La
Constitución de 1857 tuvo una vigencia efímera al triunfo de los liberales en
1861, para invalidarse posteriormente con la Intervención francesa (1862), y el
Imperio de Maximiliano (1864-1867). Fue hasta la Restauración de la República
en 1867 cuando inició su cabal aplicación, incorporándose en ellas las Leyes de
Reforma de 1859.
Durante
el Imperio de Maximiliano, aprobaron el Estatuto del Imperio en 1865.
El
5 de febrero de 1917, se promulgó la Constitución que actualmente nos rige, fue
producto de la Revolución Mexicana (1910-1919) contra Porfirio Díaz, la cual se
expresó ideológicamente a través de los postulados del Partido Liberal
Mexicano, de los planes y programas propios de la Revolución, donde destacan el
Plan de San Luis Potosí, que se pronuncia contra la reelección y a favor de la
devolución de las tierras a los campesinos y el reparto agrario, el Plan de
Ayala, que anunciaba su ruptura con el maderismo que pugnaba por la devolución
de la tierra a los pueblos y el reparto agrario, el Pacto de la Empacadora, que
es básicamente un programa político y económico que ofrece salario mínimo,
prohibición del trabajo de los menores, eliminación de las tiendas de raya,
jornadas de trabajo de 10 horas, devolución de las tierras despojadas a sus
dueños, reparto inmediato de las tierras baldías a los campesinos y
expropiación de todas aquellas tierras ociosas que no trabajaran los
hacendados; y de la propia Constitución de 1857, de la cual rescató aquellas
leyes liberales que favorecían a los ciudadanos, y sobre todo los derechos
individuales, que fue su principal aportación.
Sin
embargo a 101 años de vigencia, ha sufrido más enmiendas por parte de los
presidentes que si ya se hubieran promulgado varias Constituciones, lo curioso
es que solo son los mismos artículos, porque cada inquilino de Los Pinos,
quiere tener el control del país, obviamente, a su conveniencia. Sin importar
el deterioro de las mayorías. Es el país que nos tocó vivir.
Pero
aún con todo y eso ¡¡¡Viva México!!!
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