sábado, 5 de noviembre de 2016

Los dos príncipes. Parte 2

Había estado recibiendo del tutor reportes sobre el avance en la educación de sus dos hijos. En términos de guerra y conocimientos, los príncipes eran igualmente buenos. Pero el tutor había opinado que Darius era más equilibrado.

Para el rey Valerius, cuando se trataba de escoger al siguiente rey, el carácter era lo que más importaba.

El día de la coronación del príncipe heredero llegó. El palacio estaba lleno hasta el tope con cortesanos expectantes. El príncipe Xerxes y su círculo de amigos estaban visiblemente excitados. Había un murmullo en palacio que se apagó instantáneamente cuando el rey Valerius se puso de pie.

El rey estudió a los presentes y dijo: queridos ciudadanos, he tenido el honor de ser su rey por muchos, muchos años. Todo este tiempo he estado en la incansable búsqueda de gloria y fama y es mi ardiente creencia de que he traído gloria y fama a mi reino. Pero ahora estoy cansado. Deseo abrazar el ascetismo e ir en busca de paz. Por lo tanto siento que ha llegado el momento de nombrar a mi sucesor, el rey Valeruis hizo una pausa y luego continuó.

Hace años, un rey desafió la tradición al escoger al más joven de sus cuatro hijos como sucesor y ese fue mi padre. Al hacerlo, él fue guiado por la razón y no por la tradición. La decisión que voy a tomar también está guiada por los mismos principios y he mantenido en mente el bienestar de mi gente.

Todos los ojos estaban ahora fijos en los labios del rey.

Por lo tanto aquí declaro... a Darius como mi sucesor, declaró.

Hubo un suspiro colectivo proveniente de la multitud; el príncipe Xerxes miró fijamente al rey como si un rayo acabase de caerle encima; el príncipe Darius miró a su alrededor nerviosamente cuando se dio cuenta de que ahora era el blanco de todas las miradas.

Ven... Darius, lo invitó el rey Valerius.

El príncipe heredero se inclinó ante el rey y la reina y ascendió al trono. Luego el monarca se quitó la corona de la cabeza y la puso sobre la de su hijo menor.

Pocos meses después, el rey Valerius abrazó el ascetismo y abandonó el reino.

Durante ese tiempo, uno de los estados poderosos se negó a pagar los impuestos y se declaró un reino separado.

Xerxes se ofreció a aplacar la rebelión. Darius se sintió conmovido por su gesto y aceptó.

Unas pocas semanas después, un soldado que formaba parte del ejército de Xerxes llegó a la corte y le presentó un arpa al rey Darius -el arpa era el instrumento musical favorito de Darius.

Su excelencia, tengo un mensaje del príncipe Xerxes, dijo el soldado.

Lee el mensaje, mi buen hombre, dijo Darius.

¡Saludos, rey Darius el Grande! te estoy enviando un arpa que estoy seguro, te encantará. Después de todo, tus suaves manos son capaces sólo de tocar las cuerdas de un arpa, no son merecedoras de siquiera empuñar una espada. ¡Mi querido rey! He unido mis fuerzas al estado mismo que me enviaste a anexar y estoy marchando hacia mi reino. Si me recibes en la entrada principal cantando apologías con esta arpa y pones la corona en mi cabeza, misma que por derecho me pertenece, te perdonaré la vida; puedes pasar el resto de tu existencia cantando y mendigando. ¡De no ser así, cortaré esa indigna cabeza tuya y tomaré la corona yo mismo! leyó el soldado.

Por unos pocos momentos hubo un silencio ensordecedor y la cara del rey Darius reflejó cada punzada de la impresión y la traición que sentía. Luego le hizo un gesto a su tutor para que lo siguiese a sus cámaras.

¿Qué debo hacer? preguntó.

¿Hacer? Haga lo que habría hecho cualquier rey, envíe una respuesta adecuada a su hermano, reúna sus fuerzas y derrótelo humillantemente, de manera tal que cualquier otro lo piense dos veces antes de rebelarse contra usted, dijo el tutor sin la más mínima sombra de una duda.

Pero es mi hermano y, por tradición, esta corona le pertenece por derecho, dijo Darius.

Su padre puso la corona sobre su cabeza porque estaba convencido de que usted sería un mejor gobernante que su hermano y, hasta el día de hoy, usted ha probado que él tenía razón. Por favor no permita que su corazón gobierne a su cabeza, el reino necesita a un buen gobernante, no a un buen hermano, esta vez había acero en la voz del tutor.

Las manos que tocan el arpa tan diestramente deben ser igualmente capaces de empuñar una espada cuando lo exija la ocasión, añadió.

Cuando asimiló las palabras de su tutor, la ansiedad se disipó del rostro de Darius y éste irradió una seguridad suprema.

No hay comentarios:

Publicar un comentario