Una campaña electoral
Volvemos a la campaña electoral. Lo del principio: discursos, declaraciones, debates, mitines callejeros, carteles, folletería, radio, televisión, publicidad, recorridas puerta a puerta, mensajes de texto a celulares, llamadas telefónicas, correos electrónicos, blogs, páginas web, redes sociales...
Muchos creen que un listado así de tareas es todo. Que la campaña electoral es simplemente (¿simplemente?) hacer bien todas y cada una de esas tareas. Sumar esfuerzos, sumar talentos, sumar buenas ideas, sumar inspiraciones del momento.
Que lo es también, que conste. Pero hay algo más. Sí, efectivamente: estructura.
Una campaña electoral bien hecha y efectiva tiene también una estructura invisible a ojos del votante. No es solamente una acumulación de buenas ideas bien llevadas a la práctica. Eso es la superficie, lo que se ve a simple vista. Pero la clave está en la estructura que organiza esa acción, que la vertebra, que le da sentido.
No la estructura política, la organización partidaria que lleva adelante la campaña. Sino la estructura de la campaña misma.
Que se parece bastante al ajedrez, por otra parte. Que también tiene su apertura, su medio juego y su final. Que tiene sus tiempos, y sus tareas para cada tiempo. Que tiene su estrategia y su táctica. Que tiene su mensaje y su público. Y que tiene un lugar previsto para cada cosa.
Esa estructura que pocos, muy pocos ven y la conocen, que confunden con los "liderazgos" sin gente que sólo obtienen beneficios y los hacen perder.
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