Mexicanas empoderadas.
México
recientemente, se ha convertido en el protector de las minorías, que aunque
muchas de éstas, no son un ejemplo a seguir, para los que integran la clase
gobernante, se convierte en prioridad, acaso lo será para ¿evitar ser molestados?
¿Para qué se desvié la atención con estas superficialidades?
Caso
aparte, es la cada vez más trillada igualdad, la equidad de género, entre
hombres y mujeres en el país, en anteriores entregas la he señalado de forma
más precisa.
En esta ocasión, me quiero referir a las mujeres y su empoderamiento en los diferentes ámbitos de la vida laboral, social, política y académica nacional.
A
pesar de lo que se diga, de que las leyes protejan más a las mujeres que a los
hombres, existe una desigualdad, provocada precisamente por las propias
mujeres. La mujer, es capaz de hacer lo que sea con la finalidad de alcanzar
los objetivos y metas que tenga en mente. Claro que existen hombres que están
esperando la mínima insinuación o provocación para lanzar el anzuelo con fines
sexuales, pero quien lo busca primero, son ellas.
No
soy machista, ni misógino, pretendo tratar de abrir los ojos a la realidad. La
mentalidad femenina es más avanzada en astucia que la masculina, y la forma de
vestir, hablar y actuar, por supuesto tiene mucho que ver; para esto, debemos
enseñar a las hijas desde la casa como deben comportarse en X o Y lugar, porque
no es lo mismo en todos lados, quien lo crea así, está en un error lamentable,
se debe usar una máscara para cada sitio, en lo cual las mujeres tienen un
enorme avance frente a los hombres, que por naturaleza, por indiferencia o por
falta de observación real y lógica, no ven.
La
principal educación o, mejor dicho, cultura obtenida por los hijos, proviene de
los padres, del hogar; en las instituciones educativas, se aprenden áreas de
conocimiento, pero jamás los valores, estos, se adquieren en casa.
Un
verdadero padre o madre, se da cuenta como se viste, como se maquilla, como
habla, como se comporta una hija, y si no es así, el resultado lo vemos en la
cantidad de embarazos no deseados en menores de edad, la cantidad de mujeres
madres solteras, con dos o más hijos de diferente padre, en el incremento de
las estadísticas de mujeres alcohólicas, consumidoras de alguna sustancia tóxica
o estupefaciente, con alguna alteración sicomotriz o algo más grave. Una hija
menor de edad, (principalmente, pero mientras viva en familia) no puede andar
fuera del hogar en la madrugada, es normal que alguna ocasión la inviten a una
fiesta, pero que la hora máxima sea como el cuento clásico: La Cenicienta, a la
media noche, pero tal parece que esa literatura no aportó ninguna lección de
vida a muchas familias y el autor, ha pasado a la historia como un guionista de
películas de Hollywood y no como un maravilloso motivador de generaciones.
Siguiendo
con el tema de esta semana, la realidad cruda, nos indica que tener un hijo
cuando no hay la adecuada preparación mental, la edad suficiente, la capacidad
intelectual y económica de ambos padres, en lugar de ser una bendición, como
dicen los ignorantes, resulta ser todo lo contrario, destruye las vidas de
todos los involucrados; por lo tanto, en lugar de festejar, por no tener otro
remedio, detente un instante, amable lector, si es tu caso, a reflexionar, en
qué momento le comenzaste a destruir la vida a tus hijos.
La
mujer, que es ambiciosa (en este análisis, se muestra en el sentido negativo),
no le importa lo que tenga que hacer hasta alcanzar sus objetivos trazados. Esa
es su única imagen que tiene en mente, para lo cual no le importa insinuársele
a cualquiera con dinero, con relaciones sociales (palancas, los ignorantes
dixit), con poder y no sólo se queda ahí, sino, llega a donde tiene que llegar,
incluso a tener algún hijo, no por descuido, sino por conveniencia, para tener
un dinero seguro cada semana, quincena o mes o en el mejor de los casos, para
no tener una vejez de soledad, otras de plano ni para eso tienen suerte, porque
este tipo de mujeres que todos vemos, sabemos o conocemos, como empoderadas,
sacrifican el amor de una pareja, la convivencia diaria o simplemente la
costumbre de convivir con alguien, por alcanzar, dicen muchas, el éxito
laboral, profesional, económico y esto, en algún momento de su vida, les
produce recuerdos, tristeza y soledad. Aunado a que jamás son felices, aunque
ante los ojos de los otros eso les hagan creer, pero llegando a su casa y entre
esas cuatro paredes, no encuentren a nadie con quien hablar, con quien sonreír,
con quien desahogarse, con quien discutir, con quien pelear, con quien amar, es
ahí cuando se dan cuenta de lo necesario que en la vida de cualquier ser humano
resulta tener una pareja, tener estabilidad emocional, tener una verdadera
familia. Y donde sin duda cobra fuerza la filosofía popular que señala: es tan
pobre que lo único que tiene es dinero.
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