LOS BANCOS…
Son instituciones que reciben fondos y los
prestan. Esos fondos son, en parte, propios (capital, beneficios acumulados no
repartidos, etcétera), pero, sobre todo, ajenos (principalmente depósitos).
Esta actividad la llevan a cabo también otras entidades, pero se diferencian de
los bancos en dos aspectos fundamentales: o no guardan reservas fraccionales o
sus pasivos no son dinero. Lo primero quiere decir, en definitiva, que los
bancos sólo conservan en su poder, como activos líquidos (en caja, podríamos decir),
una parte de los depósitos que reciben: esto es, lo que les permite aumentar
aún más sus pasivos, en un proceso de expansión. Pero lo más importante es que
sus pasivos (los depósitos) son dinero: son considerados por el público como
tal. En resumen, los bancos no se limitan a prestar lo que reciben, sino que
generan un proceso de creación de nuevos depósitos que como he dicho, son
dinero.
De esta característica participan también otras
entidades, a las que incluyo en nuestro concepto de banco, aunque no siempre se
llamen así: los bancos de negocios o industriales, los bancos de ahorros o
cajas de ahorros, etcétera. Y, dado el carácter variable, en el tiempo y en el
espacio, de lo que consideramos como dinero, no hay inconveniente alguno en
que, en el futuro, otras entidades sustituyan a los bancos en su función
creadora de dinero, o la complementen, emitiendo unos pasivos (deudas) que,
como los de los bancos hoy, sean aceptados por el público como dinero.
Las actividades básicas de los bancos son, pues,
la captación de pasivos (la recepción de depósitos de los clientes) y la
concesión de créditos y préstamos, que es, precisamente, la actividad en que
obtienen sus beneficios. Conviene insistir en que lo que caracteriza a los
bancos no es su función de prestamistas; otras muchas entidades lo son también,
sean entidades oficiales de crédito, sociedades financieras de diversa índole,
o las mismas empresas (crédito comercial: concesión de aplazamientos en el pago
de deudas). Los créditos y préstamos bancarios pueden adoptar formas muy
diversas, entre las que merecen mención el descuento de efectos (consistente en
que el banco anticipa el importe de una letra, que un particular o empresa le
cede o vende, descontando –de ahí el nombre—una cantidad proporcional al
período que falta para su vencimiento, como beneficiario bancario en la
operación o interés del crédito), el descubierto en cuenta corriente (la
facultad concedida al titular de un depósito para retirar, por un período de
tiempo dado y pagando unos intereses, una cifra superior al saldo de su
cuenta), los préstamos y créditos con garantía de terrenos o edificios
(mediante hipoteca), de acciones u otros bienes (mediante prenda), con garantía
personal (mediante aval), etc.; la suscripción de acciones u obligaciones de
empresas (que son, en definitiva, un crédito a las mismas, aunque las primeras
supongan una participación en la propiedad de las empresas emisoras), la compra
de deuda pública (préstamo al Gobierno), etcétera.
Las operaciones pasivas (depósitos) son la
fuente de fondos de los bancos; las activas (créditos y préstamos) son el
origen de su rentabilidad. Los bancos deben combinar adecuadamente la
composición de sus activos y pasivos, para atender a sus diversos fines. De
entre éstos, dos son particularmente relevantes para nosotros en este momento,
cuando nos interesan los bancos como creadores de dinero: la rentabilidad y la
liquidez (salvada, obviamente, la solvencia, es decir, la capacidad de
responder, con su activo, a la totalidad de sus deudas o pasivo). Los préstamos
y créditos son activos rentables para los bancos (y más rentables cuanto más
largo sea su plazo de vencimiento): de ahí su interés en aumentar estas
partidas. Pero, por otro lado, los bancos deben poder atender, en todo momento,
a los clientes que vengan a retirar sus depósitos, total o parcialmente,
mediante talón, cheque o transferencia bancaria. Los bancos, pues, deben
conservar una parte de sus activos en forma líquida, esto es, como moneda y
billetes (o depositados en el Banco Central, convertibles inmediatamente en
moneda y billetes) para atender a estas peticiones de sus clientes,
renunciando, con ello, a aumentar su cartera de activos rentables (y, con ello,
sus beneficios). La tensión entre liquidez y rentabilidad, que se materializa
en la proporción entre liquidez (caja, depósitos en el Banco Central, etc.) y
depósitos, ocupa un lugar central en el proceso de creación de dinero.
Por supuesto, lo anterior no es sino una
descripción simplista de un problema de una magnitud mayor: se trata no sólo de
la proporción liquidez/depósitos, sino de toda la estructura de activos y
pasivos, que los bancos deben planear racionalmente. Les interesará disponer de
activos muy rentables, pero de largo plazo de vencimiento, y de otros que, aun
siendo menos rentables, son más fácilmente convertibles en moneda y billetes
cuando convenga. Esto se tendrá que hacer atendiendo a una multiplicidad de
determinantes: la rentabilidad de los distintos tipos de préstamos y créditos,
sus plazos de vencimiento, la posibilidad de acudir a otras fuentes de liquidez
(como los préstamos pedidos a entidades extranjeras, etc.), las restricciones
de tipo legal (posibilidad y condiciones para la concesión de cierto tipo de
préstamos, obligatoriedad de conceder otros, tratamiento preferencial de
determinados sectores y actividades, etc.), y otros.
La clasificación y peculiaridades de los bancos
dependen de los caracteres de la legislación e instituciones de cada país.
Suelen distinguirse los bancos comerciales, los industriales y los mixtos. Los
primeros son aquellos que participan fundamentalmente, en operaciones de
financiación de empresas a corto y medio plazo, viendo limitadas sus
posibilidades de financiación a largo plazo (creación de nuevas empresas, por ejemplo).
Los bancos industriales o de negocios están orientados, fundamentalmente, a
esas operaciones a largo plazo, en tanto que los bancos mixtos participan
indistintamente en un tipo u otro de actividad. Algunos países han optado por
esta especialización en algunas épocas de su historia, basándose casi siempre
en las distintas combinaciones de liquidez y rentabilidad que exige la
financiación a corto y a largo plazo, en la conveniencia de distinguir
claramente los créditos por su plazo de duración, etc. Otros países optan por
la solución de la banca mixta, o dejan libertad a los bancos para que ellos
mismos busquen, si les interesa, su especialización.
A veces se distingue también entre bancos
múltiples y bancos unitarios. Los primeros consisten en entidades a las que se
permite abrir sucursales en diversas partes de un país o región, en tanto que
los segundos se limitan a una sola sede, o a lo más a un reducido número de
sucursales. Por último, señalo la existencia de bancos sometidos a regímenes
propios: bancos de desarrollo (orientados a actividades de promoción agrícola,
industrial, etc., a menudo propiedad o bajo control estatal), bancos
especializados (agrícolas, industriales, de promoción de determinadas
actividades), etcétera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario