miércoles, 25 de septiembre de 2013

La actividad humana.

La subsistencia de todo ser vivo está condicionada a la satisfacción de sus necesidades más urgentes.

Tu eres un ser vivo, es decir, posees un bien --la vida, la existencia-- que estás obligado a conservar y preservar de la mejor manera posible dentro de un medio especifico, determinado por la naturaleza.

Digo que este medio está determinado por la naturaleza en cuanto que nacemos en una familia que no escogemos y en un lugar que no elegimos; genéticamente programados por una carga atávica que no siempre es la mejor y sujetos a limitantes educacionales, económicas y sociales que, frecuentemente, retardan el progreso personal.

Pero, y esto es evidente, el hombre dotado de inteligencia, voluntad y libre albedrío, puede y debe modificar el medio en que vive, de manera que su sobrevivencia sea más fácil.

El esfuerzo que muda las condiciones del medio se fundamenta en el deseo racional, consciente, emotivo y tenazmente sostenido de unos cuantos hombres; pues la experiencia prueba que la humanidad tomada en su conjunto, trastorna y demerita el medio al explotar irracional e inconscientemente los recursos dispuestos a su alrededor.

Ahora bien, cabe preguntarse cuál es el medio que el hombre debe modificar en su beneficio y cuales son las vías que normalmente utiliza para influir en el cambio.

El medio que el hombre puede alterar es aquel que le resulta mas cercano, y las vías suelen ser tres: la individual a ultranza, la social absoluta, y la individual en sociedad.

El ermitaño constituye un fenómeno que llama la atención de los demás, pues al rehuir su integración personal a la sociedad teóricamente queda obligado a satisfacer por sí mismo todas sus necesidades, de manera que la creación de su medio vital sólo depende de él, sin el concurso de otros. En la practica, sin embargo, fácilmente se comprueba que el ermitaño combina bienes producidos por otros hombres con los que él elabora, para sostener su existencia. En otras palabras, la vía individual a ultranza no existe sino en la teoría, pues no puede sostenerse en la practica.

La sociabilidad forma parte de la naturaleza humana: nacemos en el seno de una familia que, a su vez, se integra en núcleos sucesivamente mayores, que se agrandan hasta formar ese complejo al que denominados humanidad.

La sociedad es un medio de transformación del hábitat humano, en cuanto crea bienes y servicios que buscan la satisfacción de necesidades específicas, tanto individuales como generales. Esta es la razón por la que se dice que el bien último de toda sociedad es la creación del bien común.   

Pero así un engrane de reloj no puede decir que da la hora, ningún miembro de la sociedad puede asegurar que por sí solo modifica radicalmente el medio, ya que forzosamente requiere el concurso de otros para la consecución de sus fines.

Esto es lo que determina la tercera vía, y la más importante en la transformación benéfica del medio, la individual en sociedad; forjada y motivada por verdaderos lideres de opinión y de acción que atraen a las masas con su ejemplo, acelerando el cambio que conduce al bien común por la satisfacción primera de la ambición individual del líder.

La sociedad humana es el único camino apropiado para la actividad del líder: en la soledad se prepara intelectualmente para cumplir con los más altos designios, a los que tiene natural vocación por su insaciable ambición; pero es en el medio social donde su voluntad se fortalece al perseguirlos y alcanzarlos.

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