LOS CAMINOS DEL PODER.
Esta
oportunidad, la quiero utilizar para introducirte por uno de los tantos caminos
que conllevan al poder, a alcanzarlo, a obtenerlo, a tenerlo, o simplemente, a
carecer de él. Todos de una u otra manera y en más de alguna ocasión hemos
deseado, soñado o anhelado vivir con poder, ser poderoso, y quien lo niegue,
sus motivos, causas, razones o circunstancias tiene para hacerlo.
Mi
intención con este análisis es la de enseñarte a utilizar, reconocer y vivir
con poder, y en convencerte de que el mundo en que vives es un desafío y un
juego en cuyo centro se encuentra un sentido del poder: tu poder.
Nuestra
existencia es un juego de poder. El objetivo del juego es muy sencillo: saber
qué quieres y alcanzarlo. En contraposición, los movimientos del juego son
infinitos y complejos pero generalmente implican la manipulación de personas y
situaciones en beneficio propio. En lo concerniente a las reglas, solamente son
descubiertas si el juego se sigue hasta el final.
Algunas
personas juegan al juego del poder por dinero, otras para lograr seguridad o
fama, muchas también lo hacen en razón del sexo y la mayoría por una
combinación de todos estos objetivos. Los jugadores maestros buscan el poder
mismo sabiendo que se puede utilizar para obtener dinero, sexo, seguridad o
fama. Ninguna de esas metas constituye, por si sola, el poder, pero el poder
puede generarlas todas.
Seas
quien seas, la verdad básica es que tus intereses no atañen a nadie más que a
ti, que tus ganancias son, inequívocamente, pérdidas para otro y tú fracaso el
triunfo de otro individuo. Heinrich von Treitscheke, el gran filósofo alemán
del poder, señala: “Aunque tu vecino te considere su aliado natural contra un
poder ajeno al que ambos teman, siempre está dispuesto a beneficiarse a tus
expensas en la primera oportunidad que se le presente, en cuanto pueda hacerlo
sin riesgo personal… Quien no aumenta su poder, inevitablemente lo disminuye
cuando otros lo incrementan”.
Sería
muy difícil resumir en forma más breve la posición del hombre corriente. El
análisis que hace von Treitscheke de la condición humana, a pesar de que en una
primera lectura podría parecer un rasgo característico de la depresión y la
paranoia alemanas, de hecho es aplicable a múltiples trabajos, matrimonios y
relaciones amorosas y representa, para muchos, una forma de vida. Puesto que la
gente que vive según estas líneas tiene una marcada tendencia a encontrar su
camino ocupando posiciones de poder que nos amenazan o bloquean a los demás,
aprender a jugar el juego del poder constituye un mecanismo de autodefensa.
¿Por
qué una persona se despierta y descubre que el ascenso que esperaba ha sido
otorgado a otro, que el aumento de salario con que contaba no se ha
materializado, que le han dado el retiro antes de que lo deseara, que ya no se
le invita a las reuniones o, peor aún, se le pide que asista a tantas que es
obvio que la acción transcurre en otro lado? Naturalmente, la respuesta puede
estar contenida en su incompetencia –lamentablemente la estupidez, la embriaguez,
la holgazanería muy frecuentemente intervienen en el juego, oscureciendo su
lógica, perfecta en cualquier otro sentido- pero por encima de cierto nivel de
juego es acertado suponer que los perdedores han sido derrotados por jugadores
superiores, porque no han prestado la suficiente atención a sus movimientos
propios y a los de los demás, y entonces se ven obligados a pagar las
consecuencias.
En
este sentido, podemos observar las mismas fluctuaciones del poder en todo tipo
de intercambio humano: se aplican las mismas reglas al plano amoroso y a los
asuntos de trabajo. ¿Quién no conoce el peligroso momento de cualquier relación
en que la necesidad que tiene una persona de la otra se vuelve lo bastante
fuerte como para invertir la situación? El juego del poder se juega tan voraz y
salvajemente –si no es que más- en el lecho como en cualquier otro sitio y
probablemente el matrimonio sea la mejor escuela para el jugador que desea
estudiar y dominar el empleo del poder en su forma más sutil durante un largo
periodo de tiempo. Así que amable lector, ¿estás preparado?
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