El voto en México.
La
mayoría de los mexicanos no cree que en México se respete el voto. Es muy fácil
averiguarlo amable lector, habla con la gente de tu entera confianza, una por
una: lo comprobarás fácilmente. Esto se vuelve demasiado fácil en grupos de
amistades: si de casualidad, alguien se atreve a decir que el juego electoral
es limpio, se expone a las carcajadas y a las burlas de los demás.
Entre
desconocidos en la calle, la gente se cuida: no sabe quién ni para qué le pide
opiniones comprometedoras. Por eso, llama la atención cualquier encuesta que
pregunte ¿Cree usted que se respetará el voto en la próxima elección?, una
cuarta parte diría no saber (lo cual es ofensivo para la verdad oficial) y la
tercera parte (más ofensivamente) diría abiertamente que no. Sin embargo,
pocos, muy pocos, dirían que sí.
Se
han hecho innumerables encuestas, con empresarios, con hombres de negocios,
sobre este tema, sin embargo no hace falta andar en las altas esferas para
suponer lo que supone la mayoría de los mexicanos.
1.-
El conocimiento de que el juego no es limpio se ha difundido mucho. La buena
administración de fraudes electorales requiere tanto personal que no es
posible, una y otra vez, en éstas y en aquellas elecciones, en tantos miles de
casillas, a lo largo de tantos años, que el secreto se mantenga en absoluto
hermetismo. Un porcentaje X de la población ha trabajado directamente en la
producción de fraudes, y ese porcentaje tiene multiplicador: la población que
los vio actuar o recibió sus confidencias o se enteró de segunda mano o de
rebote, o ya en pleno chisme y con todas las distorsiones del caso. Muchos
episodios constan en la memoria de mucha gente, en archivos privados,
notariales, judiciales, en publicaciones disponibles en bibliotecas y hemerotecas
del país y de otros países. Si el Instituto Nacional de Estudios Históricos de
la Revolución Mexicana quisiera patrocinar un gran proyecto de historia oral y
documental del fraude en las elecciones, tendría para rato con la simple
recopilación de testimonios y documentos.
2.-
Los resultados de las elecciones del 5 de junio pasado no inspiran la menor
confianza. Algunos funcionarios, molestos de que no logran convencer, arguyen
que los resultados, por sí mismos, no demuestran nada, puesto que, juzgando por
los resultados, las únicas elecciones creíbles serían las que perdiera el PRI.
Tienen razón: después de más de medio siglo de fraudes, las raras elecciones
perdidas por el PRI (aunque también pueden ser fraudulentas) son más creíbles
que las otras.
Matemáticamente,
un par de seises no demuestra que los dados estén cargados. Ni siquiera cuando
se repite varias veces seguidas, pero, si hubiera juego limpio y estuviera
saliendo un par de seises durante más de medio siglo, vendrían de todo el mundo
peregrinaciones de matemáticos para ponerse de rodillas ante el milagro
mexicano.
3.-
Los ciudadanos tratan a las autoridades con esperanza y con temor, por
experiencia. Saben que su buena voluntad (espontánea o comprada) puede
favorecerlos de mil maneras. Y que su mala voluntad (espontánea o comprada)
puede fregarlos también de mil maneras, saben que su maquiavelismo disfraza
todos los actos oficiales de justicia y legalidad; que es muy costoso, si no
imposible, demostrar algo en contra de las autoridades; y que este costo parece
muy estudiado en relación con el abuso, para no rebasar el punto de trade-off
(compensación): para que al ciudadano le salga más barato fregarse que ponerse
con Sansón a las patadas.
Sería
estrafalario suponer que las mismas autoridades que tienen todo a su favor para
abusar, robar, asaltar, violar, torturar o asesinar a sus conciudadanos, les
tengan un respeto infinito cuando votan: precisamente cuando pueden quitarles
el poder.
Por
lo tanto, en este 2016 resulta muy sospechoso, (para algunos) el resurgimiento
del PAN, en algunos estados, en alianza con el PRD, alianza que sin embargo, no
le sirvió de mucho al PRD, porque ninguno de sus candidatos ganó una
gubernatura, y es que la consigna era la de posicionar al PAN como una real oposición
al PRI-gobierno, con miras en las elecciones federales del 2018, porque, de lo
contrario el único opositor fuerte, resultaba ser Andrés Manuel López Obrador y
su partido MORENA, ahora la contienda se divide en tercios. ¿Quién ganará la
presidencia de la República? No es difícil suponerlo.
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