Por carecer de ideología responde a intereses, o bien personales, económicos o grupales.
Como responde a intereses económicos o a intereses grupales, una vez que está en el poder debe rendirle cuenta a sus socios.
Sirve a mezquinos intereses y se esfuerza por amontonar riquezas, deja de lado el patriotismo por afán personal y avaricia.
Está rodeado por hombres y mujeres desguarnecidos de virtudes quienes le besan la mano por las riquezas acumuladas con infamia, para luego arrojarles mendrugos a tales aduladores.
Ignora que el hombre y la mujer valen por sus saberes y no por las riquezas que poseen.
Es un ignorante contumaz, como consecuencia, es presa del fanatismo irracional e incapaz de un gesto digno.
Carece de dignidad y se destaca por su servilismo.
Está falto de ideas originales y por tal razón acata mandatos ajenos.
Es un cobarde sin mérito.
No se hace responsable de las decisiones tomadas ni de sus actuaciones, por lo general, siniestras.
Por carecer de ideas originales en sus discursos abunda palabras anodinas, con la certeza que toda la humanidad quiere escucharlas. Todos los discursos son iguales.
Está presto para las alabanzas, pensando que tales elogios hipócritas lo convertirán en un individuo respetable.
Es incapaz de reconocer los logros de un semejante y hará todo por destruir los beneficios que de estos se derivan.
Se torna peligroso y nocivo al pretender que otros marchen al son de su música desafinada.
Una vez encumbrado, por lo general, olvida a quienes les llevaron a la cima.
Carece de alas para elevarse y necesita
cómplices para remontarse.
Clava sus colmillos en la gloria de quien lo vence sin importar la vileza de tal conducta humana.
Esconde su comportamiento miserable detrás de la cortina de una abominable calumnia.
La envidia, el engaño y la hipocresía son sus procederes más resaltantes.
Apela a la traición para conseguir sus objetivos, por lo general, el triunfo de sus bellacas pasiones.
No le importa macular la probidad de un hombre o una mujer de honor, sólo para lograr indignos propósitos.
Utiliza la maledicencia y la infamia de forma subrepticia por temor a dar la cara. Bipolar.
Prefiere ridiculizar una buena acción de gobierno que imitarla.
Empaña la reputación ajena para disminuir su contrincante, pretendiendo por
medio de un manipulador contraste elevar la suya.
Logra menguados éxitos reptando, doblegándose, a hurtadillas, a la sombra y disfrazado, en complicidad con otros similares a él.
Pretende conducir una colectividad para que lo acompañe en sus taimados
propósitos.
Si alguna vez alcanza el poder no les importará oprimir, robar y despreciar a un pueblo, sólo por el afán de aumentar sus caudales.
Si alguna vez alcanza el poder no les importará oprimir, robar y despreciar a un pueblo, sólo por el afán de aumentar sus caudales.
Cada lector es libre de asignarle tales características al político que más aborrece, pero tengo una certeza: quien lea este artículo no tiene duda de que tales particularidades retratan a un personaje vinculado a una alcaldía, diputación, senaduría, gobernador o presidente de la república.
Para concluir, el político mediocre busca el éxito o la fama, que es efímera, momentánea y por lo general, no le pertenece a él sino a quien lo aplaude y lo lisonjea. Contrariamente, el político superior busca la gloria dado que ésta es inmarcesible y de su pertenencia.
¿Conoces alguno así?
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