viernes, 27 de septiembre de 2013

Mensaje.

El sabio Franklin recomendaba que al terminar el día, se pensara en todo lo que se hubiera realizado en él para mejorar la vida. Sabido es también este pensamiento, porque muchas veces las cosas que emprendemos, no resultan bien por no haber pensado en la mejor forma de llevarlas a la práctica. La mejor maestra de la vida, es la experiencia; es tan preciosa que ya se sabe que la experiencia cuesta dinero y efectivamente, la experiencia cuesta y vale mucho.

Cuentan que una vez, un hombre poseedor de un regular capital, se había asociado con otro que poseía una gran experiencia en los negocios, pasado algún tiempo un amigo suyo le preguntó cómo le iba y contestó en la forma siguiente: tenía yo un capital al comenzar el negocio, y mi socio tenía la experiencia, ahora, mi socio tiene el capital y yo tengo la experiencia.

A nuestro paso por la vida vamos atesorando lecciones que forman nuestra experiencia. Del resultado de nuestros actos, podemos deducir muchas cosas que serán nuestras normas en el futuro. Si tenemos éxito, podemos ver que en la mayoría de los casos, este buen resultado se debe a la forma en que hemos planeado nuestros negocios, nuestra actividad, y principalmente a nuestra fe en el triunfo. La fe, ya lo sabemos, es la palanca poderosa que mueve a las montañas, es el sortilegio que alcanza lo que parecía imposible, y nos hace realidad nuestros sueños y nuestras ilusiones.

Pero no sólo es la fe la que nos conduce al triunfo, hay otra cosa que contribuye poderosamente a lograr nuestras ilusiones, esa otra cosa es el amor, el amor que nos mueve y nos anima, porque si la fe es la fuerza, el amor es la belleza.

Pensemos en el que se va dejándonos su experiencia y llenemos el pecho de fe y de amor para el futuro.

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