RESUMEN EJECUTIVO
—Robert
Greene y Joost Elffers—
La sensación de no tener poder sobre la gente y los eventos es
algo que generalmente nos resulta insoportable —cuando nos sentimos desvalidos
nos sentimos miserables-. Nadie quiere menos poder; todo el mundo quiere más.
Sin embargo, en el mundo actual, el parecer ávido y sediento de poder es
peligroso, el ser evidente en tu lucha por el poder. Tenemos que parecer
honestos y decentes. Por lo tanto, necesitamos ser sutiles —congéniales pero
astutos, democráticos pero tortuosos-.
Este juego de duplicidad constante se asemeja a la dinámica de
poder que existía en el mundo de las antiguas cortes aristocráticas. A lo largo
de la historia, siempre se formaba una corte alrededor de la persona que
detentaba el poder —rey, reina, emperador, líder-. Los cortesanos que llenaban
esta corte estaban en una posición especialmente delicada: Tenían que servir a
sus amos, pero si parecían adular, si se congraciaban de manera demasiado
obvia, los otros cortesanos lo notarían y actuarían en su contra. Luego, los
intentos de ganarse el favor del amo tenían que ser sutiles. Y aún hasta los
más hábiles cortesanos que eran capaces de tales sutilezas tenían que
protegerse a sí mismos de sus compañeros, quienes en todo momento estaban
intrigando para hacerlos a un lado.
Mientras tanto, se suponía que la corte representaba el cúlmen
del refinamiento y la civilización. La lucha abierta por el poder era vista con
malos ojos; los cortesanos trabajarían silenciosamente y en secreto contra
cualquiera entre ellos que usase la fuerza. Tal era el dilema de la corte:
Mientras parecían ser el parangón de la elegancia, tenían que superar y
aplastar a sus enemigos de la manera más sutil posible. El cortesano exitoso
aprendía con el tiempo a hacer indirectos todos sus movimientos; si apuñalaba a
alguien por la espalda, era con un guante de terciopelo en su mano y en su
rostro la más dulce de las sonrisas. En lugar de utilizar la coerción o la
traición descarada, el cortesano perfecto se abría paso por medio de la seducción,
el encanto, el engaño, y la estrategia sutil, planeando siempre, con mucha
anticipación, todos sus movimientos. La vida en la corte era un juego sin fin
que requería vigilancia constante y pensamiento táctico. Era una guerra
civilizada.
Hoy en día encaramos una paradoja peculiarmente similar a la del
cortesano: Todo debe parecer civilizado, decente, democrático, y limpio. Pero
si jugamos según esas reglas, muy estrictamente, si las tomamos muy al pie de
la letra, seremos aplastados por quienes nos rodean, que no serán tan tontos.
Como escribió el gran diplomático y cortesano Nicolás Maquiavelo,
"Cualquier hombre que intente ser bueno todo el tiempo, entre la mayoría
de quienes no lo son, está condenado a la ruina." La corte creía ser el
cúlmen del refinamiento y la honestidad, pero debajo de su deslumbrante
superficie hervía un caldero de emociones oscuras —codicia, envidia, lujuria,
odio. Hoy en día, de manera similar, nuestro mundo cree ser el pináculo del
refinamiento y la honestidad, y sin embargo las mismas emociones siguen con
nosotros, como siempre lo han hecho. El juego es el mismo. Por fuera, debes
parecer alguien que respetas las delicadezas, pero por dentro, a menos que seas
un tonto, aprendes rápidamente a ser prudente, y hacer como aconsejaba Napoleón.
Coloca tu mano de hierro en un guante de terciopelo. Si, como en los días
pasados de las cortes, puedes dominar el arte de ser indirecto, aprendiendo a
seducir, encantar, engañar, y maniobrar sutilmente para superar a tus
oponentes, alcanzarás las cumbres del poder. Serás capaz de hacer que la gente
se incline a tus deseos sin darse cuenta de lo que has hecho. Y si no se dan
cuenta de lo que hayas hecho, no te guardarán rencor, ni te opondrán
resistencia.
Para algunas personas, la idea de ejercer concientemente juegos
de poder —sin importar cuan indirectamente lo hagan— parece malvada, asocial, o
en el mejor de los casos, una reliquia del pasado. Creen que pueden escapar de
dichos juegos comportándose de formas que no tengan nada que ver con poder.
Debes cuidarte de tales personas, ya que mientras expresan abiertamente
semejantes opiniones, casi siempre se cuentan entre los más adeptos jugadores
de poder. Utilizan estrategias que disfrazan astutamente la naturaleza de la
manipulación que conllevan. Por ejemplo, esta clase de personas suelen
presentar su debilidad y falta de poder como si fuese algún tipo de virtud
moral. Pero la verdadera falta de poder, sin motivo de interés personal, no
hace publicidad de su debilidad para ganar compasión, simpatía o respeto.
Demostrar abiertamente la propia debilidad es de hecho una estrategia muy
efectiva, sutil y engañosa, en el Juego del Poder.
Otra estrategia bastante utilizada por este tipo de personas es
la de exigir igualdad en todos los aspectos de la vida. Todos deben ser
tratados por igual, sin importar su estatus o su fuerza. Pero si, para evitar
la mácula del poder, intentas tratar a todos por igual y de una manera justa,
tendrás un problema: verás que algunas personas hacen ciertas cosas mejor que
otras. El tratar a todos por igual implica ignorar sus diferencias, elevando a
los menos hábiles y suprimiendo a quienes sobresalen. Una vez más, muchos de
quienes se comportan de esa manera despliegan otra estrategia de poder,
redistribuyendo las recompensas de otros a quienes ellos determinen.
Otra manera de evitar el juego sería la franqueza y honestidad
perfectas, ya que una de las técnicas principales de quienes buscan poder es el
secreto y el engaño. Pero el ser perfectamente honesto herirá e insultará —inevitablemente—
a muchas personas que pueden serte valiosas, algunas de las cuales se
inclinarán por devolverte el daño. Nadie verá tu honestidad como algo objetivo
y libre de motivaciones personales. Y tendrán razón: En realidad el utilizar la
honestidad es de hecho una estrategia de poder, que se utiliza para convencer a
la gente del carácter noble, desprendido y de buen corazón que uno tiene. Es
una forma de persuasión, y hasta una forma sutil de coerción.
Finalmente, quienes digan no interesarse por semejantes intrigas
pueden afectar un aire de ingenuidad, para protegerse de la acusación de que
están tras el poder. Una vez más, estar atentos, ya que la apariencia de
ingenuidad puede ser un medio efectivo de engaño. Incluso la ingenuidad
verdadera no está libre de las trampas del poder. Los niños pueden ser ingenuos
de muchas formas, pero suelen actuar así debido a una necesidad elemental de
ganar control sobre quienes los rodean. Los niños sufren mucho si se sienten
impotentes en el mundo adulto, y utilizan cualquier medio que esté a su alcance
para salirse con la suya. La gente verdaderamente ingenua puede jugar al juego
del poder, y suelen ser horriblemente efectivos en dicho juego, ya que no se
hallan obstaculizados por la reticencia de otros. Una vez más, quienes dan
grandes muestras de inocencia son los menos inocentes de todos.
Puedes reconocer estos "no jugadores" por la manera
como ventilan sus cualidades morales, su piedad, su exquisito sentido de la
justicia. Pero como todos nosotros estamos hambrientos de poder, y casi todas
nuestras acciones están dirigidas a conseguirlo, lo que hacen éstos los
"no jugadores" es tirarnos arena a los ojos, distrayéndonos de sus
juegos de poder con su aire de superioridad moral. Si los observas de cerca,
verás que suelen ser los más hábiles en el arte de la manipulación indirecta,
aún si algunos de ellos lo practican inconscientemente. Y resiente cualquier
publicidad que se haga de las tácticas que utilizan a diario.
Si el mundo es como una corte gigantesca y estamos atrapados
dentro de ella, de nada sirve tratar de salirse del juego. Lo único que
lograrás con eso será quedar impotente, y dicha impotencia te hará miserable.
En lugar de luchar contra lo inevitable, en lugar de discutir y quejarte y
sentirte culpable, resulta mucho mejor sobresalir en el juego, y ganar poder.
De hecho, mientras mejor seas en el juego del poder, mejor amigo, amante,
esposo, esposa, persona te harás. Siguiendo el camino del cortesano perfecto,
aprenderás a hacer que otros se sientan mejor acerca de sí mismos,
convirtiéndote así en fuente de placer para ellos. Se harán cada vez más
dependientes de tus habilidades y deseosos de tu presencia. Al dominar las 48
leyes del poder, le ahorrarás a otros la molestia y el dolor causados por
chapotear con el poder —jugando con fuego sin conocer sus propiedades. Si el
juego de poder es inevitable, es mejor ser un artista que un negador o un
chapucero.
Para aprender el juego del poder es necesaria cierta visión del
mundo, un cambio de perspectiva. Se requiere esfuerzo y años de práctica, ya
que es probable que muchos aspectos del juego no lleguen de manera natural.
También necesitarás ciertas habilidades básicas, y una vez que domines estas
habilidades serás capaz de aplicar las leyes del poder de una manera más fácil.
La más importante de estas habilidades, y uno de los fundamentos básicos del
poder, es la capacidad de controlar tus emociones. Una respuesta emocional a
una situación es la barrera más grande para alcanzar el poder, un error que
puede costarte mucho más que cualquier satisfacción temporal que puedas obtener
expresando tus emociones. Las emociones nublan la razón, y si no puedes ver la
situación con claridad no podrás prepararte ni responder a ella con algún grado
de control. La ira es la respuesta emocional más destructiva, ya que es la que
más nubla tu percepción de las cosas. También tiene un efecto distorsionante
que invariablemente hace menos controlables las situaciones y aumenta la
resolución de tu enemigo. Si intentas destruir un enemigo que te ha hecho daño,
es mejor mantenerlo fuera de guardia fingiendo amistad que mostrar tu ira.
El amor y el afecto son potencialmente destructivos, ya que te
ciegan a los intereses egoístas frecuentes de quienes menos sospechas que
juegan un juego de poder. No puedes reprimir la ira ni el amor, o evitar
sentirlos, y no deberías intentarlo. Pero deberías ser cuidadoso sobre cómo
expresarlos, y lo más importante, nunca deberían influenciar de ninguna manera
tus planes y estrategias.
Algo relacionado al control de tus emociones es la capacidad de
alejarte del momento presente y pensar objetivamente sobre el pasado y el
futuro. Como Jano, la deidad romana de dos rostros y guardián de todas las
puertas y entradas, debes ser capaz de mirar al mismo tiempo en ambas
direcciones, para enfrentar mejor el peligro, de donde quiera que éste venga.
Tal es el rostro que debes crear para ti mismo —un rostro mirando continuamente
al futuro y la otra al pasado.
Para el futuro, el lema será "Que no pase un día sin estar
alerta". Nada debería tomarte por sorpresa por estar imaginando
constantemente problemas antes que éstos aparezcan. En lugar de desperdiciar tu
tiempo soñando con el final feliz de tu plan, debes obrar calculando toda
permutación y vacíos posibles que puedan emerger. Mientras más lejos veas, más
pasos adelantarás tu plan, y más poderoso te volverás.
El otro rostro de Jano mira constantemente al pasado —aunque no
para recordar heridas pasadas o guardar rencores. Eso sólo debilitaría tu
poder. La mitad del juego es aprender cómo olvidar aquellos eventos del pasado
que te devoran y nublan tu razón. El verdadero propósito de la mirada
retrospectiva es el educarte constantemente —miras al pasado para aprender de
quienes estaban antes que tú. (El estudio de la Historia te será de gran ayuda
en este proceso). Luego, habiendo mirado al pasado, observas más de cerca tus
propias acciones y las de tus amigos. Ésta es la escuela más vital de la que
puedas aprender, ya que aprendes de tu experiencia personal.
Comienzas examinando los errores que has cometido en el pasado,
los que más tropiezos y retrocesos te hayan causado. Los analizas bajo los
términos de las 48 Leyes del Poder, y de ellos extraes una lección y un
juramento: "Nunca repetiré tal error; nunca caeré en esa trampa de
nuevo". Si de ésta manera puedes evaluarte y observarte a ti mismo, puedes
aprender a romper los patrones del pasado —una habilidad invaluable..
El poder requiere la habilidad de jugar con las apariencias.
Para este fin debes aprender a usar muchas máscaras y mantener una bolsa llena
de trucos engañosos. El engaño y el disfraz no deben ser vistos como algo feos
e inmorales. Toda interacción humana requiere del engaño en muchos niveles, y
lo que a veces separa a los humanos de los animales —muchas veces— es nuestra
habilidad de mentir y engañar. En los Mitos Griegos, en el ciclo Hindú del
Mahabarata, en la saga Sumeria de Gilgamesh, el utilizar las artes de engaño es
privilegio de los dioses; un gran hombre, Odiseo por ejemplo, fue juzgado por
su habilidad para rivalizar en astucia con los dioses, robando algo de su poder
divino engañándolos con su sagacidad y engaños. El engaño es un arte avanzado
de la civilización y el arma más potente en el juego del poder.
No podrás tener éxito en el arte del engaño a menos que hagas una aproximación distanciada de ti mismo —a menos que puedas ser muchas personas a la vez, usando la máscara necesaria para el día y momento apropiados. Con una aproximación tan flexible a toda apariencia, incluyendo la tuya propia, pierdes mucho de la dureza interior que tienes. Haz que tu rostro sea tan maleable como el de un actor, trabaja para ocultar los demás tus propias intenciones, practica el arte de atraer a las personas a tus trampas. El jugar con las apariencias y el dominio del arte del engaño se cuentan entre los placeres estéticos de la vida. También son componentes clave para la adquisición de poder.
No podrás tener éxito en el arte del engaño a menos que hagas una aproximación distanciada de ti mismo —a menos que puedas ser muchas personas a la vez, usando la máscara necesaria para el día y momento apropiados. Con una aproximación tan flexible a toda apariencia, incluyendo la tuya propia, pierdes mucho de la dureza interior que tienes. Haz que tu rostro sea tan maleable como el de un actor, trabaja para ocultar los demás tus propias intenciones, practica el arte de atraer a las personas a tus trampas. El jugar con las apariencias y el dominio del arte del engaño se cuentan entre los placeres estéticos de la vida. También son componentes clave para la adquisición de poder.
Si el engaño es el arma más potente de tu arsenal, entonces la
paciencia es tu escudo más crucial. La paciencia evitará que hagas metidas de
pata estúpidas. La paciencia, al igual que el dominio de tus emociones, es una
habilidad —no es algo innato. Pero nada del poder es natural, el poder está mas
cerca a la divinidad que cualquier otra cosa en el mundo natural. Y la paciencia
es la virtud suprema de los dioses, quienes lo único que disponen son del
tiempo. Todo lo bueno pasará —si le das tiempo y te adelantas varios pasos en
el futuro, la hierba volverá a crecer. En cambio, la impaciencia sólo te hace
ver débil. Es el impedimento principal de poder.
El poder es esencialmente amoral y una de las habilidades más
importantes que has de adquirir es la capacidad de ver las circunstancias mucho
más allá de buenas o malas. El poder es un juego —esto no puede repetirse
demasiado— y en los juegos no juzgas a tus oponentes por sus intenciones sino
por el efecto que tienen sus acciones. Calculas su estrategia y su poder por lo
que puedes ver y sentir. Cuan a menudo se hace que las intenciones de alguien
se vuelven el meollo del asunto sólo para confundir y engañar! ¿Qué importa si
otro jugador, tu amigo o rival, tenían buenas intenciones y solo pensaba en tus
intereses, si los efectos de su acción pueden ser tu ruina y confusión? Es
natural que la gente cubra sus acciones con todo tipo de justificaciones,
siempre suponiendo que han actuado para bien. Debes aprender a reír por dentro
cada vez que escuches a alguien decir esto y procurar jamás ser atrapado
midiendo las intenciones y acciones de otros con un grupo de juicios morales
cuando en realidad son una excusa para la acumulación de poder
Es un juego. Tu oponente se sienta al otro lado. Ambos se
comportan como damas o caballeros, observando las reglas del juego y no toman
nada personalmente. Juegas con tu estrategia y observas los movimientos de tu
oponente con tanta calma como puedas reunir. Al final, apreciarás la gentileza
de quienes juegan con mucho más que sus buenas y dulces intenciones. Entrena tu
ojo para seguir los resultados de sus movimientos, las circunstancias externas,
y no te dejes distraer por otra cosa.
La mitad de tu dominio de poder viene de lo que no hagas,
aquello a lo que no te dejes arrastrar. Para esta habilidad debes aprender a
juzgar las cosas por lo que te cuestan. Como escribió Nietzsche: "A veces,
el valor de una cosa no está en lo que uno consigue con ella, sino en lo que
uno paga por ella —lo que nos cuesta." Tal vez alcances tu meta, y puede
que sea una meta valiosa, pero ¿a qué precio? Aplica este parámetro a todo, ya
sea incluyendo el colaborar con otros o llegar en su ayuda. Al final, la vida
es corta, las oportunidades son pocas, y lo único que tienes es mucha energía
para utilizar. Y en este sentido el tiempo es un factor tan importante como
cualquier otro. Nunca desperdicies un tiempo valioso, o tu paz mental, en los
asuntos de otros —ese es un precio muy alto para pagar.
El poder es un juego social. Para aprenderlo y dominarlo, debes
desarrollar la capacidad de estudiar y entender a las personas. Como escribió
el pensador y cortesano del s. XVII Baltasar Gracián: "Muchas personas
gastan su tiempo estudiando las propiedades de las plantas o animales; cuanto
más importante sería estudiar las propiedades de las personas, con las cuales
uno debe vivir o morir!" Para ser un jugador experto debes ser un psicólogo
experto. Debes reconocer las motivaciones y ver a través de la nube de polvo
con la que cada persona envuelve sus acciones. La comprensión de los motivos
ocultos de las personas es el conocimiento más valioso que puedas tener para
adquirir poder. Abre posibilidades infinitas de engaño, seducción y
manipulación.
Las personas son de una complejidad infinita y puedes pasarte
toda una vida observándolos sin llegar a entenderlos totalmente. Luego es mucho
más importante comenzar con tu educación ahora mismo. Al hacerlo, debes tener
en mente un principio básico: Nunca discrimines a quién vas a estudiar y en
quién has de confiar. Nunca confíes en alguien por completo y estudia a todo el
mundo, incluyendo a tus amigos y seres queridos.
Finalmente, debes aprender a tomar siempre el camino menos
directo al poder. Disfraza tu astucia. Como una bola de billar que gira varias
veces antes de alcanzar su objetivo, tus movimientos deben ser planeados y
desarrollados de la manera menos obvia. El entrenarte a ti mismo para ser
indirecto, puedes prosperar en la corte moderna, apareciendo como el parangón
de la decencia a la vez que eres un manipulador consumado.
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