lunes, 23 de septiembre de 2013

Politicamente correcto?

El intento de perpetuarse conlleva un requisito básico: anular cualquier duda o cuestionamiento externo que pueda remover o incluso innovar lo establecido.

Por eso, el poder siempre se rodea de dogmas, normas, reglamentos, protocolos, comités, barreras invisibles, deberes y obligaciones, al tiempo que promueve y trata de controlar las corrientes dominantes de opinión.

Se consolida en la medida en que posee un surtido de férreas respuestas a las preguntas, dudas, cuestionamientos o agnosticismos que vayan surgiendo.

El conflicto, inevitablemente, surge cuando una pregunta se sale de la pista previamente programada . Cuando la duda tiene la posibilidad de remover algunas conciencias y convertirse en el inicio de una contracorriente.

La perversión de lo políticamente correcto es que se puede opinar lo que se quiera, siempre y cuando la respuesta esté programada.

Hoy, la gran tensión en muchos países sometidos por poderes absolutos es la instauración de la democracia, ese lento pero imparable glaciar caliente que un montón de sátrapas trata de congelar con cárceles, persecuciones y silencios.

Aún hoy queda mucha democracia pendiente.

Donde afortunadamente existe, el pucherazo electoral, el abuso institucional, la corrupción silenciada, el nepotismo sangrante, el escándalo amplificado, la imposibilidad de acortar los mandatos de individuos nítidamente incapacitados, son algunas muestras del catalogo de perversidades de algunos para mantenerse en el poder y aprovecharlo en beneficio propio. Cuando estos hechos se producen, consiguen degradar una de las esencias de aquello para lo que esos mismos individuos fueron elegidos: la defensa de la libertad.

Todavía hoy, en bastantes ocasiones, el grueso de los ciudadanos es mucho más demócrata que sus dirigentes políticos.

Y es ahí donde aparece y se amplía el distanciamiento entre sociedad y política.

El talón de Aquiles de la democracia es la carencia de mecanismos ciudadanos, por encima de los legislativos, para desprenderse antes de plazo de los incapacitados que un día fueron elegidos.

Mientras ese momento no llega, respecto al poder establecido hay que tomar una constante doble actitud:

-- Por principio, hay que respetarlo.
-- Y por principio, hay que cuestionarlo.

Porque lo establecido sólo se mejora desde la duda constructiva.

Una vez más, el gran impulsor de este trascendente, lógico y justo cambio será la tecnología. La comunicación virtual entre personas, independientemente de la conducida por los medios de comunicación masivos, va a generar cambios que hoy tan sólo intuimos. Los móviles y PC sustituirán a las urnas, que con los años se convertirán en las arcas perdidas de las actuales democracias.

Todavía hoy, esa eterna tradición predemocrática de no cuestionar lo establecido es una rémora heredada de nuestros dignos tatarabuelos vasallos.

Para muestra, sólo hay que revisar las hemerotecas y la vida, demasiadas veces testimonios sangrantes de la incapacidad de quienes un día gobernaron y a quienes, sólo por esa razón, en su momento se entendió que sabían y debían ser respetados.

Llevado el tema a nivel personal y empresarial, que cada uno evoque sus recuerdos o actualidades y saque sus propias conclusiones.

Lo políticamente correcto es aceptar, con arrodillada sumisión, que lo que existe es lo mejor. Hacerlo, en el más triste de los casos, nos mantiene a flote, pero siempre bloquea el despegue de las alas del intelecto para vislumbrar y alcanzar nuevos paisajes.

La edad y la experiencia, sirven para madurar, pero eso implica despertar, abrir los ojos y sobretodo, la mente para no seguir cayendo en los juegos de la clase política que solo nos utiliza a su antojo y conveniencia. 


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