viernes, 11 de noviembre de 2016

El dramaturgo. Parte 1

La obra había terminado. Penworth miró ansiosamente los rostros de los espectadores. Por unos pocos momentos nov hubo respuesta proveniente de ellos. No podía leer en sus rostros si estaban conmovidos o desilusionados. Había presentado una tragedia, y era una de proporciones épicas. Generalmente, las obras de teatro presentadas eran comedias, y cuando no lo eran al menos tenían un final feliz. Pero su obra había sido atrevida, realista y apegada a la vida, pero la pregunta pertinente que ahora revoloteaba en su mente era si la audiencia estaba preparada para apreciarla y aceptarla.

Su padre, quien era el dramaturgo de la corte, había confesado que le gustaba la obra pero no la apoyaría, ya que sabía que al rey no le gustaría ver una tragedia.

El rey se levantó lentamente de su asiento (en su mejor momento se hubiese levantado abruptamente) y comenzó a aplaudir furiosamente, pausando una o dos veces para secarse las lágrimas. Luego el príncipe heredero se puso de pie y aplaudió; él también fue visto limpiándose los ojos, aunque no había lágrimas en ellos. Luego todo el público se puso de pie y el aplauso se volvió ensordecedor.

Cada aplauso enviaba latidos de emoción y orgullo a través de las venas de Penworth.

El rey hizo un gesto indicándole a Penworth que se acercara.

Caballeros, Penworth nos ha llevado a través de una experiencia abrumadoramente conmovedora que se apega a la vida. ¡Que su tribu aumente! dijo el rey.

El monarca le dio su collar a Penworth. El príncipe se quitó apresuradamente uno de sus anillos y se lo dio al dramaturgo.

¡Gran obra, Penworth, gran obra! dijo.

El rey miró al príncipe con desdén.

Penworth se inclinó ante ellos y luego miró a su padre que parecía al borde de las lágrimas. Se acercó a él y lo abrazó.

¡Hijo mío, me has probado que estaba equivocado! dijo. ¡El rey nunca había alagado tanto a un artista! Estoy seguro de que te nombrará el dramaturgo de la corte en muy poco tiempo.

El rey y el príncipe se fueron  del teatro. Mientras caminaban, el príncipe le preguntó al rey: Su majestad, ¿Qué fue tan grandioso sobre esa obra de teatro? 

El rey se detuvo y estudió al príncipe por unos momentos.

¿Entonces por qué dijiste que la obras fue grandiosa y regalaste tu anillo? preguntó el monarca.

¡Dado que le diste un collar tuve que darle un anillo! respondió el príncipe.

El rey movió la cabeza y dijo: La próxima vez que te desprendas de un anillo, convéncete de que el que lo recibe merezca el honor.

El príncipe se veía sorprendido.

¿Estás diciendo que Penworth no merecía el honor? preguntó.

Ciertamente que merecía el honor, pero tú no estabas convencido de que así fuese, dijo el rey. 

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